jueves

La peor madre del mundo. Capitulo 4 y Final.



El pequeño Andrés se revela contra su madre.  La viola vaginal y analmente, preñándola. Y la convierte en su esclava.


Después de violarle la boca, correrse en ella, y meársele, Andrés arrastró a su madre hasta el piso de arriba. Entró en su cuarto y la tiró de mala manera sobre su cama, la misma cama que habían compartido desde que se mudaron aquí, y sobre la que le violó repetidamente los últimos meses. Ahí perdió Andrés la virginidad, y allí perdería la puta de su madre su estúpido orgullo.

“¿Dónde lo guardabas? Estaba por aquí, seguro…” dijo él, abriendo el cajón de la mesilla de Isabel.

Ella imaginaba qué era lo que buscaba, ese arnés con el que le había sodomizado día sí día también desde que lo compró.

“Si, cariño… Está en el cajón de abajo” le respondió tan sumisa, que incluso ella misma no se lo podía creer.

Andrés se quitó los pantalones y los calzoncillos, y se puso el arnés. Como estaba diseñado para una mujer, tuvo que pasar el consolador de dentro de la braga por su perineo, por debajo de los huevos, y el otro vibrador, el de fuera, lo situó por encima de su propia polla. Ese cacharro que había usado su madre para sodomizarlo tenía unas dimensiones considerables, pero su polla sin duda era más larga y ancha que ese aparato.

“Ponte a cuatro sobre la cama y ábrete bien las nalgas. Deja que vea bien tu culo”

Aquellas eran exactamente las mismas palabras que Isabel le dijo a Andrés el primer día que lo violó. Ella obedeció al acto, aunque sus movimientos estaban limitados por tener todavía las manos atadas a la espalda.

“¿Así está bien, hijo?” preguntó ella con dulzura.

“Si, madre. Lo haces muy bien. Ahora no te muevas” le respondió él.

Como había hecho ella, Andrés lamió y chupó el orto de su progenitora con absoluto deleite. Como le ocurría a ella, ansiaba maltratarla y causarle dolor por haber sido tan mala con él, y tan mentirosa sobretodo. Pero no quería dañarla de manera definitiva, sino que terminara disfrutado con aquella violación de su amado hijo.

“Voy a metértelas” anunció el joven.

Se irguió y apuntó su propia polla al coño encharcado de aquella mujer que le exasperaba y a la que amaba más que a nadie en el mundo, y la polla falsa la apuntó hacia su culo sucio. De un solo empujón, había encastado una tercera parte de aquellos duros falos en las entrañas de su mamá.

“¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHH!!” ella gritó por el dolo que sintió atravesándola de arriba abajo.

Andrés se detuvo, con menos de la mitad de las pollas dentro del coño y el culo de su madre. Se inclinó sobre ella y empezó a sobarle las tetas, sacándolas por encima del escote de su vestido, con toda la pasión que había tenido que retener en tiempos pasados. El dolor en su vagina y en su orto era tan intenso, que las bestiales magreadas que le hacía en sus tetas a penas las notaba. 

Él puso sus labios junto al oído de ella y susurró “Mamá, que feliz me haces”

De repente, agarró con más fuerza aquellos dos grandes pechos colgantes y empujó y empujó y empujó con toda su rabia, hasta que notó sus huevos chocando contra la piel de ella. 

“AAAAAAAAAAAAAHHH AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHH AAAAAAAAAAAAAAAAAHHH!!” los gritos de ella eran desgarradores. 

Isabel se debatía y lloraba, sintiendo como era reventada por dentro de manera bruta por la polla de su propio hijo. Los empujones que daba contra ella eran tan potentes, que la cama se movía entera, arrastrándose las patas y golpeando el cabecero contra la pared, al ritmo de la follada.

Andrés tenía los pezones de su madre entre sus dedos, y se los pellizcaba intensamente. La pobre mujer empezó a dejar caer un hilillo de baba por la comisura de sus labios. Era tan increíblemente excitante esa sensación de llenado, las poderosas embestidas, su culo, su coño y sus tetas maltratados… Todo aquello podía con ella. ¡¡Estaba a punto de correrse!!

“¡¡AAAHHH AAAAAHHHH DIOS MIOOOO ANDREEEEEEEEEEES!!”

Cuando el chico se dio cuenta de que Isabel empezaba a estremecerse, soltando infinidad de jugos espesos por su coño de puta, por el orgasmo que estaba teniendo, se cabreó. Sacó de golpe su durísima polla del coño de ella, por lo que el falo de mentira se salió también de su estrecho culo. Empujó a la mujer y la tiró de espaldas a la cama. Él fue a situarse entre sus piernas abiertas. 

Mirándola a la cara, le dijo “MENUDA PUTA ESTÁS HECHA, MAMÁ. TE HAS CORRIDO CON LA POLLA DE TU HIJO VIOLÁNDOTE”

Ella ya no podía mentirle más “TE AMO HIJO MIO. ADORO TU POLLA. MÉTEMELA MÁS ¡¡FÓLLAME BIEN DURO!! ¡¡SE SIENTE TAN BIEN CUANDO LO HACES!!”

Completamente extasiado por la excitación, Andrés le respondió:

“¿TANTO LO DESEAS, MADRE? ¿TANTO TE GUSTA MI POLLA?”

El chico situó el consolador falso por debajo de su pétreo rabo, lo encendió y ensartó de un solo empujón ambos aparatos dentro de los agujeros dilatados y encharcados de su madre.

“¡¡¡AAAAAAAAAHHH SIIIIIIIIIIIIII QUE BIEEEEEEEEEEEEEEN HIJOOOOOOOO!! ¡¡VOY A VOLVERME LOCAAAA!!” exclamó Isabel.

Andrés aprovechó que ahora tenía las enormes peras de su madre justo delante de él para morderlas, chuparlas y lamerlas. Todo ello sin dejar de embestir con sus caderas contra ella de manera ruda, y sin descanso.

“¡¡PUEDO SENTIR TU POLLA MOVIÉNDOSE DENTRO DE MI!! ¡¡QUÉ BIEEEEEEEEN!!”

Isabel, maniatada y golpeada como estaba, intentaba mover su culo hacia arriba, y abrir todo lo posible sus piernas, para facilitar la labor de su hijo de violarla, si es que a esas alturas a aquello se le podía seguir considerando una violación, por lo mucho que lo estaba disfrutando la muy perra.

Con aquellos movimientos de cadera y los gemidos de perra en celo, quedaba claro que a Isabel le estaba encantando lo que le hacía su hijo Andrés.  

“¡¡¡PERO QUE PUTA ESTÁS HECHA, JODER, MAMÁ!!!” le dijo el chico.

Y sus embestidas se hacían por momentos más rápidas, duras y profundas.

“¡¡FÓLLAME BIEN DUROOOO ANDRÉÉÉS… AAAAAAAAAH…. SIIIII…..!!” dijo ella extasiada.

Cuando Andrés sintió que le llegaba el orgasmo, enterró lo más profundo que pudo su polla en el coño de su madre, encastando el vibrador en el interior de  su culo y empezó a gritar, mientras culeaba:

“¡¡ME CORRO MAMÁ!! ¡¡ME CORRO DENTRO DE TIIIII!! ¡¡WAAAAAAAAAHHH!!”

Isabel, asustada, empezó a quejarse:

“¡¡NOOOOO HIJOOOO!! ¡¡NO QUIERO QUEDAR EMBARAZA DE TIIIIIIIIIIII!!”

Pero precisamente eso era lo que Andrés ansiaba. Sabía que ella no tomaba pastillas anticonceptivas porque le sentaban mal. Ni tampoco usaba ningún otro método de prevención del embarazo, estaba seguro de eso. El último año y medio habían pasado las 24 horas del día juntos, semana tras semana, mes tras mes. Él se habría dado cuenta. Ella era fértil y él tenía un esperma joven y resistente, estaba seguro que la dejaría embaraza en ese mismo momento. Y si no era así, no había ningún problema, porque tenía pensado repetir la experiencia a diario, hasta el mismo instante en que ella pariera.

Litros de leche fértil y ardiente empezaron a inundar el útero de Isabel. Ella lloraba.

“NO LLORES MAMÁ. TE QUIERO MÁS QUE A NADIE EN ESTE MUNDO. QUIERO QUE TENGAS UN HIJO MIO” una vez dicho esto, Andrés besó apasionadamente a su madre.

Ella estaba agotada y extasiada, y no podía pensar ya con claridad:

“SI, MI AMOR, LO QUE TÚ QUIERAS. SERÉ TU PUTA, TU ESCLAVA. LLEVARÉ A TU HIJO DENTRO DE MÍ Y LO PARIRÉ. TODOS LOS QUE TÚ QUIERAS. ¡¡TE AMO ANDRÉS!!”

Desde aquel día, Andrés utilizó con su madre todos y cada uno de los artilugios que ella había usado con él. La obligó a ir a comprar con un vibrador puesto en su culo y otro en su coño de zorra ávida de polla. La obligó a vestir el disfraz de sirvienta, sin ropa interior, mientras hacía las tareas de la casa. Y además de todo eso, añadió unas cuantas ideas más humillantes y bochornosas, salidas de su propia imaginación.

Volvieron a mudarse de casa. Por las noches, Andrés obligaba a su amada madre a conectarse vía web-cam a una página que había creado para ella, donde hombres desconocidos pagaban una buena suma de dinero por verla actuar de manera lujuriosa y lasciva. Como había jurado, convirtió a Isabel en su esclava y puta particular, gracias a los ingresos que ella conseguía vendiendo su cuerpo en internet podían mantenerse sin necesidad de que él trabajara, lo que le dejaba a Andrés mucho tiempo libre para idear nuevas maldades que hacerle a su madre.

miércoles

La peor madre del mundo. Capítulo 3.



El pequeño Andrés se revela contra su madre.  Abusa de ella en el comedor. Le folla la boca y la obliga a beberse su meada.


Pasado poco más de un año las cosas seguían igual en el hogar de Isabel y Andrés. Ella usaba a su hijo como empleada de hogar, le daba clases, le humillaba y abusaba sexualmente de él cuando le venía en gana. Pero aquella historia, que podía haber continuado así por mucho tiempo, dio un brusco giro a principios de la siguiente primavera. 

Precisamente era el día en que Andrés (o Andrea) cumplía 16 años, la misma edad que tenía su hermanastra cuando murió. Isabel mandó a su hijo a comprar un par de cosas para preparar la comida:

“No te entretengas y vuelve pronto. Y no hables con nadie ¿Me has oído, Andrea?” 

El chico asintió con la cabeza, y respondió con voz suave y forzadamente femenina:

“Si, mamá. No te preocupes, volveré en seguida” le dio un beso fugaz en los labios y salió por la puerta.

El colmado al que le obligaba a ir Isabel quedaba a unos kilómetros de allí, por lo que tardaría al menos una hora de ida, el tiempo de hacer la compra, y otra hora de vuelta. Pero no le importaba. Si podía hacer cualquier cosa, por pequeña que fuera, que contentara a su madre, lo haría sin dudarlo. Lo había demostrado con creces desde la muerte de su padre.

Pero a los 15 minutos de haber salido, se dio cuenta que había olvidado el monedero en casa. Contrariado, tuvo que dar la vuelta. Suerte que se había percatado en ese momento, y no en la tienda. Eso sí que habría sido un engorro.

Andrés deshizo el camino andado, atravesó el jardín y entró en la casa por la puerta trasera, que daba directamente a la cocina, el lugar donde le parecía haber visto el monedero aquella mañana. 

Efectivamente, ahí estaba el monedero, sobre la encimera. Lo cogió y se disponía a irse, cuando escuchó unas voces que venían del comedor. Una era la conocidísima voz de su madre, pero la otra sonaba demasiado varonil. ¿Quién era ese tío y qué hacía en su casa? ¿¿Y por qué su madre se reía de aquella manera tan tonta?? El chico se agachó y se asomó lo justo para poder espiarles sin ser visto.

Y allí vio a su madre, medio desnuda, revolcándose en el sofá con un tipo que reconoció porque era vecino de la zona. Un hombre mayor, de pelo cano, sonrisa estúpida y no sabía decir si más pedante o idiota. Andrés cerró los puños con fuerza. Tenía los dientes apretados. ¿¿CÓMO SE ATREVÍA A HACERLE ESO LA ZORRA DE SU MADRE?? ¡¡LO HABÍA HECHO TODO POR ELLA!! ¡¡SE HABÍA CONVERTIDO EN UNA CHICA POR ESA DESGRACIADA!! ¡¡HABÍA SOPORTADO TODAS SUS HUMILLACIONES!! ¡¡TODO EL DOLOR QUE LE PROVOCÓ!! ¡¡SUS ABUSOS DURANTE LARGOS MESES!! ¡¡¡¿¿Y ASI SE LO PAGABA ELLA??!!!! 

Trastornado por la ira, el muchacho salió de la casa de manera silenciosa. Le habían entrado arcadas solo de ver a su madre abriéndose de piernas para ese imbécil. Se puso a caminar sin destino fijo, y sin saber muy bien qué tenía que hacer. Pero lo que sí que sabía era que las cosas iban a cambiar de manera rotunda desde ese preciso instante.

En vez de ir al colmado a comprar la comida que le había encargado Isabel, fue a la urbanización del otro lado del valle, lugar que no solían frecuentar, y que quedaba más cerca. Compró una maquinilla de afeitar y ropa de chico, además de un par de objetos que usaría para castigar a la puta de su madre. 

Volvió a casa y se metió en la caseta de las herramientas del jardín, donde había un enchufe. Utilizó la maquinilla para raparse el pelo al uno, muy cortito. Las largas mechas negras quedaron tiradas de cualquier manera sobre el sucio suelo. Se desnudó y se vistió con unos calzoncillos, vaqueros azules y una camisa negra. Si hubiera tenido un espejo para verse, habría alucinado con el cambio. Aquel crío asustadizo, delgaducho y sin voluntad, se había transformado en un joven apuesto, alto y musculoso, de bellos rasgos y mirada felina.

Ahora que ya se sentía de nuevo él mismo, Andrés entró en la casa por la entrada principal. Con la ira rezumando por cada poro de su piel, el muchacho se acercó a la cocina, sabiendo que su madre seguramente estaría allí.

Efectivamente, allí estaba ella, lavando algo en el fregadero, de espaldas a él.

“¿Ya has vuelto Andrea? Deja las cosas aquí encima y date prisa en preparar la comida. Has tardado demasiado... Te dije que no te entretuvieras” le dijo Isabel, en tono recriminatorio.

Aquello fue la gota que colmó el vaso de la poca paciencia que podía quedarle a Andrés. Tiró de mala gana la cesta de la compra vacía sobre la encimera, al lado de su madre. Ella, asustada por aquel gesto tan impropio de Andrea se giró sobresaltada, y su sobresalto fue todavía mayor cuando se encontró cara a cara con Andrés, que tenía el pelo corto y vestía como un chico. Le costó unos segundos identificarle...

“Andrea... Pero... Qué... ¡¡¿¿QUÉ HAS HECHO??!! ¡¡¿¿ES QUE TE HAS VUELTO LOCA??!!” dijo gritando de manera histérica.

Entonces levantó la mano para pegarle, pero Andrés la detuvo agarrándole la muñeca con firmeza, clavándole con saña sus dedos.

“¡¡AQUI LA ÚNICA LOCA QUE HAY ERES TÚ MADRE!!” le respondió, con un tono de voz varonil y atronador, que hasta le sorprendió a él mismo. Desde que se mudaron, a pesar que a Andrés había empezado a cambiarle el cuerpo y la voz, de niño a las de un adulto, siempre intentaba hablar en susurros y fingiendo ser femenino, para agrado de su madre. Pero ahora ya no pensaba hacerlo nunca más.

Entonces Andrés abofeteó a Isabel con la mano abierta, marcándole la silueta de la misma en rojo intenso en la mejilla. Ella se tapó la piel ardiente con la mano libre y empezó a llorar.

“¡¡QUE SEA LA ÚLTIMA VEZ QUE ME LLAMAS ANDREA!! ¡¡¡MI NOMBRE ES ANDRÉS, ¿TE HA QUEDADO CLARO?!!! ¡¡¡ANDRES!!!” el chico, que le sacaba ahora medio palmo de altura a su madre, la zarandeaba agarrada como la tenía por la muñeca.

Isabel luchaba por soltarse, y finalmente lo consiguió. Salió huyendo de la cocina, aterrorizada por lo que podía hacerle su hijo en venganza por lo mal que lo había tratado esos últimos meses. Pero en realidad no era ése el motivo del enfado de Andrés, sino el sentirse traicionado por ella. Tantas veces que miró con asco su polla, y luego dejaba que cualquiera le metiera su asqueroso rabo en ese coño de zorra. Pronto se lo haría pagar bien caro. 

El chico salió corriendo detrás de la mujer y saltó sobre ella, haciendo que cayera de bruces al suelo justo frente al sofá. La agarró del pelo con furia y tiró de él para mover su cara, y dejársela sobre el cojín. Le restregó la cara por toda la superficie del mismo, mientras la insultaba:

“¡¡ERES UNA PUTA MADRE. UNA CERDA QUE SE FOLLA AL PRIMERO QUE ENCUENTRA!! ¿¿NO TE DABAN TANTO ASCO LAS POLLAS?? ¡¡LO DISIMULAS DE LUJO MAMÁ!!” 

Ella comprendió entonces que él había descubierto su secreto e intentó defenderse:

“¡NO! ¡Andrea... ¡¡ANDRÉS!! ¡¡NO ES VERDAD...!! ¡¡¡YO TE QUIEROOOO!!!”

Pero el chico ya no caería nunca más en las mentiras de su madre. Le dejó la cara aplastada contra el sofá, y se sentó a horcajadas sobre su cuello y nuca, para inmovilizarla. Ella quedó arrodillada, con el culo en pompa y sus brazos bajo las piernas de él, sin posibilidad de huir de nuevo.

“¡¡NO MADRE. Se acabó el juego!! Te he descubierto. Eres una PUTA EGOÍSTA que solo piensa en sí misma y en aprovecharse de los demás. Es lo que has hecho conmigo todos estos meses. Yo habría sido capaz de morir por ti... ¡¡Y tú me lo pagas follándote al gilipollas del vecino!! Pero esto no te lo voy a perdonar. ¡¡MERECES QUE TE CASTIGUE!!”

Andrés sacó una de las manos de debajo de su pierna, y luego la otra, y le ató a Isabel las muñecas juntas a la espalda con una brida de plástico negro y resistente. La apretó tanto que la única forma de poder quitársela sería cortándola con unas tijeras.

“Andrés, por favor, perdóname...” imploró su madre, muerta de miedo.

“No. No te perdono. Voy a hacer que aprendas la lección por las malas, porque así lo has querido tú” el chico iba levantando la falda del vestido que llevaba Isabel, y le bajó las bragas por debajo de sus generosas nalgas.

“Me convertiste en tu puta...” susurró con voz ronca, mientras amasaba las prietas carnes de las nalgas de su madre “¡¡Y YO VOY A CONVERTIRTE EN MI ESCLAVA!! ¡¡¡PORQUE LA ÚNICA Y VERDADERA ZORRA QUE HAY EN ESTA CASA ERES TÚ MAMÁ!!!”

Andrés sacó de su bolsillo trasero un pequeño látigo negro, de un palmo de largo, fino y con nudos, y empezó a golpearle el culo y las piernas a su amada madre, con una brutalidad terrible. Cada azote que le propinaba dejaba en la fina piel de la mujer madura una visible señal rojo oscuro tirando a violáceo. Ella se debatía y gritaba de terror.

“¡¡BASTAAAAAA!! ¡¡DETENTE ANDRÉS POR FAVOOOOOR!! ¡¡¡ME HACES MUCHO DAÑOOOO!!! ¡¡¡¡AAAAAAAAAAHHHHHHHHH!!!!”

Pero el chico no se detuvo, continuó propinándole enérgicos golpetazos, uno tras otro, sin descanso, hasta que toda la piel que cubría el trasero y los muslos de su amada madre quedaron marcados por aquel duro y cruel castigo. Llegó un momento que ella dejó de gritar y removerse, y solo hacía que llorar de manera desconsolada. 

En aquel momento el muchacho se levantó, cogió a su madre por los brazos y la lanzó volando por encima de la mesilla. Ella aterrizó de costado sobre la alfombra, junto al televisor. Le dolía el culo y las piernas, y también todo el lado derecho de su cuerpo, pero lo que más le dolía era el corazón, por haber perdido el amor y el respeto de su hija... de su hijo... Andrés.

“Basta ya... por favor... Haré lo que sea... “, le dijo ella con la voz rota por el llanto.

Andrés se rio “¡¡Jajajaja!! ¡Vaya, que curioso! ¡Esas palabras me suenan mucho! ¿A ti no, mamá?” abrió la cremallera de la bragueta, y bajó sus pantalones y calzoncillos. Agarrándose la durísima polla con una mano, mientras se masturbaba suavemente, le enseñó su miembro viril a Isabel. Era ancho, bastante largo, con una protuberancia bajo el glande. Estaba hinchado y palpitante, lleno de venas en toda la extensión de su tronco.

“Decías que te daba ASCO mi POLLA ¡Vas a mamarla hasta que aprendas a adorarla! Mi corrida será tu único alimento. ¡¡VEN AQUI Y CHÚPAMELA AHORA MISMO!!” exclamó cabreado.

La pobre mujer hizo lo que le ordenaron. Se medio arrastró como pudo y llegó hasta donde estaba Andrés. Se arrodilló entre sus piernas, con las manos atadas a su espalda, y las nalgas y los muslos abrasados y palpitándole de dolor. Viéndose en esa situación que estaba, con la polla de Andrés delante de su cara, se sintió increíblemente humillada y abatida. Se lo tenía bien merecido, por mala madre.

“Si, Andrés. Haré lo que tú desees” le dijo de manera sumisa. 

Acto seguido, acercó su cálida boca al pétreo rabo de su hijo adolescente y empezó a lamerle el glande con su lengua. Humedeció toda aquella zona, y luego empezó a bajar por el abultado tronco.

“Las pelotas también madre” gruñó él, sintiendo un enorme placer con lo que le hacía Isabel en su entrepierna. 

Ella se inclinó más, para poder lamerle los cojones. Su lengua se movía de manera incesante por toda la superficie de aquella majestuosa polla, que cada vez parecía más grande y rígida.

“Ahora abre los labios y métetela entera” exigió el menor.

Isabel cumplió con su cometido, abrió la boca e intentó meterse ese duro mástil de carne rígida dentro, pero solo lograba abarcar la mitad. A esa altura ya notaba el hinchado glande clavado en su tráquea, y la protuberancia del tronco de la polla de Andrés era tan ancha que no era capaz de abrir lo suficiente la boca como para abarcarla dentro de sí. Notaba su mandíbula a punto de desencajarse. 

Exasperada por la posibilidad de recibir un nuevo y doloroso castigo si no conseguía complacer a su hijo, la mujer empezó a mover su cabeza hacia delante y hacia atrás, usando su lengua para darle más placer a Andrés, pero sin lograr pasar de la mitad de su longitud.

El chico puso una mano sobre la cabeza de su madre y movía las caderas lentamente, al ritmo de la mamada que ella le estaba dando. Unos profundos jadeos de placer empezaron a salir de su garganta. Isabel creía que había conseguido satisfacerle, pero no era así.

“Tienes una buena técnica, madre. Se nota que eres toda una experta comiendo pollas” le dijo “Pero así no vas a conseguir que me corra... ¡¡APRENDE COMO DEBES COMERLE LA POLLA A TU HIJO!!” exclamó Andrés.

Ante el espanto de su madre, el chico la agarró fuerte del pelo a ambos lados de su cabeza. Ella, que no podía defenderse de ninguna manera, cerró fuerte los ojos e intentó abrir lo máximo que pudo sus labios, para no resultar más dañada de lo necesario.

El menor entonces comenzó a embestir con su cadera, con toda su potencia juvenil, contra la cara de su madre. De la garganta de la mujer salían sonidos de chapoteo y succión. Poco a poco, centímetro a centímetro, Andrés consiguió insertar su polla en lo más profundo de la garganta de Isabel. Sus embestidas eran intensas, rápidas y vigorosas. Ella intentaba respirar como podía.

“¡¡¡Hmmm.... Hmmmm... Hmmmm....!!!” se quejaba ella con la boca llena de la polla de su hijo.

“¡¡Ahhhh!! ¡¡Siiiii MADREEE QUE BOCA TIENEEEES ME ENCANTA FOLLÁRTELAAAAHHHHMMM...!!” le decía él mientras le violaba la boca sin descanso.

Hacía tanto tiempo que el chico deseaba abusar de su madre y meterle su polla por todos sus agujeros de zorra que no pudo aguantar demasiado tiempo aquella violación a su boca, y terminó corriéndose dentro de su garganta con un placer intensísimo:

“¡¡AAAAAAAAAAAHHH MADREEEEEEEEE ES ESTUPENDO FOLLARTE LA BOCAAAA!! ¡!!!TRÁGATELO TODOOOOHHH AAAAAAAAAAAAAAAAAHHHH!!!!”

Pero el joven no se contentó con llenarle la boca a su madre con una cantidad tan generosa de esperma que le costaba tragarlo sin ahogarse. Acto seguido la agarró con más fuerza de su pelo y empezó a meársele dentro de su cavidad bucal. Ella, al notal ese líquido ardiente, de sabor amargo y asqueroso, intentó apartarse, pero no podía hacer nada. Andrés la mantenía bien apretada contra su entrepierna. Isabel empezó a llorar, al tiempo que tragaba el pis de su hijo.

“ASÍ MADRE… BÉBETELA… TODA MI MEADA… A PARTIR DE AHORA TE USARÉ COMO MI ORINAL SIEMPRE QUE TENGA GANAS. VENDRÁS Y ME LA CHUPARÁS Y TE LLENARÉ ESA BARRIGA DE PUTA QUE TIENES CON MI ESPERMA Y MI MEADA” 

Ella no pudo evitar sentirse excitada por los malos tratos y las duras palabras de su hijo. Ahora que lo tenía frente a ella, en todo su esplendor, se daba cuenta del hermoso varón que había tenido en casa viviendo con ella, pero por tonta y ciega no lo había visto. Se merecía todo lo que quisiera hacerle y más. Y si su deseo era reventarle todos sus sucios agujeros de ramera a base de pollazos, ella lo aceptaría encantada. Era su penitencia por haber sido la peor madre del mundo.

lunes

La peor madre del mundo. Capítulo 2.



El pequeño Andrés se convierte en Andrea de manera definitiva. Su mamá lo sodomiza con un arnés.



Al día siguiente Isabel tomó la determinación de marcharse de aquel lugar. Aprovechando que su cuñado era dueño de una inmobiliaria a nivel nacional, fue a hablar con él a su despacho, y llegaron a un acuerdo. Como el cuñado se sentía culpable por saber que su hermano había sido el causante del accidente que mató a la hija de Isabel, no le puso pegas a nada de lo que le pidió. 

En vez de poner a la venta su casa y comprarse otra, cosa que se habría demorado mucho en el tiempo, y a saber si el banco le daría o no una hipoteca a ella sola, lo que hicieron fue un intercambio. Isabel cedía su casa a la inmobiliaria, y ellos le daban a ella otra casa a cambio. Pidió a su cuñado que fuese en algún lugar tranquilo y apartado, una urbanización alejada de la gran ciudad. Le dijo que lo necesitaba para poder pasar el luto y no estar pensando constantemente en su marido y su hija muertos. Eso era en parte verdad, pero sobre todo lo que quería era poder vivir en un lugar donde no la conocieran de nada, y no hubiese demasiados vecinos cotillas cerca, para poder llevar a cabo su retorcido plan de “resucitar” a Sandra dentro del cuerpo del pequeño Andrés.

Aquello sucedió un viernes. El sábado ya había un camión de la mudanza aparcado frente a la casa, empaquetando y cargándolo todo, para entregarlo en el nuevo domicilio al día siguiente. 

El sábado por la noche, Isabel y Andrés salieron de la casa que había sido su hogar esos últimos años, para no regresar jamás. El chico se había encontrado el asunto de la mudanza de repente, y cuando le preguntó a su madre aquella mañana, ella le respondió con evasivas. 

Una vez estuvieron dentro del coche, de camino a su nuevo hogar, el niño insistió en preguntarle:

“Mamá ¿Dónde vamos a vivir ahora?”

Isabel, sin dejar de mirar a la carretera, le respondió:

“Vamos a un lugar muy hermoso. Allí podrás hacerme feliz cada día”

El menor, recordando lo que había sucedido la tarde del funeral, no pudo evitar sonrojarse. Ella le dedico una fugaz mirada
:
“Porque tú quieres que mami sea feliz, ¿Verdad Andrés?”

Él susurró la respuesta que sabía que ella quería oír:

“Si, mamá. Claro que quiero.”

En realidad el crío estaba asustado, y eso que no tenía ni idea de lo que se le venía encima. Si lo hubiera sabido, tal vez su respuesta habría sido distinta. O quizás no. Quién sabe.

Era ya entrada la madrugada cuando Isabel paró en una gasolinera a repostar, y compró un par de cosas en la tienda abierta las 24 horas. Dejó la bolsa en el asiento de atrás, y condujo el coche hasta el primer motel de carretera que encontró en su camino.

“Descansaremos aquí y mañana continuaremos con el viaje” le dijo a su hijo.

El motel en el que se alojaron era de baja categoría. La habitación era muy pequeña, con espacio únicamente para una enorme cama de matrimonio, con unas sábanas arrugadas y llenas de lamparones, un pequeño televisor, una silla coja y el lavabo. Las paredes y el techo estaban llenos de desconchones y manchas de humedad. El lugar olía a cerrado. 

Pero Isabel, al contrario que Andrés, no se fijó en nada de eso. Tenía otra cosa en mente. Vació la bolsa de plástico sobre la cama y le ordenó al niño que se sentara en la silla, que había colocado frente a ella. El pequeño obedeció, pero tuvo que preguntarle:

“¿Qué vas a hacerme, mamá? ¿Me hará daño?” 

La hermosa mujer miró desde arriba al pequeño “No, esto no te hará daño. Solo son extensiones.”

Le puso en la mano uno de los largos mechones de pelo negro. Andrés lo acarició. Se sentía suave. Era muy parecido al color de pelo de su hermana Sandra.

“¿Vas a ponérmelos? No quiero parecer una niña... Se van a reír de mí...” se quejó el chiquillo.

Ella le dirigió una mirada cargada de tristeza y dolor.

“No vas a parecerte a una niña. TE CONVERTIRÉ EN MI HIJA” sentenció ella, perdida en su demencia “¡Y ahora estate quieto!”

Isabel pasó un par de horas moldeando a Andrés a su conveniencia. Primero le tiñó su corto pelo rubio con tinte negro, y luego pegó las extensiones del mismo color con el pegamento más fuerte que había encontrado en la tienda. Era a prueba de agua, así que no se le caería ni lavándoselo. Tendría que raparse al cero para poder quitarse esa larga y espesa melena negra que ahora lucía. 

Después la mujer tiró a la basura la ropa de niño que había traído puesta Andrés, y le hizo ponerse unas braguitas y camisón de dormir rosas. El niño quería morirse ahí mismo, pero veía a su madre tan feliz que no se atrevió a contrariarla en nada de lo que le dijo a continuación:

“A partir de ahora serás mi hija y te llamarás Andrea” Isabel le iba explicando lo que sucedería en su nuevo hogar “No irás a la escuela. Yo misma te daré clases en casa. Tú te encargarás de hacer todas las tareas del hogar...”

Andrés, que escuchaba, pero no entendía nada de nada, solo asentía con la cabeza... “Si, mamá.”

Al día siguiente llegaron al que sería su nuevo hogar, y como había ordenado su madre, Andrés se ocupó de todas las tareas domésticas. Para mayor humillación para el crío, le hacía limpiar con un traje de sirvienta puesto. Le obligaba a hacer cosas vergonzosas, como ir a comprar con un huevo vibrador puesto en su culo. 

Un par de semanas después de la mudanza, llegó el día nefasto para Andrés. Su madre había comprado un artilugio en un sex-shop online, un arnés con doble vibrador incorporado, que pensaba estrenar en ese mismo momento con su hijo.

Subió al piso de arriba, se desnudó, dejándose puesto solo el sujetador, y se puso el arnés, colocando con cuidado el vibrador que quedaba por dentro de su vagina caliente. Por el otro lado, sobresalía otro vibrador suficientemente largo y ancho para llenar su coño ávido de rabo, pero quizás un poco demasiado enorme para un culo virgen como el de su hijo. Aunque había estado preparándole para eso, y esperaba poder acometer su fechoría sin destrozar el ano de su amado hijo de por vida.

“¡Andrea, sube ahora mismo!” gritó.

El chico, que iba vestido de sirvienta, subió rápido las escaleras y entró en el cuarto que compartía con su madre. Cuando la vio desnuda, y con ese aparato extraño y amenazador entre sus piernas, se quedó pálido. 

“Mamá... Nnooo.... Nnooo quiero...” suplicó temblando el niño.

“¿Que no quieres qué? ¿Esto?” dijo ella, señalando el rabo vibrador que se erguía entre sus piernas “Pero si cada vez que te meto algo por ahí atrás terminas corriéndote con esa asquerosa polla que tienes.”
 
Isabel le había dejado muy claro muchas veces lo que opinaba de su polla de niño. Le repugnaba su simple visión, y por ello siempre debía llevarla echada hacia atrás, y tapada con ropa interior de chica. Y cuando ella abusaba del crío y él se corría sin poderlo evitar, le castigaba dándole una buena tanda de azotes en su culo. Había llegado el momento de dar un paso más allá. 

“Ponte a cuatro sobre la cama y ábrete bien las nalgas. Deja que mami vea bien tu culo.”

Aunque el miedo era paralizante, Andrés consiguió sacar fuerzas y voluntad suficiente para cumplir con la orden que le había dado su madre, por muy aterrador que le resultase. Se subió sobre la cama y apoyó la cabeza en el colchón. Sus manos estaban ocupadas apartándose las braguitas que llevaba puestas.

“¿Así está bien, mamá?” preguntó el dulce niño.

“Si, Andrea. Lo haces muy bien. Ahora no te muevas” le respondió ella.

Isabel se inclinó sobre el trasero de su hijo y empezó a lamerle su estrecho agujero posterior con absoluta dedicación. Había un lado sádico en su demencia transitoria que le hacía disfrutar de los abusos que cometía sobre el crío, pero por otro lado, le amaba con locura. Otra parte de ella, quizás de manera inconsciente, quería que el crío lo disfrutara también, por todo el amor que le profesaba, aunque luego le castigase por correrse.

“Voy a metértela, cariño” dijo ella un poco más tarde, separando su boca del culo de su hijo travestido.

“Si, mamá. Está bien” fue la sumisa respuesta del crío.

La hermosa mujer apuntó el extremo de la polla falsa hacia el angosto orificio posterior de su hijo y empezó a empujar, metiéndosela por completo muy despacio.

“¡AAAAHH….! ¡¡AAAAAAAAHH… MAMÁÁÁÁÁÁÁÁÁÁÁÁÁÁÁÁ…!!” exclamaba el crío.

Andrés quería complacer en cualquier cosa a su madre, así que relajó su esfínter y dejó que ella le enterrase aquel objeto duro y frío en su orto. Era una sensación muchísimo peor que cuando ella le metió sus dedos, o aquel huevo… El crío notaba las paredes de su canal anal expandiéndose, estirándose al máximo de su capacidad, mientras ese aparato odioso le penetraba centímetro a centímetro, desvirgándole completamente. 

Cuando Isabel vio que había conseguido meter toda la longitud de aquella polla falsa en el culo de su hijo, encendió la vibración al máximo, le agarró por las caderas y empezó a follárselo con todas sus ganas.

“¡¡¡AAAAAHH...!!! ¡¡¡ANDREAAA QUE FELIZ HACES A MAMÁ…!!!”

El chico estaba sudando como nunca, apretaba su mandíbula muy fuerte y gemía alto:

“¡¡MAMÁÁÁÁ… AAAHHH… AHHHH... AAAHHHHH..!!”

Cada vez que Isabel empujaba su generosa cadera contra el culo de su hijo, notaba como se le clavaba en lo más profundo de su útero el consolador que tenía metido dentro, y al mismo tiempo penetraba con fiereza en el ano del muchacho, sodomizándole sin descanso. Ambos jadeaban ya muy fuerte, por el placer que sentían con aquella desquiciante violación:
“¡¡¡ANDREAAAA VOY A CORRERMEEEEEEE!!!” exclamó la madre.

“¡¡¡SIII MAMÁ HAZLOOOO.. AHHHH… AHHH…. YO TAMBIEN ME CORROOOOOOHHH AAHHHHH!!!” le respondió su hijo.

El chico tenía que hacer un enorme esfuerzo por no tocarse. Sabía que ella odiaba el simple hecho de verle la polla. Alguna vez que había intentado masturbarse mientras ella abusaba de él lo había golpeado ahí abajo en su entrepierna, y le había gritado que no lo hiciera nunca más. En ese momento habría dado lo que fuera por poder masturbarse, pero estaba empezando a acostumbrarse a poder llegar al orgasmo sin necesidad de tocarse. Y luego, cuando ella dormía, o iba a ducharse, él aprovechaba y se la cascaba de manera furiosa, recordando las perrerías que le había hecho su madre la jornada anterior. 

Ambos, madre e hijo, estaban a esas alturas igual de enganchados a esa desquiciante relación prohibida, censurable y extraña en la que se habían visto inmersos. Se corrieron al unísono y quedaron tumbados, con las pollas falsas incrustadas en el coño de ella y el orto de él, hasta la mañana siguiente, cuando Isabel volvió a abusar de su hijo, de manera todavía más ruda que la tarde anterior.

Entrada destacada

Maite. Secuestrada en Egipto. Cap 01.

Serie larga, donde se relatan las peripecias de la pobre Maite, joven casada a la que secuestran en su viaje de casados. A lo largo de los ...