domingo

Maite. Secuestrada en Egipto. Cap 16. Final.



Tras sodomizarme de aquella manera tan brutal, Rashid me quitó el aparato de tortura y el cinturón que mantenía mis muñecas atadas y me hizo acompañarle hasta el baño, donde me ordenó limpiarle, y cuando él estuvo listo me dijo que hiciera lo propio con mi ajado cuerpo. Él fue a servirse otro vaso de whisky, y yo me quedé en el cuarto de baño, limpiando a consciencia mi dolorido cuerpo, rezando porque mi nuevo y sádico Amo estuviera cansado del viaje y ya no requiriese más de mis servicios por esa noche. Perfumé mi cuerpo, y como no me había ordenado nada en concreto respecto a mi ropa, volví completamente desnuda a la habitación.

Entré con mi mirada fija al suelo. En seguida recordé su orden, así que me puse a cuatro patas sobre el piso y empecé a avanzar hacia donde él estaba sentado, el sofá. Me quedé arrodillada a sus pies, esperando en silencio absoluto a ver cuál sería su próxima orden. Entonces Rashid, sin dejar de beber de su vaso, abrió las piernas y me dijo que se la chupara. Yo actué al instante. Me acerqué más a él, y situándome entre sus piernas, abrí mi boca me puse a lamer su polla con deleite. Era una orden sencilla de cumplir, aunque su rabo era enorme y me costaba tragarlo por entero, prefería mil veces eso que la forma bruta en que me había sodomizado.

«Eres una puta excelente» me dijo entonces el chico. Noté como ponía su mano en mi pelo, acariciándome.

«Mi padre no podía haberme dado un regalo mejor» continuó hablando él.

Al oírle nombrar a Ashraf mi corazón dio un vuelco. Definitivamente le amaba, ya no había lugar a dudas. Ashraf era el único al que consideraba realmente mi Amo, y si hacía todo aquello era solo por complacerle. Aguanté mis ganas de llorar y seguí haciéndole la mamada al hijo de mi Amo. Parecía un poco más calmado, como si hubiese descargado ya toda esa furia que llevaba encima cuando llegó. ¿Pero cuánto duraría esa calma? No podía saberlo. Además, había otras cosas que me preocupaban ¿Volvería a ver a Ashraf alguna vez? ¿Qué sucedería conmigo a partir de aquel momento? ¿Viviría con Rashid? ¿Me llevaría con él en sus viajes?

«Eres buena chupando pollas» me dijo Rashid entonces, haciendo que me despistara de mis pensamientos.

El primogénito de mi amado Amo y Señor Ashraf empezó a apretar mi nuca contra su cuerpo, moviendo sus caderas para penetrarme de manera más profunda. Yo procuré calmarme, no era la primera vez que hacía una mamada como esa, pero su glande era tan grueso que cuando se me clavaba en la garganta realmente me daba la impresión de que no podía respirar. Relajé mi cuello y abrí al máximo mis labios, intentando acompañar como podía los cada vez más rudos movimientos de mi nuevo Amo.

Rashid terminó descargando su abundante corrida en mi boca y evidentemente yo la tragué y permanecí callada y a la expectativa de lo quisiera hacerme. Por suerte para mí el joven parecía haber bebido mucho y estar cansado por el viaje, porque ya no abusó más de mí aquella noche. Dormí apaciblemente a los pies de su cama y a la mañana siguiente le desperté con una mamada, como Ashraf me obligaba a hacerle. Por un lado, sentía terror por equivocarme, ya que Rashid parecía odiarme solo por ser mujer o blanca o ambas cosas, y temía que me diera una paliza por haberme atrevido a chuparle su sucia polla sin su explícito permiso, pero mi actuación tuvo el efecto contrario al esperado, Rashid se despertó de muy buen humor. Descargó su corrida en mi garganta, luego me folló por el coño y por el culo, me hizo limpiarle a fondo y limpiarme yo también y bajamos ambos a desayunar al gran salón.

Rashid, al contrario que su padre, no quería que yo caminase por delante de él, me ordenó que siempre fuese un paso por detrás, y andando a cuatro patas. Ya estaba acostumbrada a ello, así que no me costó obedecer su orden. Cuando bajamos por las escaleras lo primero que vi era que los criados se espabilaban a limpiar los restos de la fiesta en el patio del día anterior. Y entonces le vi. Allí estaba Ashraf, mi amado Amo, por el que estaba dispuesta a venderme como una puta y a hacer todas las cerdadas que me ordenasen, pero a la vez odiándole por no haberme adiestrado para ser su sumisa, sino la sumisa de su déspota hijo. Me sentía llena de frustración y pena.

Rashid saludó a su padre, que le devolvió el saludo, y se sentó en la gran mesa, dispuesto a dar cuenta de un copioso desayuno. Yo estaba en eterno silencio a sus pies, de rodillas, desnuda, con la mirada fija al suelo y con el cuerpo marcado por las señales que Rashid había dejado en mi cuerpo la noche anterior. Ashraf y su hijo empezaron a hablar en un lenguaje que yo no comprendía. Tuvieron una larga charla que duró casi una hora, en la que yo me dediqué a dar cuenta de mi propio desayuno, que era cereales con leche, pero además… hhhmmmm… ¡Sí! ¡Tenían el particular regusto del semen de Ashraf! Mi Amo había tenido el detalle de correrse en mi cuenco de perrita antes de que me lo sirvieran. Ese fue el motivo por el que devoré con deleite mi desayuno, aunque me sintiera muy nerviosa. No quería marcharme de aquel lugar ¡Mi corazón, mi alma y mi cuerpo no pertenecían a Rashid sino a Ashraf!

Pero si mi vida había sido un calvario desde que me secuestró ese taxista seboso hasta la fecha, todavía me quedaba lo peor por vivir. Ashraf y Rashid pasaron todo el día juntos, en el despacho. Yo estaba arrodillada bajo la mesa y les chupaba las gruesas pollas por turnos, mientras metía una de ellas entre mis labios, masturbaba la otra con mi mano. Ellos me tocaban, Ashraf con sus pies desnudos y el bruto de Rashid con los zapatos puestos. Rozaban mis tetas, coño, mi culo o mi cara según les complaciera. No me permití abrir la boca en toda la velada. Como seguían hablando entre ellos en ese idioma que yo desconocía, mirando cosas en el ordenador, yo seguía sin saber qué sucedía, aunque me podía hacer una idea. Soy sumisa, no tonta de remate.

Pasé una segunda y terrible noche con Rashid, que me dejó agotada, marcada por una fina vara por todo mi cuerpo y dolorida y un poco asqueada. Si tenía que permanecer el resto de mi existencia sirviendo a ese hombre no lo iba a soportar. Preferiría morir a tener que pasar por eso. Entonces vi que Salima, la hermosa sirvienta, preparaba el equipaje. Metió la ropa y los enseres de Rashid dentro de dos grandes maletas de piel negras y las llevó al salón, donde había una tercera maleta, blanca, más pequeña, y en la que divisé ropa de mujer antes que la cerraran. Me costó la vida no ponerme a llorar en aquel momento, ante Ashraf, Rashid y Salima. No podía estar pasándome aquello ¡¡No quería marcharme de allí!! Pero para mí desgracia, no podía hacer nada por evitar mi amargo destino. En ese preciso instante odié profundamente a Ashraf, mi amado Amo de mirada felina, por dejar que su hijo se me llevara sin hacer nada por mostrar un mínimo de… ¿De qué? Me pregunté a mí misma. Ashraf me lo había dejado claro diciéndomelo a la cara. Solo me había entrenado para terminar siendo un regalo para su hijo, él no tenía ningún sentimiento especial hacia mí. Solo era una perra. Una puta a sus ojos. Nada más que eso.

Abatida y humillada, seguí a Rashid fuera de la casa, subí junto con él, Salima y Ashraf en el auto. Mi adorado Amo iba en el asiento de delante, al lado de Jalil, que conducía. Habían guardado las tres maletas en el portaequipajes. Sabía que no volvería a ver aquella casa ni a aquel hombre al que tanto amaba en mucho tiempo. Me despedí en silencio de ambos. Me dediqué a mirar por la ventana, el desierto era siempre igual, filas y filas de dunas idénticas una a la otra. Me pregunté dónde nos dirigiríamos ¿Tendría Rashid una mansión en un pueblo como su padre? ¿Viviría en la ciudad? ¿Cuánto tiempo aguantaría yo siendo la perra sumisa del hijo de Ashraf sin hundirme en la miseria?

Sintiendo que había vendido mi alma al diablo, me apeé del auto cuando me lo ordenaron. Estábamos en una diminuta pista de aterrizaje, compuesta de una sola vía de cemento en ese mar de arena. Así que nos marchábamos en avión ¿A occidente? Suerte que Salima me abrazó en ese momento para despedirse de mí, así pareció que mis lágrimas, las que ya no pude seguir reteniendo en mi interior, se producían por la pena que me daba el separarme de la que más que amiga consideraba mi hermana pequeña. Jalil y Ashraf no me dedicaron ni una palabra. ¿Es que no iba a despedirse de mí ese idiota engreído? ¿¿Es que no dijo que era mi Amo y Dueño absoluto?? Ardía en ganas de gritarle que era un puto mentiroso… pero entonces…

Salima y Rashid subieron al avión.

Salima se despidió de nuevo de nosotros, con la mano, antes de que la puerta se cerrara. Yo estaba que no entendía nada de lo que sucedía, pálida y con los ojos abiertos, aun con amargas lágrimas derramándose por ellos.

Ashraf se acercó a mi lado, me hizo girarme para mirarle a los ojos, sujetándome la barbilla con su firme y morena mano, y me dijo:

«Eres una perrita tonta. ¿Cómo iba a dejar que te marcharas con él?»

No me lo esperaba. Semejante declaración viniendo de ese hombre que era un témpano de hielo, cuyo corazón estaba protegido tras una fortificación impugnable. No me lo había dicho abiertamente, entendí que Ashraf jamás pronunciaría las palabras que yo tanto deseaba oír, que eran “Te Amo”, y también comprendí que la única forma de complacerle sería seguir mejorando como su sumisa, esclava, sirvienta, amiga y amante, porque me había convertido en todas esas cosas a estas alturas.

Ashraf me besó de manera apasionada, y en el coche de vuelta a nuestro hogar, me ordenó hacerle una mamada a él y luego al bueno de Jalil. Me sentí afortunadísima de que lo hiciera.

Pocos meses después descubrí que estaba embaraza, y sé que el padre es Ashraf, no me cabe ninguna duda. Como nuestra relación se ha hecho mucho más sincera, ahora me permite usar su ordenador (siempre que me haya portado bien, a modo de recompensa), puedo intercambiar mails con mi buena amiga Salima, que está recorriendo occidente en compañía del sádico de Rashid. La última orden que me ha dado Ashraf ha sido que escribiera mis memorias, un relato donde contara todo lo que me había sucedido y cómo me había sentido desde que fui secuestrada en Egipto por un taxista seboso. No sé qué hará mi Amo con ese relato, lo dejo a su libre disposición. Tampoco se me ocurre utilizar internet para buscar a mi exmarido o a mis familiares, pues siento que ya no tengo nada en común con ellos, y solo sería una desgraciada si me separase de mi Amo y Señor.

Un par de días después, Jalil me explicó de manera secreta que Rashid había pretendido llevarme a mí de viaje por occidente, pero Ashraf fue quien le hizo cambiar de idea, diciéndole que era un peligro porque las autoridades podían estar buscándome, ya que hacía escasos meses que me habían secuestrado. Rashid al principio se enfadó por ello, pero Ashraf le dijo que podía llevarse a occidente a Salima, que no le fallaría, pues era una esclava perfecta y sumisa, y que me podía dejar a mí en casa de Ashraf, quien me seguiría adiestrando en las largas ausencias de su hijo. Claro, siempre que Rashid se pase por aquí voy a tener que atenderle en todo, pero sabiendo que solo serán unos días y que luego podré seguir bajo la tutela de quien considero mi verdadero maestro, no me importa.

Fin.

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