miércoles

Maite. Secuestrada en Egipto. Cap 14.

Habían pasado casi tres meses desde mi secuestro, la vida en la casa era una rutina para mí. Limpiar, cocinar, hasta Salima me estaba dando lecciones de danza del vientre. Tengo que confesar que desde que dejé de luchar por mi libertad, había empezado a disfrutar muchísimo de mi estancia aquí. No sé cómo explicarlo. Cuando estaba con Ashraf, solo verle ya me excitaba. Chupársela me ponía tremendamente cachonda. Deseaba con locura, cada segundo que pasaba a su lado, que me follase como el animal salvaje que él era.

Un día Ashraf se fue pronto por la mañana, sin decirme nada de donde iba o cuando iba a volver, por supuesto. Yo seguía a Salima por la casa, limpiándolo todo. Por las ventanas vi que estaban montando algo en el patio, una gran pila de madera, mesas y sillas... ¿Sería alguna festividad aquí? ¿Vendrían más visitas a las que complacer? Yo solo podía pensar en los felinos ojos de Ashraf, que tan cachonda me ponían, y desear que volviera pronto. La casa sin él estaba vacía para mí.

Por la tarde Salima y yo nos limpiamos y rasuramos bien. Luego hizo algo que no había hecho antes, me decoró el cuerpo con henna, las manos, el estómago, los pies... los llenó de pequeños motivos florales. En el vestidor ella se puso el traje de sirvienta de siempre, pero a mí me dio otra ropa. Me recordó a los vestidos que llevan las bailarinas de danza oriental. Dos anchas tiras de suave y translúcida seda, cruzadas por encima de mis pechos, un cinturón bajo, por lo que mi vientre y ombligo quedaban a la vista, y del cinturón caían más tiras de la misma seda. El conjunto era exquisito, completamente blanco, con infinidad de detalles en oro. Luego puso por mis brazos, y atado a las muñecas, otro trozo de la misma tela. Taconazos de aguja blancos y dorados. Fue ella quien me maquilló, con esmero. Me puso un detalle dorado entre los ojos. Grandes pendientes y varias pulseras del mismo metal. Khol negro. Pintalabios rojo. Me dejó el pelo rubio suelto, con sus ondas naturales, y entre mechón y mechón trenzó hilos de oro con florecillas blancas.

Cuando terminó me miré en el espejo. No pude reconocer a la mujer que vi allí reflejada. Estaba tan bonita... y tan blanca... era como si fuese el día de mi boda y Salima mi dama de honor. Como ella se había vestido con el atuendo de siempre, supuse que esta vez sería yo la única que complacería a los invitados, cosa, que no sé por qué, me hizo un nudo en el estómago.

Cuando terminó de arreglarme ya era de noche. Bajamos al salón, Salima me llevó por la cocina, hasta la despensa. Me hizo señas para que me quedara allí quieta. Yo no entendía nada. Había comida preparada para alimentar a un ejército. Varias mujeres, supongo las del poblado, se afanaban a terminarlo todo sin demora. Por las ventanas vi que, rompiendo la oscuridad de la noche, habían encendido una enorme hoguera en el patio, y todas las mesas... ¿Es que era el cumpleaños de Ashraf?

Así estaba yo, ensimismada en mis pensamientos, cuando una fuerte mano me agarró del brazo, dándome un buen susto. Al girarme me encontré cara a cara con Ashraf. Sus ojos me repasaron de arriba abajo con una sonrisa.

«Estás realmente preciosa hoy, perrita» me dijo.

«Gracias Amo» atiné a contestar. Tenerle tan cerca, después de todo el día sin verle, me había dejado sin respiración.

Ashraf me dijo entonces:

«Ha llegado el momento de la verdad, hoy es el día en que me tendrás que demostrar si todo el tiempo que he invertido en ti ha valido para algo»

¿Cómo? ¿No se lo había demostrado ya? ¿Qué más me quedaba por hacer? desde luego no hice estas preguntas en voz alta... solo esperé en silencio, con la mirada fija al suelo, a que siguiera explicándome:

«Hoy Rashid, mi hijo, ha vuelto a casa tras un largo viaje.»

¿Su hijo...? pensé yo.

«Es un día de celebración. Por todo lo alto. Y tú serás mi regalo sorpresa para él. Su esclava personal.»

Espera... ¿Qué es lo que había dicho?

«Ya te he enseñado como debes comportarte. No me defraudes hoy o lo sentirás muchísimo»

Solo atiné a responder: «No le defraudaré, Amo»

«Muy bien. Cuando hayamos terminado de cenar, Salima te dará la señal, empezará a sonar la música, tienes que salir fuera y bailar como ella te ha enseñado. Rashid será el hombre que esté sentado a mi derecha. Quiero que bailes para él, que te insinúes, que seas una gatita... ¿Entiendes lo que te estoy pidiendo?»

«Si Amo lo entiendo» respondí, mientras miles de ideas cruzaban por mi cabeza... ¿Se me iba a llevar Rashid de allí? ¿Volvería a ver a Ashraf alguna vez? Un miedo intenso me subió hasta el pecho ¿Cómo sería su hijo? Ashraf siguió hablando:

«Rashid es un chico muy especial, más cruel que yo con las mujeres, y más con las occidentales. Él también habla tu idioma. Pase lo que pase, haga lo que haga, no te quejes ni luches contra ello, se sumisa y complaciente. O no me hago responsable de su castigo.»

Hacía tiempo que no me temblaban las piernas de aquella manera, y creo que Ashraf notó mi nerviosismo, porque me abrazó y me besó. Me quedé de piedra. Fue un beso muy pasional. Cuando terminó, me puso la mano en la barbilla, haciendo que le mirara a los ojos, y me dijo, sonriendo:

«Sé que lo harás bien. Haz que me sienta orgulloso de ti, mi perrita.»

«Si, Amo, lo haré lo mejor que pueda, gracias Amo.»

Entonces Ashraf se fue. En cuanto cruzó la puerta unas lágrimas asomaron a mis ojos. Las limpié con cuidado, para no estropear el maquillaje.

La cena duró mucho tiempo, finalmente Salima me vino a buscar. Pasamos rápido por la cocina y me dejó en la puerta de entrada. La abrió y salí. La música empezó a sonar. Sin saber casi qué hacer, repetí los sinuosos movimientos que la criada me había estado enseñando. Mientras bailaba me fui haciendo una idea de la situación. En el centro, al lado del pozo, estaba la enorme hoguera, casi más alta que los muros que rodeaban el palacio. Varias mesas a derecha e izquierda, una mesa más grande en el centro. Vi a Ashraf, y dirigí mi mirada a la silueta sentada a su lado, a su derecha, mientras seguía bailando, avanzando por el patio de arena con mis taconazos, procurando no tropezarme ni morirme de vergüenza por estar haciendo aquello delante de todos esos hombres.

Cuando estuve más cerca, siempre mirando de reojo, vi que no habría hecho falta que Ashraf me dijera dónde se sentaba su hijo porque... ¡Eran idénticos! Por supuesto el chico, que debía tener mi edad más o menos, era más joven que él, y en vez de túnica vestía tejanos y camisa, pero las facciones, y sobre todo, la mirada, era exactamente igual, con una diferencia... su piel era un poco más clara, su pelo era castaño y lo llevaba corto, y los ojos miel claritos felinos como los de su padre, pero más penetrantes... o inquietantes sería la palabra correcta. Me pregunté si la madre de Rashid era occidental.

La música seguía sonando, y yo seguí bailando, frente a él, contoneando las caderas, moviendo los brazos y el estómago... hasta que finalmente me tiré al suelo de rodillas, con las piernas abiertas, la frente tocando al suelo, como mis manos, al tiempo que resonaban los tambores finales del espectáculo. Me quedé unos segundos así, quieta, recuperando el aliento. Los hombres me aplaudieron. No me había salido tan mal, al fin y al cabo.

Me levanté, y Rashid me dijo:

«Ven aquí a mi lado»

Así lo hice, los demás comensales siguieron con sus cosas, hablando y bebiendo. Yo me acerqué a mi nuevo Amo, con la mirada siempre fija al suelo, me quedé de pie a su lado.

«Espero que te guste, hijo. Es tu premio por llevar tan bien los negocios en el extranjero, me has hecho ganar mucho dinero» dijo Ashraf en mi idioma.

«Gracias, padre, es el mejor regalo que podía desear. ¿La has adiestrado tú mismo?» le preguntó Rashid.

«Por supuesto, no me perdería ese placer por nada del mundo.» le dijo su padre.

«Ja ja ja ja ja» se rieron ambos hombres al unísono.

Padre e hijo brindaron y bebieron. Luego Ashraf dijo:

«Le he puesto mi marca en el trasero, ahora ponle tú la tuya donde más te plazca.»

Entonces Rashid se levantó y me llevó hasta el centro del patio. Me hizo subir al pozo, que tenía la tapa puesta, y estando allí arriba me dijo:

«Súbete la falda y ábrete bien de piernas puta.»

Tragándome la vergüenza, lo hice, dejando mi coño a la vista de todos los presentes. Jalil se acercó, dándole a Rashid un hierro candente que había estado durante la cena calentándose en la hoguera. El hijo de Ashraf se acercó a mí y puso el hierro justo encima de mi coño, un poco a la derecha, sobre el labio mayor... el inmenso dolor... ese olor familiar a carne quemada... cerré los ojos y me mordí los labios... haciendo acopio de toda mi voluntad para no gritar. Cuando apartó el hierro una «R» negra apareció marcada en mi piel.

«Ya puedes bajar» me dijo entonces.

Lo hice como buenamente pude, y luego me ordenó que le siguiera dentro del palacio. Subimos al piso de arriba y fuimos a una habitación en la que no había estado aún. Era muy amplia y oscura, paredes, techo, suelo, todo... estaba iluminada por unas pocas lámparas de aceite. A un lado había una gran cama, con sábanas negras, al otro una mesa de escritorio, y un poco más allá un sillón, con una mesita al lado, donde alguien había dejado una botella de whisky y un vaso con hielo. Me quedé quieta, de pie, en la entrada, a la espera de la siguiente orden. Rashid me cogió de golpe, por sorpresa, y agarrándome el pelo con mucha fuerza, me hizo mirarle a los ojos mientras me decía con voz sesgada, con su boca pegada a mi cara:

«Yo no soy como mi padre, putita. A mí no me hace falta ninguna excusa para castigarte. Si quiero azotarte, lo haré, Si quiero mearme sobre ti, tú abrirás la boca, complacida por el honor de recibir mi meada. Y si quiero tirarme un pedo en tu cara, lo agradecerás. ¡¿Te ha quedado claro?!»

Sus malvados ojos me asustaron de veras.

«Si Amo, puede hacer lo que quiera conmigo» dije, temblando por dentro.

«A ver si es verdad» respondió él, y de un empujón me tiró al suelo.

domingo

Maite. Secuestrada en Egipto. Cap 13.


Una vez estuve bien limpia, sin rastro de sus meadas en mi cuerpo ni mi pelo, toda mojada, sin maquillaje, y con aroma a jazmín, Ashraf me hizo tumbar en una cama que había a un lado de la mazmorra. Me dijo que agarrara con las manos los barrotes del cabezal.

«Ahora no te muevas, Salima va a decorar tu cuerpo para mayor satisfacción de tu Amo»

«Si Amo, me estaré quieta, solo quiero complacerte»

Ashraf sonrió. Mi corazón se llenó de gozo. Hacerle sentir orgulloso de mí era el mayor premio que podía tener. Ya no me acordaba de mi anterior vida como Maite, ni pensaba en mi marido ni mis amigas. Solo existía mi Amo y sus deseos.

Salima se acercó a la cama, y con mucho cuidado me hizo el primer piercing en el ombligo. Me dolió, pero era soportable. Luego me miró con cara de «lo siento, pero tengo que hacerlo» cogió uno de mis pezones y lo atravesó con otra aguja. Esto me hizo ver las estrellas, ya que los tenía super sensibles por los palazos de antes, cerré los ojos, apreté los dientes con fuerza, y cuando me di cuenta, la criada había puesto ya un pendiente en el otro pezón. Luego le tocó el turno a mi clítoris. No iba a gritar. No pensaba moverme para nada. Abrí las piernas, Salima se acercó a mi coño y ¡Zas! ya tenía el piercing puesto allí también.

Ashraf se acercó a mí, me acarició la cara con su mano y me dijo

«Te has portado muy bien perrita, ven que tengo algo para ti»

Me arrodillé en el suelo. Ashraf se acercó y me puso un collar de cuero negro en el cuello, con su inicial plateada en la parte delantera.

«Gracias Amo»

«Te lo has ganado, perrita. Acompáñame»

Le seguí hasta su habitación.

«A partir de hoy dormirás a los pies de mi cama, por la mañana te despertarás antes que yo, prepararás el baño, me despertarás con una mamada, y luego me limpiarás»

«Si Amo, como desees»

Y allí dormí esa noche, con el doble consolador dándome grandes orgasmos. feliz de haber contentado a mi Amo, de haberle demostrado lo buena perra que puedo llegar a ser.

Las siguientes semanas fueron las mejores que pasé allí. No hice nada que mereciera un castigo. Era la esclava ejemplar de mi Amo, que cada vez se mostraba más generoso conmigo, hasta dejando que comiese los deliciosos restos de su plato. Tenía mucha libertad de movimiento, ya que Ashraf tenía muchos momentos del día ocupados con sus «negocios» y yo los pasaba junto a Salima, aprendiendo a cocinar, limpiando la ropa, fregando el suelo, lo que fuese para complacer a mi Señor.

Un día Ashraf me dijo:

«Esta noche vendrán unos hombres a hablar de negocios. Salima y tú os encargaréis de servirnos la cena. Espero que no me defraudes, o te lo haré pagar caro»

«Si Amo, cumpliré con todo lo que me ordene» le respondí

Pasé la mañana con Salima, limpiando a fondo el Palacio, incluida la mazmorra, lo que me hizo pensar que no solo tendríamos que ocuparnos de servir la cena aquella noche. Nos pusimos a cocinar, la comida de Ashraf y la cena para varios comensales. Por la tarde nos duchamos con agua perfumada, eliminamos cualquier pelito, nos pusimos un enema para tener el esfínter bien limpio, y fuimos al vestuario. Salima sacó del armario dos uniformes de doncella, parecidos al que ella llevaba siempre, pero éstos tenían la falda más corta, un gran escote cuadrado, y eran el suyo blanco y el mío negro, con una cofia a juego. Nos pusimos zapatos de tacón de aguja, ella blancos y yo negros. Nos maquillamos como putas. Mucho khol en los ojos, pintalabios rojo. Ambas nos recogimos el pelo, yo en una coleta alta, y ella también, pero además se hizo una trenza en su larga melena azabache.

Cuando nos pusimos frente al espejo aluciné con la imagen que veía reflejada en él. Salima y yo estábamos guapísimas, una pasada. El vestido blanco resaltaba muchísimo su piel morena, y mi ropa negra hacia lo mismo con mi pálida piel, además, los generosos pechos de ambas sobresalían insinuantes por encima del escote. Hice la prueba de agacharme un poquito y ví que se me vería todo a la hora de servir la comida en la cena. Supongo que eso era precisamente lo que Ashraf quería, que esos hombres de negocios acabaran bien satisfechos esa noche. Pues no defraudaría a mi Amo. Me daba mucho reparo follar así, con cualquiera, y a saber cómo serían esos tipejos, o cuántos, o si se habrían duchado últimamente... si mi Amo quería una puta, una puta tendría.

Finalmente llegó la hora. Salima y yo fuimos al recibidor a esperar la llegada de los comensales. Ashraf entró el primero por la puerta, seguido de cinco hombres. El primero que vi fue un señor muy mayor, alto y delgado, con todo el pelo cano peinado hacia atrás, y grandes ojos azul clarito, que se clavaron en nosotras en cuanto entró. No sé porque se me erizó la piel cuando sentí sus ojos sobre mi cuerpo... como si fuera un pederasta o algo así. El siguiente era bajito y regordete, estaba muy sudado, y llevaba el pelo rubio graso pegado a la cabeza, y unas pequeñas gafitas redondas, de unos 35 años. Luego entró un chico, ¡guapísimo! no sé por qué había presupuesto que serían todos unos adefesios. Bueno, el chico, que debía tener unos 25 años, tenía el pelo castaño cortito y los ojos azul eléctrico. Nos repasó con una mirada de lo más lasciva cuando nos vio. Mi coño respondió mojándose. El cuarto hombre era rubio, bajito pero fornido, con el pelo largo despeinado, y llevaba perilla. Y por último entró un tipo delgado y pelirrojo, desgarbado, pero tenía cara de simpático. Todos tenían facciones europeas, americanas me atrevería a decir.

Acompañamos a la comitiva, andando delante de ellos, hasta el salón. Allí se sentaron y empezaron a comer mientras Salima y yo servíamos la comida y el vino en abundancia. Hablaron de negocios toda la cena, y todos sin excepción nos miraban el canalillo cuando nos agachábamos a coger o llevar algo a la mesa. Luego se levantaron, y les guiamos, siempre andando delante, hacia la mazmorra. Era una sala muy amplia, por lo que no había problema para acogernos a todos, los cinco invitados, Ashraf, Jalil, siempre silencioso y vigilante en una esquina, Salima y yo.

Jalil nos había ayudado por la mañana, apartando la cama a un lado y poniendo unos sofás y unas mesas bajas. También pusimos un mueble bar. Los hombres se fueron sentando y les empezamos a servir las bebidas, mientras la mayoría encendía un cigarro, un puro en el caso del hombre cano que me daba repelús. Ashraf debía haberles explicado que Salima y yo éramos sus esclavas personales, y que podían hacernos lo que quisieran (dentro de unos límites, no valía desgraciarnos para siempre), y el joven guapetón fue el primero en romper el hielo. Cuando me puse a su lado para darle el cubata, puso su mano en mi pierna y empezó a subirla hasta llegar a tocarme el culo. Por supuesto, no llevábamos ropa interior.

Miré a Ashraf, que estaba sentado en un butacón más alejado, sonreía mirándome, así que me quedé quieta y dejé que el joven se deleitara tocándome el agujero del culo. Salima estaba de pie entre el hombre cano y el rubio de perilla, que la manoseaban sin reparo. El hombre cano chasqueó los dedos, entonces Salima se arrodilló frente a él, le abrió la bragueta y empezó a chupársela, dejando el culo en pompa al alcance del rubio, que empezó a meterle un par de dedos en el coño.

El chico que me sobaba chasqueó entonces los dedos, me arrodille frente a él e hice lo mismo, dejando libre su hermosa polla, me la metí en la boca, agradecida de que fuera a él y no a otro a quien tuviera que mamársela. El gordito y el pelirrojo de momento se contentaban con mirar la escena, sentados cerca de mí, bebiendo de sus copas.

Salima iba gateando del hombre cano al rubio de perilla, chupándoles las pollas por turnos, entonces el gordito chasqueó los dedos, vi que era a mí a quien miraba, así que, con mucha pena, solté la polla que estaba mamando y me acerqué a él a cuatro patas, le bajé la bragueta y saqué su pollita, pequeña pero gruesa, y empecé a chupársela. El chico guapo, que ya no podía contenerse más, se puso tras de mí, escupió en la entrada de mi culo, y empezó a follarme por detrás con mucha fuerza. Estaba ya tan acostumbrada a la gran polla de mi Amo, que no me dolió para nada esa intrusión anal. Sus embestidas me empujaban hacia el hombre a quien se la estaba chupando, haciendo que me metiera dentro hasta los huevos.

De reojo ví como Salima se sentaba encima del hombre del pelo blanco, metiéndose su polla hasta el fondo del coño, y empezaba a cabalgar sobre él. El rubio no tardó mucho en ponerse detrás de ella, y apuntando su rabo a la entrada de atrás, se la metió de un golpe. El gordito terminó enseguida, llenándome la boca con su leche. Entonces el pelirrojo dijo algo al chico guapo que me enculaba, fuimos a la cama, el pelirrojo se tumbó boca arriba, yo me puse sobre él, metiéndome su polla en el coño, y el joven se puso tras de mí, enculándome con fuerza otra vez. Así nos follaron la primera vez, y todos se corrieron dentro de nosotras.

Entonces hubo un breve descanso, Salima y yo fuimos a la esquina, donde había el agujero en el suelo y el piso hundido, y nos limpiamos con cuidado el cuerpo. Los hombres no perdían detalle ya que, para hacerlo más morboso, ella me limpiaba a mí, metiéndome los dedos en el coño y el culo, y yo hacía lo mismo, metiéndoselos a ella. Nos secamos y nos quedamos desnudas frente a esos hombres.

Ashraf seguía observándolo todo desde su rincón. Me dio mucha pena que él no participara. Tenía muchas ganas de sentir su polla en mí. El segundo asalto estaba a punto de empezar.

El chico guapo y el pelirrojo pusieron a Salima en el potro, con las manos atadas a un lado, el culo en pompa, y las piernas atadas bien abiertas. A mí me llevaron frente a ella, ataron mis brazos abiertos a una tabla que estaba enganchada horizontal por unas cadenas por encima de mi cabeza. Me pusieron unas gruesas tiras en las rodillas y me las alzaron también, quedando en cuclillas, pero suspendida en el aire, y sin posibilidad de defenderme ni cerrar las piernas. Éste iba a ser el momento decisivo. Mientras me ataban vi como los hombres que tenían a mi amiga empezaban a pegarle con palas de madera. Salima no se quejó ni una vez.

El gordito y el rubio de perilla se pusieron a cada lado y empezaron a azotarme por atrás. Delante de mí se puso el hombre de pelo cano. No sé porque me desagradaba tanto este tío, pero mi instinto me decía que haría mejor huyendo ahora mismo de allí. No hice caso. Cogió un látigo y empezó a golpearme los pechos, el estómago, y se estuvo un buen rato martirizando mi coño abierto. Procuré no quejarme para nada. Sus golpes eran fuertes y contenían mucha rabia. Cuando se cansaron de eso, el hombre cano se acercó y me besó. No estaba preparada para aquello, al principio me quedé paralizada, pero hice de tripas corazón y empecé a acariciar su lengua con la mía. Quería morirme del asco que me daba.

A Salima ya se la estaba follando uno, alternando su polla entre el culo y el coño de la criada, mientras el otro se había puesto frente a ella y le follaba la boca con fuertes embestidas. Yo empecé a sentir una polla perforándome el año, el hombre cano cogió su polla, la apunto a mi coño y me la metió de un golpe. La tenía bastante grande. Me tiraba del pelo mientras me follaba, mirándome a los ojos en todo momento, como si supiera que me daba asco que me tocase, y lo disfrutara al máximo. Me mordió los piercings en mis pezones. El gordito estaba a un lado, pajeándose mientras miraba. se volvieron a correr. Esta vez no nos limpiaron... el rubio que me destrozaba el culo se apartó, y el viejo cano ocupó su lugar, metiéndome su polla hasta los huevos dentro, el gordito se situó frente a mí y me metió su polla en el coño.

El rubio se fue donde Salima, la habían desatado. El hombre pelirrojo se tumbó en el suelo, la criada se sentó encima, metiéndose su polla dentro del coño, el guapo, que era un adicto al sexo anal, introdujo su polla en el culo de mi amiga, y el rubio de perilla le metió su rabo en la boca, y empezaron a follársela los tres sin compasión. No tardaron mucho en correrse, entonces me tocó a mí. Me desataron también. El gordito se tumbó en el suelo, metiéndomela en el coño, el joven guapo no perdió oportunidad de volverme a encular, y el señor canoso me la metió en la boca hasta la campanilla. Me estuvieron destrozando todos mis agujeros mucho rato, hasta que se volvieron a correr.

Y como colofón final, Salima y yo nos pusimos en el suelo, de rodillas, besándonos y metiéndonos los dedos en el coño y el culo, mientras los cinco hombres, situados en círculo a nuestro alrededor, se pajeaban y nos regalaban, al unísono, una última corrida, que nos dejó completamente mojadas de sus espermas, dentro de cada uno de nuestros agujeros, y ahora por fuera también... el pelo.... los pechos... la cara... Salima lamía las lechadas de mi cuerpo y yo hacía lo mismo con ella...

Finalmente, los hombres se fueron. Salima y yo nos volvimos a limpiar, a fondo. Esa noche, cuando se la chupaba a Ashraf antes de ir a dormir, me acarició y me dijo

«Estoy muy orgulloso de ti» ... No podría ser más feliz.

miércoles

Maite. Secuestrada en Egipto. Cap 12.

Pasaron un par de semanas sin ninguna novedad. Ashraf ya no estaba enfadado conmigo, y realmente cuanto más sumisa me mostraba con él, más agradecido era él conmigo. Le hacía varias mamadas al día, y me follaba cuando más le apetecía. Cada mañana, cuando entraba en su despacho, me ponía un plug anal, y cada pocos días el plug era más grueso que el anterior. Eso me dio una idea de lo que tenía planeado hacerme en breve, pero decidí no preocuparme por ello hasta que llegase el momento. Cada noche, al ir a dormir, me ponía el doble consolador por mi coño y por mi culo, y cada noche, sin falta, tuve al menos un orgasmo pensando en las folladas de Ashraf.

El fatídico día llegó, y ni yo misma podía prever lo que ocurriría. Era una tarde como cualquier otra. Ese día llevaba puesto un precioso conjunto de gasa negra y roja semitransparente, con el tanga abierto por el coño y con el aro en la parte de atrás. Me había peinado con dos coletas, como una colegiala. Y iba maquillada exageradamente, como más le gustaba a él, como una chica de vida fácil.

Ashraf me llevó hasta su dormitorio. Esta vez estábamos solos él y yo. Me hizo desnudarle. Luego me tumbó en la cama y se sentó en mi cara, metiéndome su polla hasta los huevos. Se la chupaba tantísimas veces al día que mi boca se había hecho a su medida, y ya no me daban arcadas cuando la punta de su polla se follaba mi garganta. Sus huevos chocaban con mi barbilla cada vez que empujaba con fuerza su rabo dentro de mí.

Yo esperaba que me follase, como siempre, pero esta vez fue distinto. Me ordenó ponerme de pie, a los pies de la cama, con los pies en el suelo y las piernas bien estiradas. La cabeza apoyada en la cama. El culo completamente en pompa.

«Coge las nalgas con tus manos y ábretelas todo lo que puedas»

Así lo hice. Me dolía de tanto que las estaba abriendo. Ashraf entonces se acercó y con cuidado sacó el plug que tenía metido en el culo. Hacía tantos días que me torturaba con eso que tener el recto vacío me creo una sensación extraña. Y sin vaselina, ni aviso ni más precaución, apunto su dura polla a la entrada de mi ano y empezó a empujar.

Juro por todos los Dioses que intenté aguantar. Pero me dolía demasiado por lo grande que era su polla. El plug, comparado con su rabo, era un juguetito de nada. Yo clavaba mis uñas en mis nalgas, y mordía la sábana para no gritar, y el muy bestia no paraba, seguía empujando su polla en mi esfínter. Adentro... más adentro... más... en cuanto sus bolas estuvieron pegadas a mi piel me agarró por las muñecas y empezó a embestirme con una fuerza descomunal... no pude aguantar más, y entre lágrimas le supliqué...

«¡¡Amo por favor paraaaaaaaaaaa!! ¡¡¡No lo aguanto más!!! ¡Dejameeeeeeeeee!»

Mis gritos no sirvieron de nada, para variar, estuvo follándome el ano de una manera bárbara tanto tiempo que se me hizo una eternidad. Sentía que me rompía literalmente, que mi piel se estiraba al máximo y se rajaba... sentí mi interior destrozado... y muchísimo dolor... Se corrió clavándome la polla hasta el fondo. Yo empecé a llorar sin control.

Ashraf me llevó a rastras hasta su propio baño, me arrancó la ropa. me tiró de un empujón al suelo, volvió con un látigo fino y largo en las manos y empezó a darme golpes como un poseso.

«¡¡PUTA!! ¿¿¡¡Cuantas veces tengo que explicarte las cosas??!!»

¡¡¡¡ZAS ZAS ZAS!!!!

Ashraf me daba golpe tras golpe, muy enfadado conmigo. Y se marchó, dejándome allí tirada en el suelo, con su leche saliéndome por el culo violado sin compasión por él mismo. Yo lloraba y lloraba. Ya no podía aguantar más eso. Mi vida se había convertido en estar pendiente de Ashraf y de lo que su polla quería. Pretendía que tuviese la boca, el coño y ahora también el culo abiertos siempre a su disposición. Ya no podía más.

Una brisa fresca rozó mi cara. Abrí los ojos, me sequé las lágrimas, y vi gracias a la luz de la luna que la pequeña ventana estaba abierta. Ashraf había olvidado atar mis esposas, por lo que era libre de escapar. No me lo pensé dos veces, salté como pude y salí por el pequeño agujero.

Por unos breves instantes pude saborear la libertad. Corrí por el patio hasta llegar a la verja de la entrada, salí fuera... escondida en las sombras. Me sentía feliz, y tan lista por mi brillante idea. En ese mismo momento unas manos me agarraron por detrás, tapándome la boca y agarrándome fuerte la cintura, tiraron de mi hacia atrás y me metieron en una casucha vieja y sucia. Dentro de la caseta, siete de los guardias descansaban de su turno. Los había tumbados en la cama, algunos jugando a cartas, otros bebiendo alcohol... a cada cual más feo y andrajoso que el anterior. Todos dejaron lo que tenían entre las manos cuando el que me tenía cogida me metió allí dentro. Y vi cómo se les salían los ojos de las órbitas al verme desnuda frente a ellos, maquillada como una puta y las coletitas. Se me paró el corazón. Ocho tiparracos asquerosos deseando meterme sus pollas en el primer agujero que pillaran. ¿Qué había hecho? ¿¿Porque había tenido que escapar del palacio? Vale, Ashraf era un cabrón, pero dentro de unos límites. A estos tipos les iba a dar igual si moría en el proceso. Iban a violarme todos ellos, a saber cuántas veces por cabeza, y punto.

Con un acto reflejo, mordí la mano del guardia que me tenía cogida y en cuanto me soltó empecé a gritar como una posesa. No sé por qué lo hice, quién esperaba que viniese en mi auxilio, pero la verdad es que funcionó. Ya me habían tumbado en el suelo, y me habían puesto un trapo en la boca para que no gritase más, empecé a notar sus mugrientas manos toqueteándome todo el cuerpo, cuando Ashraf entró en la casa, seguido de Jalil.

En cuanto los hombres que me querían violar vieron quién había entrado, se apartaron de mí, dejándome allí tirada en el suelo, y aproveché para quitarme la mordaza que me habían puesto. El tipo que me había traído a este lugar dijo algo, Ashraf le respondió muy enfadado, el hombre le replicó y entonces Ashraf le dio un puñetazo que lo dejó k.o. Los demás hombres empezaron a balbucear, pero Jalil les hizo callar en seguida. Todos bajaron la vista al suelo, ya nadie dijo nada más.

Ashraf cogió mi cadena con la mano y me hizo seguirle andando a cuatro patas, hasta entrar al palacio.


Entramos al recibidor, y Ashraf le dio una orden a Jalil, que salió de la habitación. Yo estaba en el suelo, tiritando de miedo, y por primera vez desde que estaba allí, sentí un profundo agradecimiento hacia mi Amo, por haberme salvado de mi propia estupidez.

Antes de que él me dijese nada, me lancé a sus pies, besé... lamí... sus zapatos... llorando... le dije, desde el fondo de mi corazón:

«Gracias por haberme salvado Amo, sé que he sido una idiota huyendo así. Aguantaré cualquier castigo que crea conveniente sin quejarme, dejaré que me folle por el culo sin decir nada. Amo, por favor, apiádese de esta esclava estúpida que no sabe lo que hace.»

No sé si fueron mis palabras, o que él supo que por primera vez lo decía en serio, pero me respondió

«Espero que sea verdad lo que me dices. No voy a preocuparme más por si quieres escapar, porque ya has visto qué te pasará si lo haces. Y te prometo que la próxima vez no iré corriendo a rescatarte. Ahora ven conmigo y demuéstrame de una vez por todas qué clase de puta eres. No estarás esposada ni amordazada, por tu propio bien, no hagas ninguna tontería más.»

«No Amo, seré buena»

Como había dicho, me quitó las esposas y el collar. Anduve como una perrita a su lado. Y siendo sincera, sentía que me faltaba algo... llevar puesto el collar tanto tiempo hacía que ahora sintiese el cuello más desnudo que no llevar nada de ropa puesta. Ashraf me llevó por la cocina hasta una puerta donde había unas escaleras que descendían. Era una especie de mazmorra excavada en la roca del desierto. Allí estaban Jalil y Salima, preparando algunas cosas. Vi un potro, una especie de cruz de madera... decidí que esta vez tenía que comportarme bien.

«Ponte aquí, coge con las manos el gancho y no te muevas»

«Si Amo, como ordenes» me puse de puntillas, agarrando el gancho que colgaba de la pared.

Ashraf volvió con una pala en las manos. Jalil estaba a mi espalda, con una pala también. Al unísono empezaron a darme golpes por todo el cuerpo. Ni un solo milímetro de mi piel se libró de la tortura. Brazos, torso, espalda, pechos, cadera, culo, mi coño, las piernas... cada parte recibía su azote, a veces en dos sitios a la vez, a veces uno y luego otro…

¡¡¡¡ZAAAASS!!!! ¡¡¡¡ZAAAASS!!!! ¡¡¡¡ZAAAASS!!!!

Golpes y más golpes cayendo sobre mí. Extrañamente me sentí bien. Sabía que me lo había merecido, y recibí con gusto el castigo que mi Amo había ideado para mí. Con este castigo, de alguna forma, pagaba por el daño que había provocado. No solté las manos ni emití sonido alguno.

Ashraf entonces dejó la pala a un lado, dijo algo y Salima se arrodilló para meterse su polla en la boca. Jalil se acercó, con el rabo fuera, y Salima fue pasando de uno a otro, dejándolos ambos bien mojados. Ashraf entonces se acercó a mí por delante, cogió una de mis piernas y me metió su rabo por el coño. Me miraba directamente a los ojos, yo no podía apartar la mirada... cuando la tuvo metida bien adentro, Jalil se puso tras de mí y empezó a meterme su monstruosa polla por el culo. Una lágrima asomó a mis ojos, pero no me dejé llevar por la desesperación. Apoyé la cabeza en el hombro de Ashraf y empecé a respirar profundamente, relajando lo más que pude el esfínter, para que Jalil pudiese penetrarme con más facilidad. Finalmente, me la metió también hasta el fondo... ¡qué dolor! Ashraf cogió mis dos piernas, dejándome en el aire y, a la vez, empezaron a follarme, rompiéndome en dos por dentro. La polla de Ashraf llenando mi coño y el pollón de Jalil destrozándome el ano. Me follaron un buen rato así, con mucha fuerza, como dos animales, como dos bestias salidas del infierno. Ashraf me hizo mirarle a los ojos de nuevo y me dijo:

«Córrete perra, como lo haces cada noche pensando en mi rabo»

Eso fue el súmmum para mí. Ya estaba totalmente ida. Ya no era yo. Sin dejar de mirar sus profundos ojos negros, empecé a gemir, a relajarme... ¡¡a disfrutar!! Sus sacudidas se intensificaron y mi cuerpo respondió a la doble penetración, disfrutando del dolor, teniendo un orgasmo como jamás lo había tenido. Sentí que litros de mis jugos resbalaban por sus pollas hasta caer al suelo, formando un charco a mis pies. Ashraf y Jalil siguieron follándome con fuerza hasta que se corrieron a la vez, cada uno en su agujero, llenándome de dicha y placer.

Una vez terminaron de follarme, mi Amo me ordenó soltar las manos del gancho. Me llevó a un rincón, donde había un agujero en el suelo, y el piso hundido hacia el agujero, como esos lavabos que a veces había visto en las autopistas. Me hizo poner de rodillas en el centro, con las piernas, los brazos y la boca abiertas. Jalil y Ashraf se pusieron frente a mí, cada uno a un lado, y Salima se sitúo detrás, con su coño justo encima de mi cabeza.

«No te muevas ni un milímetro»

«No Amo, estaré quieta»

En cuanto dije esto, los tres a la vez empezaron a mearse encima de mí. Ashraf y Jalil apuntaban con sus pollas a mis pechos, a mi coño, a mis piernas... el chorro de pis de Salima me caía justo en la cabeza, mojándome el pelo, bajando por mi frente, mi nariz, hasta llegar a mi boca, que no cerré. Jalil y Ashraf terminaron de mear ambos también en mi boca. Me daba igual, Ya nada me podía dar asco. Yo solo era una puta. Un objeto con el que mi Amo podía hacer lo que le apeteciera, y cumplir con sus órdenes, y precisamente cuanto más asquerosas o más dolor me causasen éstas, más placer me daba a mí.

Cuando todo terminó, Ashraf y Jalil se fueron a un lado. Salima cogió un cubo de agua y empezó a limpiarme a consciencia. Yo me sentía totalmente satisfecha. Había cumplido con mi palabra. Ashraf estaría contento conmigo.

domingo

Maite. Secuestrada en Egipto. Cap 11.

Avancé unos pasos, sin atreverme a levantar la vista del suelo.

«Quédate quieta, de rodillas» me dijo Ashraf, muy seriamente

«Si Amo» le respondí yo en un susurro

Se levantó de la silla y vino hacia mí. Empezó a andar a mi alrededor, como pensando qué me diría o cual sería su siguiente paso, aunque conociéndole seguro que ya lo tendría todo planeado de antemano, y que lo único que pretendía al hacer eso era ponerme más y más nerviosa, y lo estaba consiguiendo. En ese momento, esperando que hiciera o dijera algo, arrodillada casi desnuda en el suelo, con el cuerpo dolorido. Fue cuando entendí que mi vida estaba ahora en sus manos. Yo había dejado de ser yo. Le pertenecía, como le pertenecían sus zapatos o su mesa. Por lo que tenía derecho a utilizarme como quisiera, y lo más importante, podía deshacerse de mi cuando le apeteciese. Decidí que a partir de ese momento sería la perra perfecta de mi Amo. Se acabaron los castigos. He dejado de ser Maite. Solo soy la perra de mi Amo.

«Abre la boca»

Lo hice, me metió la polla dentro, hasta el tope y empezó a follarme así mientras me decía:

«Esta va a ser tu rutina a partir de hoy. Dormirás en la bañera. A primera hora vendrá Salima a despertarte y desatarte, te duchas y rasuras si hace falta, luego irás al vestidor con ella y tu misma escogerás la ropa que creas más apropiada para presentarte frente a tu Amo. Te maquillarás y peinarás tu sola. Luego, vendrás a mi despacho, y lo primero que harás será arrodillarte, venir a gatas hasta mi escritorio y me harás una mamada.»

Entonces me sacó la polla de la boca, me llevó hasta el escritorio y me dejó allí apoyada, con el culo en pompa. Se puso tras de mí y me la clavó en el coño sin miramientos. Yo no dije nada... no me quejé... él siguió hablando.

«Cuando yo te lo ordene, podrás parar y te irás al rincón, a cuatro patas, y te esperarás por si me apetece ordenarte cualquier cosa... repítelo para que vea que lo has entendido»

«Si Amo, una vez limpia, vestida y maquillada, cada mañana entraré a gatas y se la chuparé y luego me quedaré en la esquina esperando.»

Me costaba hablar mientras me envestía con su polla, pero lo hice lo mejor que pude.

«Bien, veo que el castigo de ayer sirvió de algo.»

Se calló y siguió follándome bruscamente un buen rato, finalmente me dijo:

«Ahora» me dijo «quiero que me supliques que me corra dentro de ti. Dilo... ¡quiero que te corras en mi coño, Amo!»

«Quiero que te corras en mi coño, Amo»

y me follaba con más brutalidad... con golpes más fuertes.

«Y quedarme embarazada de ti sería un honor, Amo»

Tragué las lágrimas que luchaban por salir y lo repetí

«Y quedarme embarazada de ti sería un honor, Amo»

Y como yo le había pedido, embistió una última vez y se corrió dentro de mí. Luego cogió un plug anal del cajón de la mesa, lo metió en mi coño para humedecerlo, y luego fue presionando con fuerza en mi culo, metiéndolo por el aro metálico, que lo mantendría sujeto allí. Era más corto que el consolador que utilizó ayer, pero más grueso, con forma triangular. Y en el otro extremo salían unas tiras de cuero negro, como si fuera un látigo. Terminó de meterlo, me puse a cuatro patas, y fui andando hasta la esquina. Cuando me vi a través de sus ojos, entendí que las tirillas de cuero saliendo de mi culo hacían que pareciese la cola de la perra. Y su inicial tatuada al lado dejaba claro de quién era la perra. En eso me había convertido, en la puta de Ashraf.

Era antes de mediodía cuando Ashraf me cogió por la cadena, y obligándome a andar a cuatro patas, bajamos por las escaleras y me hizo salir fuera. Vi que Jalil estaba ahí. El patio era un rectángulo amurallado, de suelo arenisco, y en el centro del mismo había un pozo.

«Da diez vueltas al patio, andando y ladrando como una perra. Cada vez que pases por mi lado quiero que beses mis zapatos y me des las gracias por el castigo» me dijo Ashraf

«Si Amo» respondí yo

Y empecé a recorrer el perímetro marcado por mi Amo. Me sentía muy avergonzada, pues sobre los muros había varios hombres apostados, con metralletas en el regazo. Hombres que, como Jalil, no apartaban su penetrante mirada de mí. No me extraña. Una pequeña joven de piel blanca, rubia, bonita, con los pechos al aire, un consolador metido por el culo y que, no solo iba andando a cuatro patas por el suelo, sino que además iba ladrando:

«guau, guau»

«Ladra más fuerte, perra» me dijo Ashraf

«¡¡Guau!! ¡¡Guau!!»» ladré yo, y oí como varios de los hombres reían, divertidos por el espectáculo. Pero no me iba a dejar amedrentar. Ashraf me estaba poniendo a prueba, y estaba dispuesta a demostrarle que haría cualquier cosa que me pidiese, por absurda o ridícula que ésta me pareciese. Por mucha vergüenza que me hiciera sentir.

Terminé de dar la primera vuelta, llegué donde estaba mi Amo, me arrodillé frente a él, y le besé los sucios zapatos.

«Gracias por el castigo, Amo»

Y seguí con mi vuelta, ya solo me quedaban 9. Terminé otra, y al empezar la tercera mis manos y rodillas empezaron a dolerme por la arena del suelo. Sobre todo, las rodillas estaban empezando a ponerse al rojo con los arañazos y las piedrecillas que se me quedaban clavadas en la piel. Pero seguí adelante. Llegué donde Ashraf, le besé los zapatos:

«Gracias por el castigo, Amo»

Y empecé la cuarta vuelta. Era tanto el dolor que sentía que ya me daba igual todo a mi alrededor, los hombres podían estar haciéndose una paja, que la verdad ni si quiera me importaba. Mi mundo quedó reducido al sordo dolor que emanaban mis manos y rodillas.

«¡No te oigo ladrar, perra!»

Coño, me había olvidado... «¡Guau! ¡Guau!»

Vuelta, ladrido, beso, vuelta, ladrido, beso... perdí la cuenta cuando decidí centrarme solo en el siguiente paso, o no lograría completar el castigo. Mano - rodilla - ladrido - mano - rodilla - ladrido... y cuando finalicé, dando un último beso a sus zapatos, y agradeciéndole por última vez a Ashraf su castigo, me cogió la cadena y me hizo entrar en casa.

Mis extremidades me seguían doliendo, pero agradecí al cielo que casi todo el palacio tuviera los suelos cubiertos de mullidas alfombras. Fuimos hasta el comedor. Ashraf se sentó a comer. Salima puso un cuenco con caldo frente a mí, mientras Jalil se situaba a mi lado. subiéndose la túnica.

«Coge el cuenco con las manos, chúpasela a Jalil, y que no caiga ni una gota al suelo o te quedas sin comer»

Hice lo que me ordenó, arrodillada frente a Jalil, un negro de dos metros de alto por lo menos, cogí el cuenco de sopa entre mis manos y abrí la boca, para meterme dentro la enorme polla del guardián de Ashraf. Era una polla increíblemente grande, como el resto de su persona, más grande y gruesa que la de su Amo. Con un olor más fuerte. Y un sabor más marcado. Casi era imposible metérmela en la boca, si algún día me la intentaba meter en el coño me reventaría por dentro, seguro.

Le succioné el rabo un buen rato, y sabía que le gustaba porque éste se iba endureciendo y soltando líquido preseminal que, junto a mi propia saliva, iba cayendo dentro del cuenco; pero el negro no variaba su serio semblante para nada. Cuando llegó al clímax, tras un buen rato de chupársela, me hizo apartar la cabeza, apunto su vergote a mi plato de comida y se corrió tanto que el volumen del caldo se duplicó. La sopa estaba caliente, pero no quemaba. Jalil puso su rabo dentro, y a modo de cuchara, removió el caldo, mezclándolo bien con su semen. Luego lo sacó y me hizo una seña que entendí perfectamente. Volví a meterme su polla en la boca y se la dejé limpia.

Cuando terminé se subió los pantalones y se hizo a un lado. Yo dejé el cuenco en el suelo, junto a los pies de Ashraf, y empecé a beberme el caldo lefoso... realmente el semen de Jalil tenía un gusto mucho más fuerte que el de Ashraf. Pero me lo comí sin rechistar, hasta la última gota. Esperaba que después de haber aguantado todo esto sin quejarme, mi Amo dejara de estar enfadado conmigo.

miércoles

Maite. Secuestrada en Egipto. Cap 10.

Salima salió de la habitación y fue a buscar lo que el Amo le había pedido.

Lo primero que hizo Ashraf fue ponerme una mordaza, una de esas que llevan una pelota. Luego, me puso a los pies de la cama, de rodillas, con el tobillo y la muñeca derechos atados a ese poste de la cama, y los izquierdos al otro. De este modo quedé con la cara apoyada en la cama, el culo totalmente en pompa, y las piernas completamente abiertas.

Esta vez cogió un látigo de varias colas. Sin previo aviso alzó la mano y ¡¡ZAS!! ¡¡ZAS!! ¡¡ZAS!! empezó a golpearme con toda su rabia contenida

¡¡¡¡ZAS !!!! ¡¡¡¡ZAS !!!! ¡¡¡¡ZAS !!!! ¡¡¡¡ZAS !!!! ¡¡¡¡ZAS !!!! ¡¡¡¡ZAS !!!!

Y un azote... y otro... y otro más... y yo lloraba y gemía como podía a través de la mordaza... ¡¡¡¡ZAS !!!! ¡¡¡¡ZAS !!!! ¡¡¡¡ZAS !!!! ¡¡¡y otro y otro más!!! Me dio más de 40 azotes en el culo. Yo creo que paró cuando se le cansó el brazo. Jamás había sentido tanto dolor en mi vida... ni cuando hacia un momento me penetraban por el coño, y mi culo virgen... aaaaah Dios mio que dolor. Cuando paró me sentí muy aliviada.

Entonces entró Salima en la habitación, llevando en las manos un hierro candente, que entregó con sumo cuidado a Ashraf. Yo lo veía todo de medio lado, ahí con la cabeza hundida en el colchón y las lágrimas nublándome la vista. Ashraf vino a donde estaba yo, me enseñó el hierro al rojo vivo y me dijo, sonriendo:

«A partir de hoy te va a quedar muy claro a quien perteneces»

Y tal cual dijo esto... ¡ZAS! apretó la punta de hierro candente contra mí ya dolorida nalga. Yo gritaba como podía... lloraba... me ardía el coño por haberse tenido que abrir tanto con su polla, me dolía el ano por la intrusión de Salima, sentía todos los latigazos como tiras de fuego en la piel, y ahora literalmente Ashraf me estaba quemando, tatuándome su inicial de por vida en el culo, como al ganado...

Mantuvo el hierro caliente contra mi piel unos segundos, luego se lo devolvió a Salima, y sin más, me cogió por las caderas y me metió su polla hasta los huevos. Como tenía el coño completamente mojado por su semen, su enorme rabo pudo meterse sin problemas en mi raja, y lo hizo, vaya si lo hizo. Miles de agujas me atravesaban. Ya casi no podía gritar. Sus manos me cogían con firmeza y su polla me penetraba una y otra vez... yo ya no podía aguantar más... otra vez follándome como un salvaje. Todo ese dolor en mi coño y en mi trasero... ¿por qué le había gritado? ¿porque he sido tan tontaaaaa? Sus empujones se fueron haciendo cada vez más duros, más fuertes y rápidos. ¡¡Su polla me rompía en dos el coño y yo no podía hacer nada!! Todo eso le tenía que estar poniendo muy cachondo, porque en nada me la clavó y su semen se vertió en mi interior. Como aclarándome con sus actos que él es el Amo y yo una simple perra que hará lo que le digan.

Y lo entendí. Se me quitaron las ganas de volver a gritarle nunca.

Después me desató y me llevó al baño de siempre. Me ataron las muñecas al techo, en la bañera. No me limpiaron. Me sentía sucia. Ashraf le dijo a Salima que me desnudara completamente y me pusiera un arnés, como el que ella había llevado antes, pero éste tenía una polla generosa que se deslizó fácilmente en mi coño, y otra más fina que se metió en mi culo con dificultad. Era tanto el dolor que sentía en mi cuerpo que me era imposible relajarme para que la penetración fuese más sencilla. Finalmente consiguió meterla. Cuando ya tuve el arnés bien puesto, Ashraf me dijo que esa noche iba a pasarla allí:

«Así tendrás tiempo para reflexionar sobre tu comportamiento»

Y dicho esto, le dio al mando y los consoladores empezaron a vibrar. Apagaron las luces y me dejaron sola. Las primeras horas fueron terribles. Dolor en los brazos, en mi boca, y sobre todo en mis nalgas, y mi coño y mi culo recibiendo estímulos sin pausa. El peor era el del culo. Me seguía doliendo mucho y se me hacía muy extraño tenerlo allí metido. Bien entrada la noche mi cuerpo empezó a responder a esos estímulos sin mi permiso, y sinceramente, sin que yo lo entendiese. Mi coño me daba descargas eléctricas... la polla de mi culo ya no me molestaba tanto... la vibración empezó a gustarme. No podía dejar de pensar en Ashraf, en sus ojos oscuros mirándome. Recordé como Salima y él me habían follado esa tarde... más cosquilleo en mi entrepierna... mi cabeza lucha por mantenerse serena. Nada de esto tenía sentido, no podía ser verdad que me estuviera poniendo cachonda... otra descarga eléctrica... y dejé de luchar con ello. Me dejé llevar, cerré las piernas, junté las rodillas, sentí más profundamente el consolador metido en mi coño... aaaaah... el interior de mi coño empezó a palpitar desmedidamente cuando me corrí, sintiendo una gran cantidad de mis propios jugos, que mezclados con los de Ashraf, bajaban por mis muslos.

Debí haber aguantado, porque una vez me hube relajado y me dejé llevar, al haber tenido un orgasmo mi coño quedó más sensible, y eso no paraba de vibrar... y me volvía a excitar... no.... no podía parar. Pero es que ya me daba igual. Estaba claro que si me mantenía en mis trece acabaría muy malherida. Ashraf no se contenía a la hora de castigarme. Y ya estaba cansada.... aaah... otro orgasmo me llenó la raja de humedad. Esta vez mi esfínter también palpitó, uniéndose a la tortura de mi placer no deseado... y los consoladores siguieron vibrando... uf... a partir de ahora me iba a portar bien. Me convertiría en la perra más sumisa de mi Amo. Haría lo que me pidiese. Le lamería los zapatos si fuese necesario. ¿Qué más daba, si igualmente, me lo haría hacer a la fuerza? Recordé el hierro candente en mi nalga, el olor a piel quemada, el crepitar... no quería volver a pasar por eso nunca más.

Esa noche se me hizo eterna. Di alguna cabezada que otra, pero tenía sueños húmedos extraños, y me despertaba con el coño palpitante, como si me hubiera corrido en sueños.

Como los días anteriores, por la mañana vino Salima, me sacó los consoladores y la mordaza, me limpió, y fuimos al vestidor. Yo me dejaba llevar sin quejarme ni decir nada. ese día me puso un conjunto interior muy curioso, compuesto por un sujetador que eran unas tiras de látex negro en forma de triángulo hueco para dejar el pecho al aire, y un tanga del mismo material, con un aro metálico en la zona del ano y una raja en la entrada del coño. Zapatos a juego. Coleta alta, como el primer día. Antes de salir del vestidor, pude ver de reojo la letra «A» grabada a fuego en mi piel, entre multitud de marcas rojas que cruzaban sin orden la blanca piel de mi trasero. Jalil me llevó entonces al despacho de Ashraf, abrió la puerta y me dejó allí sola.

sábado

Maite. Secuestrada en Egipto. Cap 09.

«Supongo que ya te imaginas para qué hemos venido aquí»

un rubor me delataba, no haciendo falta que le respondiese nada

«El primer día ya te expliqué para qué te había comprado. Vas a ser mi esclava en todos los sentidos, mental, físico, y hasta espiritual.»

A este tío se le va la pelota completamente...

«Sé que por ahora te será difícil de creer, pero todo llegará en su momento. Por ahora espero que te haya quedado claro que cuando te comportas bien tienes tus ventajas y cuando lo haces mal tienes un castigo.»

Si, eso me ha quedado bastante claro

«Bien, pues ha llegado el momento de demostrarme lo que vales. Podemos hacer esto por las buenas, siendo una buena perrita que acata CUALQUIER orden que yo, tu Amo, te de o...»

o...

«Puedes negarte a complacerme, con lo que harás que me cabree y lo que podía haber sido una bella experiencia pasará a ser una violación en toda regla, con terribles consecuencias para ti»

... ya, o me dejo forzar por las buenas o lo harás igualmente por las malas. Pues que bien.

Sentí flojera en todos los músculos de mi cuerpo, me dio la sensación que en cualquier momento las piernas me fallarían y caería de bruces al suelo. Hasta estaba empezando a marearme... ¿qué hacía? no quería ser la puta de este pervertido, pero me da pánico el castigo físico... y la otra noche en la cena... sentí algo... no sé por qué. Es como si mi mente lógica y racional entendiera que esto está mal y no debería aceptarlo, pero por algún extraño motivo, mi cuerpo, por algún instinto primitivo y animal, respondía complaciente a las caricias de este hombre-diablo. Era como si su mano fuera más allá del toque físico con mi cuerpo y de alguna manera llegase a acariciar mi alma. Me di cuenta de que estaba en un momento muy peligroso, y que la mejor forma que tenía de salir de él casi indemne era aceptar sus condiciones y no hacerle enfadar. Pero no le iba a demostrar que me gustaba. Sería lo más humillante para mí, y seguro que haría hincharse de orgullo a su ego.

«¿Qué decides, perrita, ¿lo haremos por las buenas o por las malas?»

«Por las buenas, Amo, seré complaciente y sumisa con usted» respondí, con la mirada fija al suelo y las mejillas encendidas en fuego...

Ashraf entonces se desnudó completamente, dejando al aire su gran polla, dura y tiesa, y luego me desató las esposas. Salima seguía en la habitación, esperando desnuda, en silencio, en un rincón. Entonces me dijo:

«Ve a la cabecera de la cama y ponte de rodillas, con las piernas abiertas, mirando hacia mí, y cogiendo con cada mano uno de los barrotes»

Cumplí su orden, muerta de miedo. Ashraf le dijo algo a la criada, que se subió a la cama y se puso a cuatro patas frente a mí, y empezó a lamerme el coño con una devoción que me dejó sin palabras... ¿tanto le gustaban las mujeres? ¿o es que le complacía en sobremanera obedecer las órdenes de su Amo? Cuando sentí los primeros lametazos de Salima en mi coño, instintivamente cerré un poco las piernas. Ashraf se acercó a mi lado y me pellizcó con fuerza el pezón.

«He dicho con las piernas abiertas, zorra, no hagas que te lo tenga que volver a repetir»

«No Amo, perdón»

Abrí más las piernas y Salima siguió a lo suyo. Joder yo no estaba preparada para esto... nunca se me había pasado por la cabeza enrollarme con una chica. Pero la verdad es que me lo estaba haciendo tan suave y dulcemente que empezaba a gustarme.

Como la cama no tenía nada en el cabecero, Ashraf se puso tras de mí, pegando su pecho a mi espalda. Sus manos empezaron a recorrer mi cuerpo, tocaba con sus manos firmes mis pechos, abarcándolos casi completamente con sus manazas. Era increíble el contraste de su piel morena con mi palidez. Luego, siguió jugueteando con uno de mis pezones, mientras bajaba la otra mano, acariciándome el estómago hasta llegar a mi clítoris. Empezó a acariciarlo con mucha maña... mientras la lengua de su sirvienta se perdía en las profundidades de mi coño. Pegado a la espalda como lo tenía podía notar en todo momento la potente erección que lucía, ya que su polla rozaba constantemente mis nalgas.

Y si, joder, no sé por qué, pero lo estaba disfrutando. Pero no dejé salir ni un gemido, e intenté que mi respiración pareciera de lo más normal. Cerré los ojos y pensé en mi marido, en mi familia en todo lo que había dejado atrás. Mis amigas. Las tardes de compras. El trabajo. Se me hizo un nudo en la garganta y no pude evitar que unas lágrimas bajaran por mis mejillas, al pensar lo preocupados que deberían estar todos, buscándome desesperadamente, esperando ansiosos cualquier noticia que no llegaría, porque yo estaba allí, abierta de piernas «por voluntad propia», disfrutando en silencio de la comida de coño de una criada que podría ser mi hermana menor, de las manos de Ashraf usurpando mi cuerpo... ¿en quién me había convertido?

Como tenía los ojos cerrados, no vi como Ashraf alargaba la mano y cogía uno de los consoladores. Era más pequeño que su polla. Desde mi espalda, puso el consolador en mis labios y me hizo chuparlo un rato. Luego, lo bajó y lo introdujo en mi coño, que no opuso resistencia. Salima se apoderó del consolador, y lo iba moviendo mientras chupaba mi raja. Estuvimos un buen rato así, luego, a una orden suya, Salima se giró, poniéndose a cuatro patas frente a mí.

«Ahora chúpale tú el coño a ella» me dijo Ashraf

Salima estaba arrodillada, con la cabeza en los pies de la cama, yo me puse en la misma posición tras ella, y tragándome mis escrúpulos, saqué la lengua y empecé a chuparle su morena raja. No sabía tan mal como esperaba. Ashraf se sitúo tras de mí, jugueteando con el consolador, y ¡lamiéndome el agujero del ano! (nadie antes me lo había hecho, fue una sensación de gusto muy extraña que me desconcertó), luego Ashraf cogió otro consolador, un poco más grande, y me lo dio

«Méteselo a ella, y chúpale el culo como yo te estoy haciendo a ti»

Lo chupé un poco para no hacerle daño, Salima siempre se había portado bien conmigo, dadas las circunstancias. Empecé a metérselo por el coño, mientras ella gemía. Lamerle el agujero del culo era terrible. Se veía limpio pero... que asco. Empecé por la raja, subiendo poco a poco por la piel entre ambas zonas, y cuando llegué al ano, simplemente saqué la lengua y la puse allí... no estaba tan mal... podría aguantarlo. No quería que me castigaran de nuevo por eso. Yo lamía el ano de Salima, metiéndole el consolador por el coño, Ashraf lamía el mío, metiéndome otra polla de esas por el coño, y yo callada mientras la criada se dejaba llevar por su placer.

Cuando mi captor decidió que ya estaba satisfecho, nos hizo dejar los consoladores y volvió a movernos. A pesar de que me había dicho que iba a ser «por las buenas», se tumbó en la cama, y pidió a Salima que me atara las manos, cada una a un lado del marco de la cama, justo en medio de esta. Así yo quedaba arrodillada sobre Ashraf, con su polla apuntando a mi raja. No entendía por qué lo hacía, ya que hasta ahora no había dicho ni mu, me había portado como una perra ejemplar. Ashraf me miró a los ojos y me dijo:

«Métete mi polla hasta el fondo y cabálgame»

No pude apartar mi mirada de la suya cuando le respondí

«Si Amo, me meteré su polla hasta el fondo»

Y empecé a bajar lentamente. Tenía las piernas, libres, bien abiertas, y los brazos abiertos, atados a lado y lado de la cama por arriba. Ashraf se mantuvo quieto, lo único que hizo fue agarrarme con fuerza los pechos con ambas manos y amasarlos con ganas. Yo sentía mi coño abrirse hasta los topes a medida que iba bajando, metiéndome todo su mástil en mi rajita. No pude llegar al tope, cuando me faltaba poco más de la mitad por meterme sentí que la punta de su polla había tocado fondo en mi útero, por lo que empecé a cabalgar. Movía las caderas hacia delante y hacia atrás, metiéndome y sacándome ese pedazo de rabo. Mientras, él movía sus manos por mis pechos, mis caderas y mis nalgas.

Y así estaba yo entretenida, sin querer pensar en nada, para no acabar loca del todo, cuando apareció de nuevo Salima. Yo no la vi, ya que se puso tras de mí, pero se había puesto una especie de braga negra de esas que son con doble consolador, uno más grande que tenía ella metido en el coño, y otro, mucho más fino, que sobresalía por la parte delantera, y apuntaba peligrosamente a la entrada de mi culo. Cuando Salima estaba situada como Ashraf le había ordenado, a mi espalda, éste, cogiéndome por sorpresa, me agarró muy fuerte, abrazándome, con su cara hundida entre mis pechos; y entonces la joven criada escupió en la entrada de mi culo, y con mucha calma, metió ese aparato dentro de mí.

Yo no paraba de retorcerme y quejarme...

«Por favor! ¡¡¡Eso no!!! nunca lo he hecho por ahí!!! me va a doleeer!! ¡¡¡¡por favoooooooor!!!!»

Pero lo único que conseguí con mis súplicas es que Ashraf se enfadase. Empezó a morderme los pezones con rabia, y a clavarme las uñas en la espalda. Yo no podía moverme, a pesar de tener las piernas libres, pues mis brazos encadenados me obligaban a permanecer en esa postura. Yo lloraba cuando Salima, por fin, acabó de meterme la polla de plástico en el ano... sentía tanto dolor. Las paredes de mi esfínter, de forma inconsciente, palpitaban, rígidas, por la agresión sufrida. Ashraf dio otra orden a Salima, y entonces empezaron a FOLLARME, en mayúsculas. Él seguía abrazándome fuerte, impidiéndome cualquier movimiento, y empezó a embestirme con su polla de una forma muy bruta, y Salima hacía lo mismo en mi ano. Me follaban como animales salvajes... yo gritaba y lloraba. Pero a Ashraf le daba igual, sus embestidas eran tan bestias que consiguió meterme TODA su POLLA dentro. Lo sentí como si algo en mi coño se hubiera roto o se hubiera dado de sí... ahora sí que sentía su polla llenándome por completo, atravesando mi matriz y casi follándose mi estómago, junto con la polla de Salima, que entraba y salía frenéticamente de mi culo, que cada vez me dolía más y más.

«¡¡¡¡BASTA POR FAVOR PARAD YAAAAAAA NO PUEDO AGUANTARLO MAAAAS!!!!»

En cuanto grité, Ashraf clavó su enorme polla en lo más profundo de mí (Salima hizo lo mismo al ver lo que hacía su Amo) y empezó a correrse abundantemente dentro de mí. Litros y litros de semen disparados tan en el fondo de mi útero que dudé que jamás llegara a salir... mierda.... había estado tan preocupada por el dolor que no lo había pensado... ¡¡¡No quiero quedarme embarazada de este tío!!! ¡¡¡Por favor, Dios, si existes, haz que no me quede embarazada!!! ¿Qué será de mí...?

«¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡NO TE CORRAS DENTRO DE MIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!!!!!!!!!!»

Empecé a llorar desconsoladamente, con su polla aun metida en mi interior. Salima sacó la polla de mi culo y empezó a desatarme las manos.

«¿Por qué has tenido que hacerlo? Te estabas portando tan bien... empezaba a sentirme orgulloso de ti.»

Esta vez no pude contenerme, ya que igualmente, iba a castigarme, por lo menos me desahogaría tranquilamente con él, así que le grité, entre lágrimas:

«¡¡Eres un hijo de puta bastardo!! ¡¡Te odio!! ¡¡Me ha dolido muchísimo!! ¿¡¡ Y si me has dejado embarazada qué eh?!! ¿¿LO HABIAS PENSADO??»

¡¡¡¡¡PLAS!!!!!

Ashraf me dio una hostia que me giró la cara.

«Te has pasado puta, esto sí que no lo voy a consentir»

Cuando me giré y vi la forma en que me miraba, pensé que me iba a matar ahí mismo... empezó a temblarme el cuerpo incontrolablemente.

«No perdóname Amo... no sabía lo que decía... es que me ha dolido mucho...»

¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡PLAS!!!!!!!!!!!

Otra hostia en la mejilla.

«No quiero oírte más» me dijo, muy seriamente, y me callé, porque ya había dicho bastante. Pero seguí llorando, porque no era justo nada de lo que me estaba ocurriendo y no tenía ninguna forma de huir de allí.

En cuanto me levanté de la cama, su semen empezó a rezumar por mi vagina. Blanco y espeso, a estas alturas lo conocía perfectamente... su olor... su sabor... y ahora estaba dentro de mi útero... no podía estarme pasando eso...

lunes

Maite. Secuestrada en Egipto. Cap 08.

Tragué saliva, inspiré hondo, y empecé a avanzar poco a poco hasta el centro de la habitación. La puerta se cerró a mi espalda. Oí la profunda voz de Ashraf diciéndome:

«Arrodíllate»

Así lo hice.

«Ven a cuatro patas y ponte debajo del escritorio, tengo mucho trabajo que hacer y me la vas a chupar mientras lo hago»

«Si Amo, se la chuparé mientras trabaja»

Como me había dicho, fui andando a lo perrita por la habitación, me situé debajo de la mesa, subí su túnica, y me puse su polla en la boca.

Sabía a pis y a corrida. Nada que ver con ayer, que iba todo limpio. Me imaginé que hacer que se la chupara así formaba parte del castigo, claro que después de lo que ocurrió ayer, ni se me pasó por la cabeza quejarme.

«Más despacio, perra. Quiero que sea relajante, no correrme enseguida»

Siguiendo sus órdenes disminuí la marcha de mi felación. Ahora que me fijaba, este hombre tenía un rabo grandioso. Aun poniendo mi mano agarrando la base no era capaz de meterme toda la carne sobrante en la boca... y este sabor a semen y orina. Ayer Salima le dejó la polla bien limpia, yo lo vi, así que debe haberse masturbado y meado justo antes de que entrase yo... hay que ser retorcido.

Cuando ya llevaba algo más de una hora dándole placer, no notaba ni el sabor del pis ni el semen. Simplemente dejé la mente en blanco, imaginando que a quien se la chupaba era mi marido.

Arriba... abajo... arriba... abajo. Encima de mi oía como Ashraf tecleaba en su ordenador, o como hablaba por teléfono con a saber quién. Pasó otra buena hora hasta que dejó de teclear, puso ambas manos encima de mi cabeza y empezó a presionarla hacia su ingle, gimiendo de placer. Yo intentaba no ahogarme apoyándome con las manos en la base de su gran polla. Al mismo tiempo empezó a mover las caderas, dejándome poco espacio para maniobrar, casi lo único que podía hacer era quedarme quieta, con la boca abierta al máximo y dejarle hacer. Su corrida no se hizo esperar mucho... el sabor me hizo recordar la cena de anoche. Lo tragué todo y me dijo:

«Muy bien, sigue como estabas haciendo»

No me lo podía creer. Pensaba que al haber eyaculado me dejaría descansar un rato mi mandíbula dolorida, pero no, cogí su rabo con las manos y volví a lamer. Así me tuvo entretenida hasta la hora de comer, corriéndose en mi boca un par de veces más a lo largo de la mañana.

Cuando Salima subió a avisarle de que la comida ya estaba lista, en vez de seguirla, Ashraf me llevó, atada por la cadena del cuello a la pulsera de su muñeca, por el otro lado del pasillo hasta un baño que no había visto (era el suyo personal), muy parecido al otro. Otra vez me hizo aguantarle el rabo mientras meaba, pero en vez de hacérmelo limpiar luego con la boca, me ordenó que lo hiciera con el cubo de agua que había allí al lado.

Así lo hice, y cuando terminó me preguntó, con cierto retintín:

«¿Tiene sed mi perrita?»

No será capaz de... sí, claro que lo será, por supuesto... ¡este hombre es de lo más malvado! Llevo todo el día sin beber nada, dejando de lado sus corridas, y teniendo en cuenta el calor que hace aquí... ¡claro que tengo sed! Si le digo que no es capaz de dejarme sin beber por el resto del día... así que le respondí:

«Si Amo, tengo sed»

«Pues bebe, perrita, bebe todo lo que te apetezca»

Acerqué mis manos al cubo, cogí un poco de agua sucia, con la que acababa de limpiarle la polla... y a saber qué otras cosas habrían pasado por allí... no, si pienso así seguro que no podré beberla... dejé mis manías a un lado y... ¡bebí! El agua no sabía tan mal como esperaba, y mi sed era muy fuerte, por lo que bebí y bebí hasta sentirme saciada, porque estando allí retenida, no sabía cuándo tendría la oportunidad de volverlo a hacer.

«Estoy muy orgulloso de ti, Maite» me dijo, y no pasé por alto que aquella era la primera vez que se dirigía a mí por mi nombre verdadero «Ahora vamos al salón»

Salí andando frente a él.

Entramos al salón, vi la mesa llena de manjares sabrosos, se sentó en su silla, yo me arrodillé a su lado. Esta vez no me hizo chupársela mientras comía, en vez de eso Salima me trajo el cuenco y lo dejó en el suelo frente a mí. De nuevo arroz, y esta vez ya tenía el aliño puesto era una corrida tan espesa y abundante que me hizo pensar que Ashraf se había masturbado no una sino varias veces en mi plato, si era él quien lo había hecho.

Soy Alicia al otro lado del espejo. Ya nada tiene sentido aquí. El tiempo se distorsiona. Las normas cambian. Hay gente extraña. Yo estoy dejando de ser yo misma. Me agacho y me pongo a comer como lo haría una perra. No podía verlo, pero me imaginé una sonrisa maliciosa asomando a los labios de Ashraf. Ahora entendía el sabor a semen de su polla esta mañana.

Cuando terminamos de comer Ashraf dio unas órdenes a Salima, y luego me hizo levantar, y andando siempre frente a él, volvimos al baño que habíamos estado antes. Me soltó la cadena de su pulsera y me dijo:

«Esta tarde vas a estar muy ocupada, así que, si tienes que mear, hazlo ahora»

Pero en vez de dejarme sentar en la taza me hizo ir a la ducha, ponerme de cara a la pared de cuclillas, enseñándole mi coño en primer plano mientras meaba. Me puse como me dijo, pero me costó mucho soltarme porque podía sentir físicamente los ojos felinos de Ashraf clavados en mis zonas más íntimas, y eso me hacía arder de pudor. Además eso de que iba a estar muy ocupada... ay ay ay... que mal rollo me estaba dando todo esto.

Cuando por fin conseguí soltar la vejiga, un buen chorro de meado cayó al suelo de la bañera. Mi Amo no se perdió ni un detalle. Luego me dijo que me limpiase bien el coño y el culo, y que me secase, cosa que pude hacer sin desnudarme, pues el vestido era tan corto que no se manchó en el proceso.

Hecho esto cogió la cadena con la mano y me llevó a la habitación de al lado, su dormitorio. Cuando entramos vi a Salima terminando de arreglar las cosas que antes él le había pedido. La ansiedad volvió a mí como un martillazo. Como en la cueva, tuve que controlar mis respiraciones para no caer en una espiral de caos y locura.

La gran cama ocupa el espacio central de la habitación, que de por sí es inmensa. Es una de esas camas antiguas, con postes de madera que van del suelo al techo en las cuatro esquinas de la cama. Alfombras mullidas en el suelo. Varios ganchos en el techo. Las paredes están cubiertas de espejos. Al mirarme me veo reflejada en mil y un perfiles. La cama por la parte de arriba tiene una madera, no muy ancha, que la voltea toda, clavada en las puntas en cada poste, como los cacharros que he visto en algunas cocinas que se usan para guardar paellas y demás, pero en vez de eso, esta estaba repleta de distintos aparatos que me imaginé para que los iba a usar Ashraf, pero mejor no pensar en ello... en mi rápido vistazo pude distinguir látigos y palas de distintos tamaños. sogas de varios grosores, consoladores... colgados en los ganchos alrededor de la cama.

Leves escalofríos recorrieron mi cuerpo. Había llegado el momento que tanto temía. Hoy Ashraf iba a follarme. Y parecía que pudiese leerme la mente, porque en cuanto este pensamiento cruzó mi mente me dijo:

«Supongo que ya te imaginas para qué hemos venido aquí»

sábado

Maite. Secuestrada en Egipto. Cap 07.

Mientras estaba allí colgada, con la cara y el pelo manchados con el meado de mi Amo (¿por qué será que empiezo a llamarle así en mi mente...?), con todo mi cuerpo ardiendo por el inmenso dolor que sentía, vi que Salima empezaba a limpiar el wáter.

Me extrañaba que hubiera uno, teniendo en cuenta que no había agua corriente en la ducha ni los grifos, pero luego vi que ella tiraba un cubo de agua dentro para dejarlo limpio.

Ashraf seguía en el baño, limpiándose las manos en el mismo cubo del que me había hecho beber, con una expresión que me dio mucho miedo en la cara. Cuando vio que Salima se agachaba para limpiar el suelo se acercó a ella por detrás, sin mediar palabra, le levanto la falda y, de un solo golpe, le metió su enorme mástil hasta el fondo de la matriz.

Yo me quedé de piedra viendo eso... ¡¡que fuerte!! Salima había dejado de limpiar el suelo... se apoyaba para no caer de bruces por las fuertes embestidas que él le daba... ¡¡pero no se quejó ni una vez!!

Ashraf se agachó, le cogió los pechos con ambas manos y la obligó a ponerse de pie, Salima literalmente saltaba del piso con cada embestida ¡¡qué bruto!!

Se la estaba follando ahí, delante mío, con una fuerza e intensidad que no había visto ni en las películas porno que había visto con mi marido. El baño se llenó del delicioso aroma del sexo... de él y de ella... como sonido los leves gemidos de ella, el chapoteo, y los golpes secos de las bolas de Ashraf contra el cuerpo de su criada... plas... plas... plas...

Entonces se corrió. Goterones de semen se escapaban del coño de Salima, y le resbalaban por las piernas. Cuando Ashraf sacó la polla, Salima no tardó ni medio segundo en arrodillarse frente a él, y sin necesidad de que le dijeran nada, se la metió en la boca para limpiarla de sus jugos, y los de él.

¿Cuánto tiempo llevaba allí esa chica? Se me hacía muy extraño ver su sumisión absoluta a ese ser repugnante. Pero podía llegar a entenderlo... ¿cuántas palizas habría recibido ella ya?

Cuando Salima terminó de limpiarle la polla a ... nuestro Amo... éste salió del baño. Entonces ella, sin dirigirme la palabra, volvió a lo que estaba haciendo. arrodillada en el suelo, limpiando el desaguisado de antes.

Yo no podía dejar de llorar.

Me sentía tan HUMILLADA. En mayúsculas. HUMILLADA.

Pasé toda la noche en ese baño, sola, en la oscuridad más absoluta. En esa postura me fue imposible dormir. Cuando ya hacía unas horas que estaba allí, un punzante dolor empezó a subir por mis extremidades superiores. Cada vez sentía los brazos más doloridos, a consonancia con el resto del cuerpo.

Me sentía muy sucia y cansada y derrotada. Necesitaba urgentemente darme un buen baño, comer algo decente, acurrucarme en mi camita bajo la manta.

Pero no podía... ya no era dueña de mí misma. Empecé a pensar las posibilidades que tenía de escapar: nulas. No solo estoy esposada y vigilada dentro del palacio, si se me ocurriese salir y me pillaran los guardas de Ashraf fuera, no quiero ni imaginarme las vejaciones a las que me someterían... no. De quedarme aquí, luchando por ser libre: pocas. Ashraf no me deja pasar ni una, si me revelo, o digo que no a algo, va a terminar arrancándome la piel a tiras, o algo peor... seguro que tiene castigos horribles guardados en la manga. Entonces qué me queda, ¿permanecer aquí, siendo su sumisa esclava? a pesar de ser la solución que menos problemas me daría, un nudo en el estómago... mi dignidad...me dicen que no lo haga, Tengo mi orgullo y no voy a dejar que me lo pisen. Pero entonces, ¿qué hago?

Empezaba a amanecer cuando Salima entró en el baño, seguida de Jalil. Como el primer día, él se quedó allí sentado, mirándome fijamente mientras la criada pasaba, con toda la suavidad del mundo, la esponja empapada de agua y jabón con aroma a jazmín por mi cuerpo. Me sentí sumamente agradecida cuando me limpió la cara y el pelo. Otra vez me puso la lavativa. Me enjuagó y luego me untó el cuerpo entero con una crema fresca que calmó el escozor de mis heridas.

Jalil me soltó la cadena del techo. Cuando lo hizo mis brazos cayeron a peso. los tenía absolutamente dormidos y doloridos por la forzada postura que mantuve toda la noche.

De nuevo nos dirigimos al vestidor. Esta vez me hicieron poner una especie de vestido, de tela translucida violeta, con dibujos ribeteados negros. Los pechos quedaban al aire, aguantados por debajo como por medio sujetador. La parte del estómago y toda la espalda quedaban al aire también, cubiertas por tiras que se cruzaban, como un corsé, y una falda tan diminuta que no se si llamarla así... el coño quedaba justo cubierto por ella, pero el culo se veía entero. Con unos zapatos negros de tacón de aguja a juego.

Salima me llevó al tocador y me hizo mirar en el espejo cómo me maquillaba, supongo que para empezar a hacerlo yo misma los próximos días. Unas gruesas rallas de Kohl negro en mis ojos, y pintalabios granate.

Hoy me dejaron el pelo suelto, cogiendo solo un par de mechones de las sienes y atándolos con una coleta atrás. Cuando vi mi reflejo justo antes de salir de la habitación, me di cuenta de que al contrario que el resto de mi cuerpo que solo presentaba una leve rojez en las zonas azotadas anoche, en mi trasero eran evidentes las marcas de dicho castigo. Finas líneas amoratadas cruzaban mis nalgas en varias direcciones. Solo con verlo el miedo se instauró en mí de nuevo... ¿estaría Ashraf enfadado aun conmigo?

Jalil me puso el collar y las esposas y me llevó hasta el despacho del Amo, picó dos veces esperó la respuesta y aguantó la puerta para que yo entrara. Esta vez iba a estar a solas con Ashraf.

viernes

¿Dónde queda el «para siempre» que me prometiste? [OzxGilbert] Pandora Hearts HardYaoi

Este episodio transcurre al final del manga 65 (ojo ¡¡SPOILER!! si no lo has leído no sigas). Gil, herido de bala, tiene una visión en la que se entera que su amo no fue Jack, sino Glen. Oz, poseído por Jack, mata a Leo (que es la reencarnación de Glen)...





Vuelven a la mansión. Mientras Sharon le cura las heridas, Gil tiene un ataque de ira, y empieza a recriminar a gritos a Oz que haya matado al que fue su amo, justo ahora que acababa de enterarse de la verdad. Break, Sharon y Liam, allí presentes, empalidecen cuando Gilbert, completamente fuera de si, saca su arma y apunta al pecho de Oz. Pero, evidentemente, se le hace imposible apretar el gatillo. En cuanto su ira desaparece, la mano le empieza a temblar y deja caer el revólver al suelo.

«¿Pero qué he hecho, Dios mio, qué he hecho..?» dice Gil, enterrando su cara entre las manos, llorando desesperado.

Oz, que en ningún momento ha perdido la compostura, y se ha mantenido en silencio, soportando dignamente las recriminaciones de su sirviente, toma una determinación. Con gesto serio mira a Gilbert, y le dice:

«Acompáñame. Quiero hablar contigo a solas»

Oz sale por la puerta seguido por el cabizbajo Gilbert, que tras su momentáneo estallido de ira, ha vuelto a su estado normal, y se siente profundamente deprimido por su comportamiento, y desconcertado por la situación, porque Oz ha matado a Glen, el que fue su amo, y su mente le pide a gritos venganza, pero en su corazón sabe que jamás podría hacerle daño a Oz. Desde niños su joven amo ha sido para él un hermano, el mejor amigo, y hasta algo más... Gil sacude la cabeza, intentando alejar esos extraños pensamientos de su mente.

Al mirar alrededor ve que han salido de la casa, y están atravesando el jardín, en dirección a las caballerizas. Todo el camino andan en silencio. Al llegar a los establos, Oz abre la puerta y la aguanta para que entre su avergonzado sirviente, luego la cierra tras él, y empieza a hablar:

«Te has pasado de la ralla diciendo esas cosas de mí, Gilbert» éste baja la cabeza, con la mirada fija al suelo «Además, dime, ¿dónde queda el «para siempre» que me prometiste? Yo creía en ti. Y tu vas y me apuntas con tu pistola... ¿Qué ibas a hacer, Gil? ¡¿Ibas a matarme?!»

Gilbert empieza a llorar de nuevo. A pesar de que él es un hombre de 24 años y su amo esté encerrado en un cuerpo de niño, el aura de Oz, su enorme personalidad, le aplasta hasta hacerle sentir como una cucaracha inmunda.

«Lo siento, joven amo... no sé qué me pasó... me dejé llevar por la ira... perdóname por favor...»

Diciendo esto, Gil se arrodilla a los pies de su amo, suplicando entre sollozos que le perdone por su falta. Oz sonríe para sus adentros. Hacía mucho tiempo que esperaba tener una oportunidad como esta, y no la iba a dejar escapar...

«Ponte de pie, Gil, y quítate los pantalones»

Gilbert se sonroja al oír las duras palabras de su amo...

«... ¿Cómo?»

«Ya me has oído, y los calzoncillos también. Quédate solo con la camisa puesta»

Gil siente el rostro completamente encendido en llamas...

«... pero... amo...»

«¡No hay peros que valgan!» le responde muy seriamente Oz «O aceptas el castigo que tengo pensado darte, o te vas de mi casa, pero entonces no te quiero volver a ver nunca más.»

Las últimas palabras de Oz resuenan en la cabeza de Gilbert, son la peor sentencia que podía darle su amo «no te quiero volverle a ver NUNCA MÁs»... acorralado y sin otra opción que la de obedecer a su amo, se quita el cinturón, se baja los pantalones y, por último, se quita los calzoncillos. Oz le observa detenidamente, sin perder detalle, con una sonrisa maliciosa en la cara, recordando aquello que ocurrió hace poco más de diez años, el día del cumpleaños de su hermana, justo antes de que le enviaran al abismo....



** INICIO DEL FLASHBACK **

Es una noche tormentosa. Ha sido un día de celebraciones y Oz duerme apaciblemente en su habitación. Como otras tantas veces, el pequeño Gil entra corriendo en la habitación de su amo, y se mete, asustado por los truenos, bajo las sábanas. Abraza a Oz, que está tumbado de lado, por la espalda, pegando su pecho a ella. Oz se despierta y se da cuenta de lo que ocurre. sonríe y vuelve a cerrar los ojos. Casi estaba ya dormido cuando siente la pequeña mano de su sirviente bajando lentamente por su estómago, hasta llegar a acariciarle el miembro por encima del camisón.

Gil, creyendo que Oz está dormido, y no pudiendo contener más sus deseos indecorosos hacia él, baja la otra mano hasta lograr agarrar su propio pene, y así empieza a masturbarse, mientras con la otra mano toca con sumo cuidado el pene de su joven amo. Oz, que hasta ese momento no se le había pasado por la cabeza el hacer algo así con Gilbert, pero sabiendo que si ahora decía algo su amiguito moriría de vergüenza, y sintiendo, para su sorpresa, que empezaba a gustarle sentir el roce del pene de Gil en su trasero, se queda quieto y no hace nada. Finalmente Gilbert se corre, dejando todo el camisón manchado de su semen. Abraza a su querido amo, le da un beso de buenas noches en el cuello, y se duerme a su lado.

Desde aquel día Oz se había masturbado varias veces rememorando aquella noche, y quería repetir la experiencia. Quería sentir de nuevo ese gran placer. Pero no sabía cómo hacerlo. Si le decía la verdad a Gil seguro que lo haría encerrarse más en si mismo. Se sentía torpe como amo, y tenía mucho miedo de equivocarse y quedarse sin su amigo del alma. La persona más importante para él en este mundo.

Luego cayó al abismo. Y al volver, su pequeño Gil de había convertido en un apuesto hombre, que aún le atraía más que antes. Lo que Gil no sabía es que su joven amo ya no era ese niño frágil de antaño. Desde que hizo el pacto con B.Rabbit su alma empezó a corromperse. Y lo más importante, ya no sentía miedo por nada.


** FIN DEL FLASHBACK **



Oz se acerca al lado de Gilbert, recoge el cinturón que ha dejado tirado en el suelo, lo pasa por el cuello de su sirviente y lo ata, como si fuera un perro. Cogiendo el cinturón a modo de correa, lo guía hasta una banqueta donde hay puesta una silla de montar.

«Túmbate aquí, boca abajo» le dice Oz.

Gil obedece, sin rechistar. Ya se sentía avergonzado antes, pero este castigo parece excesivo, aunque bien mirado, su comportamiento de antes había sido terrible, y lo merece.

«Dame tus manos» le dice Oz, y aprovechando el trozo sobrante del cinturón que le ha atado al cuello, amarra sus muñecas juntas a la espalda, dejándole completamente inmóvil y a su merced. Oz se va a un rincón, coge una de las fustas de doma de caballos y vuelve al lado de Gilbert, que al verlo empieza a temblar de miedo, y suplica a su amo...

«Por favor Oz, perdóname, he sido un verdadero idiota, pero esto es demasiad...»

¡¡CHAS!! Oz da un golpe con la fusta contra una de las columnas, el chasquido de la madera resuena por toda la estancia.

«¡Cállate, sirviente estúpido! Ya te he dicho que la decisión de aceptar o no este castigo es cosa tuya. Pero tendrás que atenerte a las consecuencias»

... de nuevo las palabras dichas antes por Oz bailan en la mente del sirviente «no te quiero volverle a ver NUNCA MÁs»... Gilbert entiende que no tiene más remedio que aceptar sumisamente el castigo que le va a imponer su amo

«Si amo, tienes razón, perdóname.» dice Gil, bajando la cabeza y fijando la vista al suelo.

Oz se sitúa a la espalda de Gilbert, que está tumbado boca abajo atravesado en la silla de montar, desnudo de cintura para abajo, con el culo en pompa, y las manos atadas al cuello con el cinturón, de tal manera que el más leve movimiento hace que se ahogue.

¡ZAS! Oz da el primer azote en el culo de su sirviente. Gil cierra los ojos y procura no gritar.

¡ZAS! ¡ZAS! ¡ZAS! Oz se ensaña cada vez más, golpeándole más fuerte y más rápido. Unas finas lineas amoratadas empiezan a aparecer en la pálida piel de Gilbert.

¡ZAS! ¡ZAS! Otro golpe... y otro más... Oz no se detiene hasta que siente que realmente ha hecho pagar a su sirviente por su traición. Pero esto solo es el principio del castigo que Oz tiene pensado darle.

Sin previo aviso, Oz abre las nalgas de Gil y le introduce la lengua dentro de su orificio posterior... al sentirlo, el sirviente abre los ojos como platos y su cara se enciende, adoptando una tonalidad casi granate... no sabe qué hacer o decir... estaba preparado para soportar los azotes de su amo... pero esto es...

La lengua de Oz entra y sale de ano, lamiendo con deleite todo el perímetro que lo rodea, y hasta llegar a los huevos también... dos de sus dedos acompañan las lamidas, introduciéndose en el agujero ya lubricado con algo de dificultad. Esto es ya demasiado para Gil, que siente como su polla empieza a animarse, y se le va poniendo cada vez más dura por las caricias de su amo... hace acopio de valor, y dice, casi en susurros:

«Amo... para por favor... esto es demasiado vergonzoso para mi....»

Oz saca la lengua de su culo y se pone frente a Gil, se acuclilla, y mirándole fijamente, le responde:

«Dime con sinceridad, mirándome a los ojos, que no lo estabas deseando, y prometo que pararé en el acto. Serás libre de irte, ya has cumplido con tu castigo»

Gilbert se siente entre la espada y la pared. Hacía AÑOS que soñaba con tener una relación más estrecha... más física... con Oz... pero aun así... se siente intimidado... increíblemente avergonzado... pero no va a mentir a su amo... así que responde, con voz entrecortada, las mejillas encendidas de rubor, y sin poder separar la vista de esos ojos esmeralda que lo tienen atrapado:

«Si que lo deseaba, amo, pero...»

Gil no puede terminar la frase, pues Oz le ha agarrado por el cuello y le está dando un cálido beso. Sus lenguas juguetean. Gil siente el corazón latiéndole a mil por hora. Oz se separa, y mientras se baja los pantalones, dice:

«Abre la boca, duque de Nightray» éste así lo hace, y el joven amo empieza a meterle el rabo entre los labios. Gil se siente absolutamente superado por esta situación. Cierra los ojos y se dispone a hacerle a su amo la mejor mamada, a pesar de su miedo y sus nervios, no puede evitar estar disfrutando con esto... saber que ¡por fin! tiene el rabo de Oz en la boca hace que su cachondez crezca hasta límites insospechados. Su polla está tan dura como una piedra, aprisionada entre su cuerpo y la silla de montar en la que está tumbado.

Oz se pasa un buen rato disfrutando de la mamada de Gilbert, y antes de correrse, se para, y vuelve a ponerse tras Gil, que, como puede, gira la cabeza y mira con ojos aterrados a su amo.... Oz le dice, sonriente:

«Si gritas mucho te van a oír, y vendrán a ver qué pasa. Así que, por tu propio bien, más te vale que no armes mucho escándalo»

Y dicho esto, apunta su polla al agujero posterior del sirviente, y empieza a empujar con fuerza. Al principio le cuesta, pues es un agujero muy estrecho, y Gil está muy tenso, pero armado de paciencia, Oz va dando pequeños empujoncitos... tiene todo el tiempo del mundo, y realmente no quiere dañar a Gilbert, todo lo contrario, lo que quiere es que su sirviente disfrute tanto como él de esta fantástica experiencia. Lo agarra con fuerza por las caderas y termina de enterrar su rabo en el ano de Gilbert, que tiene los puños cerrados con fuerza, como sus ojos, y aprieta los dientes con fuerza. El dolor que siente es infernal. Siente el esfínter a punto de reventar con la polla de su amo metida hasta los huevos. Oz le acaricia la espalda y le susurra...

«¿Estás bien, Gilbert?»

Gil abre los ojos, gira un poco la cabeza y le dice:

«Si amo, duele, pero puedo soportarlo»

«Bien» dice Oz, y empieza a sacar su rabo del ano del sirviente. Antes de sacarlo del todo, vuelve a empujarlo dentro. Con lentitud... a fuera... y a dentro... una y otra vez... con el paso del tiempo Oz siente que Gil se relaja y le es mucho más sencillo empalarle... pone su mano bajo el cuerpo del sirviente, y le coge el rabo duro con la mano, para ir acompañando sus embestidas, que ahora son más rápidas, con los movimientos de su mano.

Gilbert ya no siente tanto dolor, sigue ahí, pero el placer que le llega en oleadas hace que casi lo olvide. Su amo le está masturbando... su amo está dentro de él... se lo está follando, como tantas veces había soñado... sus sueños prohibidos se hacen realidad... un gemido se le escapa...

«Aaaaaaah....»

Oz, al ver que Gilbert empieza a disfrutar con esto, aumenta el ritmo de sus embestidas, metiendo y sacando frenéticamente su polla del culo de él. Su mano lo acompaña, cada vez más fuerte... más rápido...

«Aaaaaaaaaaaaah....!!!! Amo.... ¡¡¡ME VOY A CORRER!!» grita Gilbert

Oz culea unas cuantas veces más, introduciéndole la polla hasta lo más profundo de su ser... cuando siente que la mano empieza a estar pringosa por la corrida del sirviente, se deja llevar, le clava el rabo hasta el fondo, y se corre copiosamente en las entrañas de Gilbert.

Cuando termina, se inclina sobre él y le da un beso en el cuello. Luego lo desata y le pide que se vista. Antes de volver a la mansión, Oz le da una última orden a su sirviente:

«A partir de hoy, cada noche, cuando todos se hayan ido a dormir, vendrás a mi habitación y te acostarás en la cama a mi lado... como aquel día... el cumpleaños de Ada... ¿lo recuerdas? porque para mí es como si hubiera pasado ayer... tu mano en mi polla... tu cálido semen mojando mi espalda»

Gilbert se queda sin palabras... él creía que su amo dormía, que no se había enterado de nada...

«Ya ves, Gilbert» sigue Oz «este castigo te lo has buscado tu mismo por tu comportamiento en el pasado. Nunca lo olvides, y menos conmigo. Todo acto tiene su consecuencia»

Dicho esto se va, dejando al pobre sirviente desconcertado, feliz y dolorido.


FiN.

La pequeña sumisa [VincentxAda] Pandora Hearts

Si sigues la serie, cuidado , ¡puede haber spoiler!



En el capitulo 46 Vincent tiene una cita con Ada. Él quiere utilizarla para sus propios fines. Van a la Opera, se comporta como un caballero. Le dice «Me permitirás ver tu yo real, aquello que nadie más ha visto de ti?» le lame la mano «¿la real?» dice ella «si, desnúdate tu misma» piensa él «te convertiré en mi juguete». Ada lleva a Vincent a una de las mansiones de su tío, él piensa «yo te manchare, te voy a empañar esa mascara pura que vistes, con mis propias manos» ella le dice «Vincent-sama, por favor mire, esta es mi real yo» y se pasa tooooda la noche hablándole de esoterismo, cartas de tarot, budú... al pobre Vincent se le queda una cara... jajaja... bueno, mi fanfic enlaza cuando ella le abre la puerta de la mazmorra y le dice «Vincent-sama, por favor mire, esta es mi real yo», pero en vez de enseñarle una inocente habitación llena de objetos ocultistas, lo que guarda Ada en esa habitación hace que Vincent desee poseer a esa hermosa y no tan inocente chiquilla, para siempre...






Vincent lleva toda la velada cohibiendo sus instintos más perversos, no quiere por nada del mundo que Ada descubra sus intenciones ocultas, y se comporta con ella de manera demasiado amable para su carácter.

Ada está encantada con la cita. Ya han salido en varias ocasiones, y está dispuesta a no dejar pasar la oportunidad de mostrar a Vincent porqué cree que es la mujer idónea para él.

Llegan a la mansión, bajan hasta el sótano, y muy nerviosa, Ada abre la puerta, mostrando a Vincent cual es su lado más oscuro...

«Vincent-sama, por favor mire, esta es mi real yo»

Al entrar en la habitación, decorada a modo de mazmorra, Vincent se queda por un momento absolutamente desconcertado... esposas... una cruz... látigos colgados en las paredes... un potro... ¿pero qué es esto?...

«Vincent-sama, me da mucha vergüenza pedirle esto, pero hace ya mucho que empezamos a salir, y yo le conozco muy bien, se cómo es realmente, y sé que es el hombre adecuado para mí» le dice Ada, con sus ojos esmeralda fijos al suelo. Está muerta de vergüenza, pero no va a echarse atrás en su decisión. Es ahora o nunca, y todo su ser se estremece al pensar que Vincent acepte... va a un rincón y coge un collar de gata con cascabel de una mesa. Se acerca a Vincent, se arrodilla frente a él, y alzando ambas manos le ofrece el collar:

«Por favor, por esta noche, sea mi Amo. Disponga de mi como más le plazca. Haga con mi cuerpo lo que desee. Llevo tanto tiempo deseando estar a solas con usted, Vincent-sama..»

Vincent, recuperado ya de su espanto inicial (no por las cosas que hay en la habitación, eso no le importa), lo que le ha dejado k.o. es descubrir ese lado oscuro de Ada, quien lo hubiera dicho... la dulce hermanita pequeña de Oz Vessalius arrodillada a sus pies, suplicándole que la hiciera suya... jajaja... no podía evitar reírse en su interior por el agradable giro que habían tomado los acontecimientos... esto iba a ser mucho más sencillo de lo que esperaba...

Vincent coge el collar que Ada le ofrece, lo mira, la mira a ella... evalúa la situación en la que se encuentra y se toma unos segundos para retomar las riendas el asunto... finalmente se arrodilla frente a ella, la agarra fuerte del pelo, obligándola a mirarle fijamente a los ojos, y empieza a lamerle la mejilla. Baja por el cuello hasta el escote... sube de nuevo, y le susurra al oído, con voz firme:

«¿Estás segura de lo que me estás pidiendo, pequeña? Porque una vez hayamos empezado te va a ser muy difícil pararme.»

Ella mantiene sus ojos clavados en los de él... le responde:

«Si, amo Vincent, por esta noche dejaré de ser Ada y seré solo su pequeña sumisa. No voy a quejarme ni intentaré huir. Hace tanto tiempo que le deseo, señor»

Vincent siente la sinceridad de sus palabras, es increíble la suerte que está teniendo... que los hados del destino pongan en sus manos a esta dulce criatura para que él la inicie en el maravilloso y gratificante camino de la servidumbre y los placeres prohibidos...

«Está bien» dice Vincent «por esta noche te permitiré ser mi sirvienta, pero más te vale comportarte correctamente o esta experiencia no se volverá a repetir... ¿me has entendido?»

«Si, Vincent-sama, amo, le he entendido, le prometo que no se arrepentirá... solo hay una cosa que quiero decirle... yo nunca he...» Ada se ruboriza, pero lo acaba soltando «nunca he estado con un hombre...»

Vincent no puede evitar sonreír. Ni en sus mejores sueños hubiera imaginado una situación más perfecta que aquella. Ada, la hermana del chico al que tanto odia, a la que su propio hermano tanto adora, la que creen tan inocente, sometiéndose a él de forma voluntaria, suplicándole que le arrebate la virginidad... Sabiendo esto tendría que contenerse en esta primera sesión, no quiere romper a su pequeña sumisa tan pronto, esta diversión iba a ser duradera... acerca sus manos al cuello de ella y le pone el collar de gata. Le dice:

«Ponte de pie, y quitate el vestido»

«Si amo Vincent» responde ella, y empieza a desnudarse.

Cuando está solo con la ropa interior puesta Vincent utiliza el negro pañuelo que lleva puesto sobre los hombros para vendarle los ojos a Ada. Se separa un poco y se la queda mirando, fascinado por la belleza de ese cuerpo juvenil... Ada lleva su larga melena rubia suelta, el collar rosa con cascabel en el cuello, la ropa interior, que consiste en unas calzas largas hasta por encima de la rodilla y una camisola de manga corta, todo de color blanco, con volantes, hace que parezca aun más inocente a sus ojos... tiene unas piernas realmente preciosas... y sus pequeños pero firmes pechos le llaman a gritos a que los libere de su opresión... Vincent se quita la camisa, quedándose solo con los pantalones puestos. Ada espera en silencio, ansiosa y expectante por lo que ocurrirá ahora...

Vincent coge unas tijeras de la mesa y se acerca a Ada. Acaricia con el frío metal la cara de la chica, su cuello, bajando por entre los pechos hasta el ombligo, allí las abre y empieza a cortar la tela, de abajo arriba. Raaaaas! La tela se abre, dejando a la vista esas dos dulces melocotones jugosos, que Vincent no tarda en meterse en la boca. Aun sostiene las tijeras en la mano, mientras termina de quitarle la prenda, luego la abraza por la cintura y le lame con vicio sus pequeños pezones sonrosados. Ada no puede evitar emitir unos gemidos, por la sorpresa y el placer que le está dando el que por esta noche es su amo...

Vincent se dirige entonces hacia la prenda inferior y da múltiples tijeretazos, con cuidado de no dañar a su pequeña sumisa... Rasss! Raassss!! trozos de tela caen al suelo. Finalmente Ada queda desnuda del todo frente a su amo. Se siente demasiado expuesta, a pesar de tener los ojos vendados, puede sentir como Vincent tiene su mirada clavada en su cuerpo. Aprieta los brazos contra su cuerpo y cierra los puños con fuerza, haciendo uso de toda su fuerza de voluntad para no cubrirse. Vincent se da cuenta de ello, se separa un poco y le dice:

«Girate despacio, deja que vea bien la mercancía»

Ada así lo hace, girando lentamente, enseñándole a Vincent todo su cuerpo, su espalda, su lindo trasero... al volver a la posición inicial, Vincent acerca su cara a la de ella, tan cerca que sus labios casi se rozan, y le dice:

«Eres la mujer más hermosa que haya visto nunca»

Ada sonríe y alza la cabeza, pues esperaba que él le besara, por su proximidad. Pero Vincent la deja con las ganas. A un lado, Vincent ve una construcción de madera, grande y parecido a una mesa. En las esquinas hay unas esposas de cuero sujetas con gruesos clavos a la madera. Vincent coge a Ada y la guía por la habitación hasta llegar a ese lugar. Se quita los pantalones, y se queda totalmente desnudo. Se tumba sobre la superficie rígida y insta a Ada a que se ponga sobre él, sentada sobre su cara, y con su boquita al alcance de su dura polla.

«Enséñame lo buena mamadora que eres, mi pequeña sumisa» le dice Vincent

«Si amo» responde ella, y acerca su cara al aparato de él, que está duro como una piedra. Con ayuda de sus manos empieza a meter el capullo entre sus labios, lubricando bien la herramienta de su amo. Vincent la agarra por las caderas y entierra literalmente su cara en la raja de ella.

«Aaaaaaaahhhhhh...!» Ada gime complacida.

Vincent es un animal. Lame... sorbe... muerde... sin llegar a dañar... pero dándole a Ada un placer muy intenso... cuando se sobrepone, ella vuelve a su tarea... abre bien la boca, dispuesta a darle a su amo por lo menos tanto placer como él le está dando a ella. Se mete su polla en la boca y empieza a mover la cabeza arriba y abajo, dejando todo el tronco brillante con su saliva. Pasan un buen rato así, disfrutando cada uno del sexo del otro. De fondo solo se oyen los gemidos de ella y el suave tintineo del cascabel que lleva atado al cuello.

Vincent entonces la hace moverse, tumbándola boca arriba en la superficie dura, le pide que se coja las piernas y las alce hasta tener los tobillos casi al lado de la cabeza. Con las esposas de las esquinas, le ata un tobillo a cada lado, dejándole las manos libres, pero ordenándole que no las suelte de sus pantorrillas. Vincent se tumba sobre ella, lame su estómago, mordisquea sus pechos... sube por la barbilla hasta llegar a su oído... y le susurra:

«¿Estás lista, preciosa?»

Ada hace acopio de valor y intenta relajarse...

«Si Vincent-sama.... hazlo ya... por favor... necesito sentirte dentro de mi...»

Al oír esas palabras Vincent apunta su rabo a la virginal entrada de la pequeña sumisa, y empieza a empujar lentamente. Ada cierra con fuerza los ojos y aprieta la mandíbula, no quiere quejarse, pero le está doliendo mucho... Vincent, experto en la materia, decide hacerle el trance lo más rápido posible, una vez roto sabe que el placer llegara a llenarla, así que de una embestida, le clava su polla hasta el fondo del útero.

ZAS!!!!!!

«AAAAAAAAAAAAAAAH!»

Ada no puede evitar gritar de dolor... una lágrima asoma a su mejilla... pero sigue firme en su decisión... sabía que tendría que pasar por esto... y ahora no está dispuesta a echarse atrás. Vincent se queda un rato dentro de ella, quieto, dejándola que se acostumbre a la sensación de tener su verga dentro del coño de ella. Ahora si, la besa, con pasión, obligándola a abrir bien la boca y haciendo que sus lenguas entrechoquen... Ada está extasiada por el beso, casi no siente que Vincent se ha empezado a mover de nuevo, y a un ritmo muy lento, empieza a meter y sacar su rabo del coño de ella... oleadas de placer sustituyen el dolor inicial... los gemidos de ella así lo indican... Vincent empieza a empujar más fuerte, y Ada gime más y más...

«ohhh si... aaahhh.. que bien... amo....»

Y finalmente ella se corre, teniendo un gran orgasmo, que la deja sin fuerzas y con el corazón palpitandole fuerte por unos minutos. Vincent, sin desatarla, le quita la venda de los ojos, y le dice...

«Hay una cosa que no sabes de mi, pequeña sumisa. Y es que no consigo correrme si no es haciéndolo por la entrada de atrás...»

Ada se sorprende mucho al oír esas palabras... ni si quiera lo había pensado...

«Pero eso me dolerá amo Vincent...»

«No mucho más que lo que acabamos de hacer ahora, y bien que lo has disfrutado, ¿no?»

«ssi...» Ada no sabe qué decir... la verdad es que jamás había sentido un placer como aquel que le había proporcionado Vincent hacía un momento...

Vincent siente el rabo a punto de estallar. No estaba dispuesto a dejar escapar la oportunidad de destrozarle a aquella chiquilla todos sus agujeros... quería que aprendiese a disfrutar del dolor, que su mente lo asociara desde hoy y para siempre con el placer... y que todos sus agujeros quedaran marcados con su esencia... solo así podría llegar a ser la sumisa de sus sueños...

Vincent escupe en el ano de la chica, ella cierra los ojos, muerta de miedo. Él le va metiendo con sumo cuidado su aparato dentro... ella respira hondo... intenta relajar los músculos... pequeños pinchazos de dolor empiezan a inundarla...

«Vincent-sama no puedo soportarlo...»

«Claro que puedes, pequeña sumisa, hazme sentir orgulloso de ti. Haz que desee volver a verte una vez más»

Vincent, que conoce el corazón de las sumisas a la perfección, sabe qué decir exactamente para tranquilizar y mantener bajo control a Ada. Ella reacciona bien a sus palabras, relajándose aun más... él va dando pequeños empujoncitos, introduciendo centímetro a centímetro, su polla en el recto de ella...

«gggggh...» Ada lucha por no gritar...

«Tranquila, preciosa, ya casi la tienes toda dentro... solo un poquito más adentro»... y da otro empujón, sintiendo como sus pelotas chocan con la piel de ella. Ya está hecho, ya tiene su polla metida bien adentro.

«¿Ves? No ha sido tan difícil... además, lo peor ya ha pasado... ahora solo te queda disfrutar»

Dicho esto, Vincent empieza a pellizcar el clítoris de Ada, y lo acompaña metiéndole un par de dedos dentro de su coño húmedo... la rubia sumisa se relaja del todo, abriendo aun más las piernas, gimiendo. Él empieza a meter y sacar su polla del ano de ella. Muy despacito al principio, y poco a poco, va embistiendo más y más fuerte... a medida que aumenta el ritmo de su sodomía, arremete con más pasión su mano en el coño de la chiquilla, que emite unos sonidos chapoteantes muy delatores... Ada ya no lo puede soportar más... sus propias uñas se clavan en su piel y finos hilos de sangre manan de las heridas...

«Oooooh... siii.. aaahh... amo.... ¡¡dame más....!!»

Vincent empieza a embestirla de una forma bestial, rompiéndola por dentro, destrozando sus orificios, disfrutando como nunca de aquel polvazo que Ada le estaba regalando... cuando ya no lo puede aguantar más, saca su polla del culo de ella y se corre abundantemente sobre su cara, su pelo y sus pechos... mientras ella se retuerce, teniendo un nuevo orgasmo devastador...

Luego la desata y le ordena que se limpie bien. Ada usa sus manos para recoger la leche de su amo de la cara, los pechos... y llevársela a la boca. Vincent sonríe complacido. Se visten. Salen a la calle, avisan al cochero para que venga. Antes de irse, Vincent besa de nuevo a Ada con mucha pasión, abrazándola con fuerza, y le dice:

«Para nuestra próxima cita quiero que vengas sin ropa interior.»

«Si Vincent-sama, haré lo que usted me pida» responde ella contenta de saber que Vincent quiere volver a quedar con ella... una vez más...

Se sube al carruaje y se va.


Entrada destacada

Maite. Secuestrada en Egipto. Cap 01.

Serie larga, donde se relatan las peripecias de la pobre Maite, joven casada a la que secuestran en su viaje de casados. A lo largo de los ...