miércoles

Visita a mi abuela (3: despertar)

Última parte de la serie de relatos que escribí en el 2003.




Esta es la tercera y ultima parte de mi relato, espero que os guste.

-"Por favor Néstor, te pagaré, te daré lo que quieras.. pero déjame ir ya, por favor"

Vino y me dio una bofetada que me hizo callar.

-"Mira niña, ya estoy cansado de tus tonterías. A ver si te enteras. Ahora eres mía, y no hay nada que puedas hacer o darme para que cambie esta situación. Te voy a follar, ¿me oyes? Te follaré hasta que me canse, hasta que me sangren los huevos, hasta que me harte de ti. Ya te he demostrado que puedo ser muy generoso y bueno si te comportas bien. Pero creo que no he dejado claro qué pasa si te portas mal. Esta es la última vez que te aviso. Si vuelves a hablar sin mi explicito permiso estás muerta. ¡Jodida zorra de mierda! Ahora verás con quién te la estás jugando"

Fue a coger la maldita bola y me amordazó con ella. Cogió de nuevo el látigo y empezó a darme en las tetas y en el culo, en las piernas, brazos, hasta en la cara. Estaba como ido. Y yo totalmente aterrorizada. Pensé que ese era el fin. Cuando dejó de pegarme yo seguía llorando, no lo podía evitar. Entonces se colocó tras de mí y me metió el mango con forma de polla en el coño, con pinzas y todo, le dio a la máxima potencia y me lo dejó allí metido, atado a mis piernas para que no se saliese. Fue cuando empezó a lamerme el ano.. uno de los motivos por los que nunca he probado el mundo SM era que no tenía experiencias en sodomía.. me daba miedo probar aquello.. y ahora Néstor me estaba dando unos lametazos.. por alrededor, por el agujero, metiendo la puntita.. y yo con el consolador metido hasta el fondo, vibrando al máximo, con el cuerpo dolorido.. y sintiendo de nuevo esa extraña mezcla de dolor y placer.. qué bueno era en eso.. ¡no debería pensar así! ¡no estoy bien de la azotea! Y Néstor, como oyendo mis pensamientos, dejó de lamer y apunto su enhiesto tarugo a la estrecha entrada de mi ano. Me volví a tensar de forma involuntaria. Él se apartó de mi culo y se puso frente a mí, quitándome la bola de la boca.. ya podía respirar bien.. me quedé quieta, sin decir nada.

-"Mírame a la cara princesita, y escúchame"-, me dijo Néstor de pie frente a mí. -"Eso lo podemos hacer fácil o difícil, y es decisión tuya. No te pido que lo disfrutes, ni mucho menos. Pero si que tienes que hacerme disfrutar a mi. Por última vez, te dejaré sin mordaza. No hagas que me arrepienta. Y relájate, mujer, verás cómo nos divertimos más".

A mi ya no me quedaba ninguna esperanza. Había llorado, pataleado y suplicado, y no había servido más que para enfurecerle. Mi vida estaba en sus manos. Me relajé todo lo que pude y le dejé hacer. Calladita, como él me había ordenado. Néstor fue a la mesa y cogió el aceite, me lo tiró por el ojete y de nuevo sentí la presión de su polla contra mi ano. Relájate.. relájate.. me repetía mentalmente.. su miembro se abría paso inexorable, sentí la dilatación de mi esfínter a medida que entraba más y más, lenta, exhasperantemente.. empujaba con fuerza, yo me relajaba todo lo posible.. si que dolía, pero no tanto como había imaginado.. y la metió del todo, hasta que sus huevos tocaron mis labios vaginales, y allí se quedó un momento, saboreando su invasión. La sacó hasta la mitad y empezó a menearla en círculos.. más dolor .. más placer.. ¡no puedo estar sintiendo esto! La sacó de nuevo, la volvió a meter lento.. más movimientos circulares.. el tiempo pasó despacio.. parecía que no tenía prisa por correrse esta vez.. volvió a meterla y tiró de una de las cuerdas, haciéndome subir el tronco, quedando de pie, con su nabo clavado hasta las entrañas. Cogió mis pechos y tiró de las pinzas. Grité. Él apretó con fuerza mis doloridos pezones, pellizcándolos y estrujándolos, y sus embestidas se volvieron más fuertes y seguidas. Bajó la mano y tiró de las pinzas de mi coño, eso fue demasiado para mí. Esta nueva sensación de dolor-placer que tanto había deseado sentir, que ahora estaba sintiendo por ese violador.. me embargaba la mente, no podía pensar con claridad, no se muy bien cómo pasó.. pero me corrí, y no pude disimularlo. Me retorcí. Gemí. Mis paredes vaginales palpitaron, contraje el ano. Me quedé por un momento sin respiración, sudada, con el pulso a mil por hora.. humillada.. él seguía follándome fuerte por el culo, disfrutando como nunca de su poder sobre mi, su completo poder sobre mi persona.

-"¡Serás guarra! ¡estás disfrutando con esto! Ja ja ja ¡Menuda zorra! Toma perrita toma ¡te voy a llenar por dentro!"

Aceleró las embestidas y, efectivamente, me llenó el esfínter con su leche. Se apartó de mí, dejando el vibrador donde estaba, volviéndome loca de placer y vergüenza, me agarró fuerte del pelo y puso su cara a milímetros de la mía.

-"Di la verdad zorra, dime que te gusta que te humille. Se que te has corrido, no me lo puedes negar. Se que te gusta como te trato. Se que disfrutas con mis castigos. ¡Dilo!"

-"¡No!" jamás lo reconocería, sería el fin. Lo único que me quedaba ya era el orgullo.

Otro tirón de pelo..

-"¡Mírame a la cara cuando te hablo!"- y fijé mi vista en esos ojos azules, intensos.. me perdí en ellos.. era cierto, me había hecho tener uno de los mejores orgasmos de mi vida.. así que yo no debería estar muy bien de la cabeza.. qué más daba todo.. ya no tenía nada que perder, salvo la vida..

-"¡Dime que has disfrutado, que te he dado placer! ¡Dime que te gusta lo que te hago!"

Con un hilillo de voz dije.. -"me ha gustado"

-"Me ha gustado, ¿Qué?"

Amargas lágrimas bañaban mis mejillas, Néstor seguía tirándome del pelo, seguía con esa risita maliciosa en la cara, tan cerca de la mía.

-"Me ha gustado, Amo"

-"Ja ja ja esto es demasiado.. ¡puta perra viciosa! Así que te gusta el dolor, ¿no? Muy bien, tú misma me lo has pedido.. veremos hasta dónde llegas. Al final sí que me servirás de algo. Ja ja ja menuda zorra estas hecha"

Desde ese día, Néstor me folló en incontables ocasiones. Me folló por el culo y por el coño. Disfrutaba metiéndome consoladores cada vez más grandes. Pero con lo que más disfrutaba era con el sabido poder que tenía sobre mí. Yo misma me había delatado. Pasó mucho tiempo hasta que dejé de sollozar, tardó mucho, pero ya soy una esclava como Dios manda. Solo me corro cuando mi Amo me da permiso, solo como cuando él me lo permite.. incluso, a veces, me porto mal para recibir tan ansiados castigos.. he decidido que si aquí soy feliz, aquí debo permanecer.

Visita a mi abuela (2: surrealismo)

Segunda parte de esta corta serie de relatos que escribí en 2003.





Hola a todos, vuelvo a ser yo, la sumisa soñadora. Aquí tenéis la segunda parte de mi relato, espero que la disfrutéis mucho.

Allí estaba yo, de pie en el centro de aquel gran baño, con unas raras ropas en la mano, aturdida y mareada por la inanición.. la ropa que me había dado era.. ¿inusual? Habría esperado cualquier cosa, hasta un disfraz de conejita.. pero ¿eso?. Me vestí lentamente y miré el resultado en el espejo.. estaba realmente preciosa.. era un vestido de época, con un bonito corpiño bordado, de amplio escote cuadrado y una de esas faldas que llegaba hasta el suelo, llena de bordados también. Parecía una princesa.. ese tío estaba realmente loco.. Salí al pasillo y miré de reojo la puerta cerrada al otro lado.. ¿para qué intentarlo? Yo misma le había visto cerrarla con llave, no me daría tiempo a intentar abrirla.. y la comida olía tan bien.. creí que lo peor ya había pasado así que me dirigí al otro lado, a la luz al final del pasillo, dónde Néstor me esperaba sentado a la mesa. Su voz resonó en el oscuro pasillo:

-"De rodillas, perrita. Ven a mi lado, y deprisa, odio que se me enfríe la comida"

Me arrodillé y fui a gatas hasta su lado. Flipé con lo que vi allí. Era un inmenso comedor.. ¡ese tipo tenía una casa bajo el suelo de su plantación! Estaba decorado al estilo de mis ropajes.. había telas granates colgando de las paredes, había cojines dorados en los sofás, también vi un extraño y rudimentario aparato a un lado, era lo único que desentonaba en aquella habitación de princesa de cuento de hadas..

-"Muy bien nena, te estas portando bien. Sigue así y la vida será mucho más sencilla para ti. Ahora tienes que agradecerme que te dé de comer.. ven bajo la mesa, perrita". Gateé hacia allí y me quedé de rodillas frente a su inmenso rabo, ya erguido. Cuando vi lo que pretendía empecé a sollozar de nuevo..

-"Por favor déjame ir.. no le contaré nada a nadie.. por favor…"

-"No se si es que eres tan tonta que no puedes recordar una simple norma o si te gusta tanto que te pegue que me lo pides a gritos"

Volví a reprimir mi llanto, mirando al suelo y odiándole con toda mi alma.. ¡maldito hijo de perra bastardo! Odiándole, asqueada, humillada, muy hambrienta y con la moral ya totalmente hundida.. cogí su pene por la base y empecé a frotar arriba y abajo sin pensar en qué estaba haciendo.

"¿Qué coño estás haciendo zorra? ¿Crees que me voy a contentar con una paja de mierda? Ya estás abriendo esa boquita y prepárate para hacer una de las mejores mamadas de tu vida, por que si no me satisfaces, te mataré, ¿esta claro?" Y dicho esto noté una presión en la coronilla.. algo muy frío.. ¡Una pistola! Eso ya me superó.. ¿realmente sería capaz de matarme? No se porque, pero algo en sus ojos me hizo creer que si, que si no le servía para sus propósitos me mataría, enterraría mi cuerpo en sus tierras y allí acabaría mi historia.. ¿Qué había hecho yo para merecer esto? Y lo que es peor.. ¿Qué otra salida me quedaba?

Abrí la boca y me introduje lentamente su miembro en mi boca. El olor a comida me había hecho salivar involuntariamente, así que el tronco quedó bien lubricado. Subía y bajaba, procurando no tocar con los dientes, no hacer nada que le pudiera enfurecer.. yo seguía con el cañón de la pistola apoyado en mi cabeza.. sorbí, chupé, lamí.. cuanto más rato pasaba más me concentraba en lo que estaba haciendo.. córrete ya.. córrete ya.. pensaba. Pero él aguantaba. Le lamí los huevos, me la metí de nuevo entre los labios, la acaricié, succioné.. le estaba haciendo una mamada como nunca antes la había hecho a nadie.. nunca antes mi vida había dependido de ello. Por suerte él parecía estar limpio, no olía mal, eso me lo hizo más fácil, aunque no menos asqueroso… así pasó un buen rato, me empezaba a doler el cuello, y la mandíbula, cuando de pronto se levantó y empezó a embestirme, dejando mi cabeza aprisionada entre el canto de la mesa y él mismo; sus golpes eran tremendos, gruñidos de placer resbalaban por su boca, apretó con más fuerza la pistola en mi sien.. me quedé quieta.. casi ni me atrevía a respirar.. dejé la boca bien abierta para que no hubiese más problemas.. agudos gemidos.. y un último empujón.. su leche empezó a salir a chorros, me dio en la garganta, tenía sus huevos pegados a mi barbilla.. tragué su amargo semen, intentando no ahogarme con él ni con mis arcadas. Conseguí controlarme y le seguí mamando la polla cuando se volvió a sentar, hasta que él terminó de comer y puso mi plato en el suelo.

-"Muy bien dulce perrita, aquí tienes tu recompensa"

Me lancé literalmente sobre aquel plato que contenía alguna especie de carne estofada. Lo devoré con las manos y relamí el plato cuando acabé. Una extraña y deplorable sensación de gratitud nació en mi interior.. él había apaciguado mi hambre.. pero a qué precio.. humillada y agradecida, vaya mezcla.

-"Y ahora ven conmigo, es hora de empezar tus clases"

¿Clases de qué? ¿Qué nueva locura se le había ocurrido a Néstor? Le seguí donde estaba la extraña máquina que había visto al entrar en la habitación. Más de cerca pude apreciar algunos detalles.. parecía la estructura de una portería de fútbol, pero más pequeña, con arneses y cuerdas y una base de madera.

-"Es hora de que me muestres tu respeto y sumisión. Átate tú misma aquí"

Subí a la plataforma de madera y até uno de mis tobillos a uno de los palos verticales, y abriendo las piernas bastante até mi otro pie en el otro palo. Sobre mí, en el palo transversal, había dos correas más, sujeté una a la mano, pero con la otra ya no podía. Néstor se me acercó mucho y acabó de atarme, sin apartar la mirada de mí, con aquella eterna sonrisita en los labios.. empezó a acariciarme la cara, me besó en la boca.. suave, lentamente.. y se apartó, quedándose frente a mí, observándome. Humillándome una vez más. Luego se puso de espaldas a mí, cogió algo y se giró, enseñándome la bola amordazadora que me había puesto la otra vez. Le miré con pánico, esa bola casi me ahoga, era demasiado grande..

-"¿Voy a necesitar usar esto o serás una buena niña y estarás calladita?"

-"Estaré callada, mi Amo" dije con la vista fija en el suelo.

-"Muy bien, más te vale que sea así"- Dejó la bola en la mesa y cogió un par de cosas más. Mientras venía hacia mi me fijé en él, en su cuerpo. Era grande, no de gordo, sino fornido, con buenos brazos y piernas. Tenía el torso moreno, sin vello. Seguí subiendo y me encontré de nuevo con su mirada, esos ojos de un azul intenso, en contraste con su pelo negro, como el cielo en una tormenta de verano. Con ese eterno brillo de auténtica maldad.. tuve que apartar la vista. Realmente podría haber sido peor, podría haberme raptado un viejo verde, o algún otro tío realmente asqueroso.. por aquí abundaban.. pero no, era Néstor, el niño del que me enamoré en secreto siendo una niña, el que me tocó el pecho en el granero.. si alguien tenía que violarme él era uno de los mejores candidatos.. ¿Pero en qué estoy pensando? ¿Me estaré volviendo loca yo también? Todo era tan surrealista en esa habitación. ¡tenía que odiarle!

Néstor se acercó a mí y me mostró como funcionaba la máquina. Tenía unas cuerdas colgando por donde tenía yo atadas las manos. Con un ingenioso sistema de poleas y engranajes, con solo tirar de una de ellas me abrió las piernas al máximo, y con otra de las cuerdas tiró de mis brazos hasta dejarme inclinada en 90º hacia delante. Cogió una tercer correa y la pasó por mi cintura, tensándolo bien para dejarme inmovilizada. Noté sus manos acariciando mi espalda. No dije nada. Le dejaría hacer. No tenía otra opción. O le agradaba o me pegaba un tiro. Intenté hacer la situación más agradable para mí, así que empecé a pensar que él tampoco era tan feo, que en una situación distinta quizás me hubiera acostado con él, pensé en evitar cualquier castigo, en alargar mi vida todo lo que pudiera, hasta encontrar el modo de salir de allí, si es que él no se cansaba antes de jugar conmigo.. empezó a desatarme las tiras del corsé, lo abrió del todo y tiró del escote, dejando mis tetas sobresaliendo por encima de la tela. Les puso una pinza a cada una, agarrando el pezón. Andó despacio a mi alrededor y me subió con suavidad las faldas, dejando mi culo en pompa al aire, cogió un par de pinzas más y las enganchó en mi coño. Me mordí la lengua para no llorar. El corazón me latía a mil por hora.

-"Si no recuerdo mal, esta noche me has suplicado que te dejara ir, es decir, has hablado si mi permiso, ya sabes a qué nos lleva eso"- me dice enseñándome el látigo-consolador de antes -"Primero el castigo, después ya veremos".

Se pone a mi lado y empieza a azotarme, como antes, en mis nalgas y piernas, rozando a veces las pinzas, haciéndome mucho daño.. el caso es que soy una sumisa de corazón, sin experiencia ninguna, pero deseosa de probar este placer prohibido.. y esos latigazos dejaron de provocarme miedo.. empecé a sentir un cosquilleo de placer que intenté esconder.. paró los golpes por un momento y entonces "¡Plas!" un golpe certero en medio de mi coño, en el clítoris, ahí si que me hizo ver las estrellas, y justo seguido al dolor una oleada de placer.. ¡mierda! ¡no me puede estar pasando esto! Ahogué mis gemidos todo lo que pude, solo me faltaba que Néstor se diese cuenta de mi estado.. ya no podía soportar más vergüenza.. debo haberme vuelto loca de verdad. Seguro. Esto no es normal. No quería sentir placer, ¡eso era una violación! Me azotó un rato más, y se acercó a mi boca..

-"Lame esto, querida, como antes has chupado mi polla"- y me pone en la boca el mango del látigo, con una enorme polla negra que llenaba mi boca, y solo me estaba metiendo la mitad. Néstor la metía y sacaba de mi boca, delicadamente, con suavidad. Podía ver en sus ojos cómo estaba disfrutando él con todo aquello, con mi completa humillación y sumisión a su persona. Lo estaba gozando el cabrón. Sacó el pene de plástico de mi boca y me rozó bajándolo por la barbilla hasta llegar a mis pechos, los acarició también y se fue de nuevo tras de mi. Mi reacción inmediata fue tensar todo el cuerpo. Empecé a llorar..

-"Por favor Néstor, te pagaré, te daré lo que quieras.. pero déjame ir ya, por favor"

Visita a mi abuela (1: el castigo)

Otra serie de relatos recuperada, año 2003.


Tengo 26 años, soy morena, tengo un cuerpo bonito y soy una sumisa.. en mis sueños, claro, pues aun no he encontrado al Amo que me haga temblar con solo una mirada.. llevo tanto tiempo deseando que me fuercen y humillen que tengo un amplio repertorio de fantasías que me gustaría compartir con vosotros.. espero proporcionaros algunos minutos de dulce placer. Esta es una de mis favoritas:

Todo empieza cuando recibo una carta de mi abuela, que es el único familiar vivo que me queda en el mundo. En la carta me pide que la vaya a ver a su casa en el pueblo, pues se encuentra últimamente muy enferma y ella misma ve próximo el final. No me gusta nada tener que ir allí, es una zona del interior mal comunicada, no tienen internet, ni hay teléfono o televisión en todas las casuchas. Allí solo hay cabras, tierras de cultivo y gente muy "de la España profunda". Pero debo ir, ¿que remedio me queda? Además, ahora que estoy en el paro tengo todo el tiempo del mundo para mí. Así que en un par de días lo tengo todo arreglado y cojo el tren, que en unas horas me deja en una estación en bastante mal estado, desde donde cojo un autocar de línea, el único que lleva cerca de la casa de mi abuela.. hace mucho tiempo que no vengo y ahora todas las casas me parecen iguales. Mire hacia donde mire solo veo grandes extensiones de conreo y alguna que otra casucha desperdigada.. no hay ni un alma y ya empieza a anochecer.. ni el móvil tiene cobertura aquí, y no se porque me extraño.

Ya ha pasado más de una hora y sigo igual de perdida cuando a lo lejos veo una silueta recortada contra el horizonte. Debe ser uno de los granjeros, a ver si con suerte me puede indicar el camino.. me dirijo a él y le explico mi situación, me ofrece usar su teléfono ¡al fin!, y entro en su casa, ya más animada.. pero no me duró mucho, pues tal cual se cerró la puerta de la entrada tras de mí siento un terrible dolor en la nuca y me desplomo.

No se cuanto tiempo ha pasado ya.. despierto en una especie de sótano. No hay ninguna luz, salvo algunos rayitos de sol que se cuelan por las rendijas de la madera. ¡Estoy atada! ¿Qué pretende ese loco? Por mucha fuerza que haga las cuerdas no se aflojan lo más mínimo.. tengo las manos atadas a la espalda y los pies, amarrados juntos, atados a su vez una argolla en la pared. Debe haber pasado un buen rato, pues empiezo a sentir hambre.. aunque ese es el menor de mis problemas.. ¿Qué va a hacerme ese tío? ¿Porqué a mi? No puedo dejar de hacerme estas y otras muchas preguntas.. creo que estuve allí encerrada, sola, cerca de una semana. Sin comer, bebiendo agua de un bebedor de perros, sin opción a ir al baño.. pasado ese tiempo creí que ya me había vuelto loca. Me daba asco, estaba totalmente sucia, sentía un hambre atroz, pasaba del llanto a los gritos, sin conseguir nunca ninguna respuesta de mi raptor.. Estaba tan enfadada por su silencio que no me paré a pensar que su aparición sería aun peor para mí.. pero no tardé en descubrirlo.

Cuando parecía que mi cordura me iba a abandonar definitivamente, oí que la puerta al final de las escaleras se abría. Empecé a temblar de forma incontrolada. El muy cerdo se acercó, y sentándose en un taburete frente a mí me dijo:

-"Se quien eres. Siento informarte que tu abuela murió el mismo día de tu llegada"

Me hundí aun más en mi desgracia.. mi abuela muerta..

-"Yo trabajaba para ella. Soy Néstor, ¿me recuerdas ahora?"

¿Néstor? Joder claro.. la última vez que le vi no tendríamos mas de 11 años.. por entonces le cuidaba el jardín a mi abuela, siempre fue como un nieto para él.. recuerdo que una vez en el granero me toco un pecho.. y a pesar de que no me desagradó le di un empujón y me fui corriendo a llorarle a mi abuelita, quien decidió mandarme a estudiar lejos, para evitar que la situación se repitiera.. Néstor..

-"Veo por tu cara que si. Bien preciosa, esta es la situación actualmente. Solo yo sabía que tu ibas a venir, así que nadie sospecha que estás aquí encerrada. Llevas tanto tiempo sin venir al pueblo que la gente solo creerá que estas demasiado ocupada con tu vida cosmopolita como para venir al entierro de tu abuela. Estas a mi completa disposición."

Empecé a llorar desconsolada.. él salta del taburete y me coge por el cuello, casi ahogándome..

-"Esta es la primera norma: no permitiré que llores. Cada vez que lo hagas te ganarás un castigo. No soporto los lloriqueos, me enfurecen. ¡¿entendido?!"

Asiento con la cabeza, intentando respirar y aguantando los sollozos. Estoy completamente aterrada. Tiene razón. Nadie sabe que estoy aquí. Nadie se va a preocupar si no vuelvo a aparecer nunca más…

-"Bien, sigamos"- se vuelve a sentar en el taburete. Yo me quedo hecha un ovillo a sus pies, temblorosa.- "No me replicarás. Es más, no abrirás la boca a menos que sea para contestar a alguna pregunta que te haga a ti directamente. Si no obedeces, te ganarás un castigo"

¿Castigo? ¿Pero que se cree este tío? ¡Tengo que salir de aquí! La ira se apodera de mi cuerpo, me retuerzo intentando soltarme.. él solo se ríe..

-"Mañana va a ser un gran día, ya tienes dos castigos acumulados.. tú sabrás lo que te conviene. Y a cerca de los castigos, no serán a diario, solo los sábados, y a mayor numero de cagadas, peor será el castigo."

"¡Vete a tomar por culo gilipollas de mierda!" - no debí hacerlo, mis gritos solo consiguieron enfurecerle más. Me propinó una patada en el estómago y mientras me retorcía de dolor se fue en busca de algo.. ¡su cena! Se sentó frente a mí y tuve que verlo saborear un espléndido chuletón con sus patatitas y su salsa.. olía de miedo.. se me hacía la boca agua.. tenía tanta hambre que hubiese lamido el plato con las sobras..

Hasta la noche siguiente no lo volví a ver. Bajó las escaleras y dejó un maletín sobre una de las cajas. Yo me sentía muy débil y mareada por haber estado ocho días sin probar bocado, y por la enorme tensión de estar allí presa, a manos de ese loco.

-"Hola preciosa, supongo que ya sabrás a que he venido"

La palabra "castigo" resonó de nuevo en mi mente. ¿Qué iba a hacerme? No tenia ganas de pensar ni de luchar, solo quería salir de allí, ser libre..

-"¡Contéstame! ¿Sabes a qué he venido?"

-"A darme mi castigo" preferí no enfurecerle más.. 

-"Exacto princesa, ayer lloraste, gritaste, intentaste soltarte, y lo peor, me insultaste. Ahora pagarás por ello. Te voy a convertir en la perrita más sumisa. Más te vale que sea así, por tu propio bien"- otra vez esa sonrisa burlona que tanto me crispaba, esa sonrisa de quien se sabe superior- "Ahora tu Amo te dará tu merecido castigo, y si te portas bien. Si no lloras ni gritas durante la sesión, te daré de comer. ¿Lo has entendido?... Dime, ¡¿lo has entendido?!"

Susurre un simple -"Si…"

-"¿Si qué? Puta zorra de mierda, estás hablándole a tu Amo ¿Si qué?"

De mi boca salió un -"Si Amo"- casi imperceptible. Decidí centrar mis pensamientos en esa futura comida. Aguantaría lo que este tipo desquiciado quisiera hacerme y luego comería. Por lo menos así podría seguir con vida algún tiempo más.. quizás en algún momento cometería un descuido y sería mi oportunidad de huir.. Pensaba en estas cosas cuando me cogió por la cintura, alzándome y liberando mis pies de la argolla que me mantenía atada en la pared. Decidí probar suerte.. quizás por última vez.. me retorcí, pataleé, intenté darle cabezazos.. todo fue inútil. Yo estaba demasiado hecha polvo, y él en cambio, estaba bien alimentado, y tenía el cuerpo bien curtido de trabajar en el campo.. en uno de los forcejeos consiguió enganchar mis ataduras a un hierro en el techo, y allí me dejó, colgada como un pollo, tocando de puntitas en el suelo. Se fue en busca de algo en su maletín negro, y volvió con una de esas bolas para amordazar.. me la metió en la boca y me dijo:

-"Hago esto por tu propio bien. Este va a ser un castigo ejemplar y no quiero que me estorbes con tus gritos y suplicas. Y recuerda que bajo ninguna circunstancia te permito llorar. Empecemos.."

Me mostró uno de esos látigos que tienen tiras por un lado y el mango sirve de consolador también. Fue a mi espalda y me bajó los pantalones.. tras tanto tiempo allí encerrada ya lo tenía todo manchadísimo.. me sentí humillada.. sabía que yo era la víctima, que mi situación actual era por culpa de ese psicópata.. pero me avergoncé muchísimo que otro ser humano me viera en esas condiciones..

-"Perrita mala.. vamos a tener que limpiarte bien.. pero antes tienes que aprender un par de lecciones"- Y empezó el castigo. Primero puso unas pinzas, de las de tender la ropa, una en cada pezón, luego me azotó con todas sus fuerzas.. me azotó en el culo, en las piernas, sobre mi coño.. me azotó sin descanso un buen rato, cuando se cansó de esa parte de mi cuerpo, pasó adelante, me levanto la camisa y empezó entonces a azotarme los pechos, sus ojos brillaban de ira..

Todo mi cuerpo ardía. Luchaba por no llorar. Aguantaría eso y luego comería.. comida.. comida…dolor.. comida..

Siguió azotándome un buen rato, hasta que se cansó, entonces me soltó las manos y los pies, me quitó las pinzas, cogió una correa de perro bastante vieja y me la puso al cuello. Me dijo que le siguiera de rodillas.. ¡por fin iba a salir de allí! Pero en vez de llevarme hacia arriba, por las escaleras, me guió hasta una puertezuela al otro lado de la habitación, abrió la puerta, la cerró con llave tras nosotros, y andamos (bueno, gateé como pude, por el dolor que me recorría el cuerpo) por un oscuro pasillo, al final del cual había una habitación iluminada. Se paró a la mitad del pasillo y abrió una puerta a la izquierda.. tuve que cerrar los ojos, pues el brillo me cegaba después de tanto tiempo entre tinieblas.. era un gran cuarto de baño, inmaculadamente blanco, limpio y bonito… nada que ver con el sucio sótano donde había estado hasta entonces..

-"Ahora vas a asearte. No permito que ninguna cerda se siente a mi mesa"

Soltó la correa, dejándome puesto el collar, y me empujó dentro. Él se quedó en la puerta, de pie, mirándome.

-"Venga desnúdate, ¡que no tengo todo el día!"

Despacio y silenciosamente me fui quitando la ropa, y perdiendo la poca dignidad que me quedaba.. empecé por los pantalones.. la camisa.. el sujetador que ya tenía medio fuera.. y por último el tanga.. nunca en mi vida me he sentido tan indefensa como en ese instante, allí de pie frente al loco de Néstor, mirando mi sucio cuerpo desnudo. Abrí el grifo de la ducha y me metí dentro.. no había cortina con la que taparme, desde luego.. allí se quedó mirando mis manos limpiar mis pechos, mi estómago, mis lugares más íntimos.. poco a poco la incomodidad dio paso a una agradable sensación de bienestar.. por fin me sentía limpia. Cuando acabé cogí una toalla para secarme bien.. miraba al suelo para no tener que cruzar la vista con ese amigo de la infancia que me había traicionado.. Las tripas me rugieron cuando olí lo que debía estar esperándonos en la habitación del fondo del pasillo.. carne guisada? Quizás me daría algo de pan? Me moría de hambre..

-"Ponte esto y ven a la sala, te espero allí. La otra puerta está cerrada con llave, y desde donde estaré veré si intentas huir. Si lo intentas será lo último que hagas, ¿me has oído bien zorrita?"

-"Si amo" aprendo rápido a evitar palizas absurdas.. cogí la ropa que me dio.. pero ¿Qué pretendía ahora con esto?"

Diario de una gata (2) Perdida en mi miedo

Segunda parte del relato recuperado, escrito por mí en el año 2003.



Amo ayer soñé contigo… en mi mundo. Sin reglas.


Me despierto sin ganas de hacer nada, como porque tengo que comer. Hay que seguir adelante, ir a trabajar, hablar con la gente. Sonreír. Comprar lo que falte. Quizás hoy tendré tiempo para leer un poco. Huir de esta realidad. Dormir. Despertar. Otro día igual. Días grises, vacíos. Sin ti. Vivo mi vida en función de un hombre al que ni siquiera conozco. Nunca se realmente si hago lo que debería. Porque no te tengo para guiarme. Siento un vacío inmenso en mí que solo tu puedes llenar.


Amo, ayer soñé contigo…


… en mi mundo. Sin reglas. Sin ninguna línea que divida el bien y el mal. Nos conocemos tanto física como mentalmente. Sabemos hasta donde podemos llegar. Deseamos hacerlo. Te necesito en mí, junto a mí. Y tú también necesitas de forma urgente tocarme.


Quieres poseerme, y yo quiero ser tuya. La urgencia de nuestros cuerpos nos hace ser aun más cautos. Nos gusta jugar, alargar el momento de placer hasta que sintamos el vicio y la pasión salir por cada poro de nuestro cuerpo. Siento el calor de tu pecho desnudo contra mi espalda, el calor de tu sexo pegado a mis nalgas… no dices nada, no puedo ver tus ojos, pero se qué estas pensando. Abro ligeramente las piernas para facilitarte un poco el trabajo, tu me pones dos dedos cerca de mis labios, para que los lama. Sigues pegado a mi espalda, siento como tu mano baja por mi costado, rozándome la piel. La pasas entre mis muslos y llegas a mi lugar cálido y mojado. Tus dedos empiezan a deslizarse en esa zona justo debajo del clítoris, en la entrada de mi vagina, que ya se contrae de placer.


Estamos en una gran cama redonda, sigo tumbada boca abajo, con las manos atadas a la espalda y tu sigues sobre mi. Tu miembro ha ido creciendo mientras me has masturbado. Cogiendome por los hombros me das la vuelta y te sientas en mi pecho, poniendo tu polla a la altura de mi boca. Es un manjar delicioso para mi. Me gusta ir despacio, saborearlo todo, desde la base de tus pelotas hasta la punta del capullo, me gusta mimártela toda entera antes de metérmela entera en la boca. Succiono, acariciando con la lengua cada milímetro. Estoy tan ansiosa de ti, solo pensar en tenerte dentro hace que me moje de nuevo, y al notar el ligero movimiento de mis caderas te lames esta vez tu los dedos y me los vuelves a poner en el coño, esta vez con algo más de brusquedad, Los metes hasta el fondo y los mueves en círculos mientras me metes la polla en la boca, como follándomela. Estamos ya muy calientes, tenemos q para un momento para no irnos, y unos azotes serán la mejor forma de hacerlo.


Me ayudas a levantarme de la cama y, aun atada con las manos en la espalda, haces que me quede de pie, con el pecho y la cabeza apoyados en una mesa de madera negra q hay a un lado de la habitación. Con mi culo en pompa preparado para recibir tu dolor. Lo haces con las manos, te encanta sentir como mis nalgas se contraen, como arden cuando ya están rojas de las marcas que dejan tus dulces golpes. Yo estoy cada vez más húmeda y necesitada de ti.


Cada azote que me das aumenta mi deseo. Sin aviso alguno pones tu polla en la entrada de mi coño y la vas introduciendo, de una forma exasperantemente lenta. La siento toda, como va avanzando, las paredes de mi vagina abrazan cada centímetro de tu piel, hasta que noto tu pelotas pegadas a mi clítoris, estás todo dentro de mí. Nos quedamos así unos segundos, me coges las caderas con las manos y de golpe empiezas a bombear, follándome con todas tus ganas. Me muero por correrme, pero me lo has prohibido, hasta que no me des la señal tendré que aguantar.. aguantar este placer, el dolor, tanto vicio… tras un rato de embestirme, noto que te sales de dentro de mí, el placer invade mis sentidos.. desatas mis manos y oigo tu voz, me pides que vaya gateando a limpiarte la polla. Me giro y ahí estas, en la otra punta de la habitación, mirándome. Adoras mirarme fijamente mientras me humillas, eso te la pone dura. Te miro a los ojos un segundo, me arrodillo y con la mirada fija en el suelo empiezo a avanzar por la iluminada habitación hasta donde estás tú esperándome con la polla en ristre.


Me siento ante ti, de rodillas, con las manos en mis muslos y solo usando la boca vuelvo a mamártela, con ganas, ansiosa de jugar contigo. En mi lengua se mezclan los deliciosos sabores de placer que nuestros cuerpos rezuman.. tu sabor, el mío, tu polla… te adoro, tu eres mi Dios. Quiero complacerte en todo, avanzar cada día un poco más, junto a ti, aprendiendo juntos, conociéndonos. Sigo lamiendo con avidez, quiero ser merecedora de tu collar, quiero que te sientas orgulloso de mí y que sepas sin dudas que soy digna de ti. Me tocas el hombro con la mano, esta es la señal para que pare y me ponga en pié, me guías hasta la cama y me dejas allí, arrodillada en el centro de la cama con las piernas abiertas, las manos atadas al cabecero de la cama y una venda en los ojos. Vas a buscar algo. No pasa mucho hasta que vuelves. Yo sigo esperando, expectante. Noto un líquido frío caer entre mis nalgas hasta mi coño.


Pasas suavemente los dedos por mi agujerito posterior. Introduces un dedo, luego dos.. mientras con la otra mano vas introduciendo una a una unas bolas chinas en mi coño. Cuando ya están todas dentro sacas tus tres dedos de mi culo y apoyas tu pene dispuesto a perforarme. Como antes, vas avanzando muy lentamente. Te gusta tanto sentir como me abro para ti… cuando llegas a mi tope tiras para atrás, con la misma lentitud. Estamos así unos minutos, me la metes hasta el fondo y la sacas casi del todo, otra vez para adentro y afuera, hasta que notas como el camino se dilata a tu paso, y ya sin dificultad empiezas a bombearme por detrás. Tus embestidas se van acelerando, me coges del pelo, tirando de él, esa es la señal, ya me puedo correr, justo entonces aumentas el ritmo de las embestidas a un vaivén frenético y tiras del hilo de las bolas chinas, que caen llenas de jugos ala cama. Me corro, me convulsiono, te contraigo la polla dentro de mí, tú también has llegado al clímax, inundándome de tu leche…


Lástima que solo haya sido un sueño.

viernes

Funeral de una sumisa



Anoche asistí al extraño funeral de una sumisa. Fue en mis sueños. Lo he categorizado dentro de “BDSM” por el tipo de protagonista que tiene el relato, aunque no sea una historia típica de dominación en sí misma.



Miré a mi alrededor. ¿Cómo había llegado a ese lugar? No conseguía recordar… Pero tenía que ser un sueño. No existía otra explicación. Si todo aquello no fuese producto de mi imaginación ¿Por qué estaba yo en aquel bosque oscuro y de espesa vegetación? Yo debía estar en mi casa, en mi cama. Durmiendo. 

Mis ojos bajaron para echar un rápido vistazo a mi cuerpo. Por suerte no iba desnuda, pero lo que llevaba puesto tampoco es que me dejara muy tranquila. Provocaba más preguntas que respuestas. Era uno de esos pijamas blancos de tirantes, con falda larga por debajo de las rodillas. Seguro que mi abuelita debía tener uno igual a este  cuando era pequeña. Era todo lo que llevaba cubriendo mi desnudez. Mis pies descalzos se apoyaban directamente sobre un tortuoso sendero cubierto de pequeñas piedras y hojas caídas de los árboles. Luego, incliné mi cuello hacia atrás y miré hacia arriba. El espeso follaje me impedía ver el cielo. Aun así, sabía que era de noche, y que en algún lugar más allá de la espesura debía haber una enorme y pálida luna llena.

Curiosamente, el ser consciente que estaba soñando no hizo que despertase. No tenía demasiado sentido quedarme allí de pie sin hacer nada, así que empecé a avanzar por el sendero, sin saber  dónde me conduciría. A pesar de no llevar zapatos, y que el camino era accidentado, no sentía nada de dolor en las plantas de mis pies. Era como si pisara un colchón de aire invisible.  Todo a mi alrededor parecía salido de una película antigua. Las tonalidades no variaban de una amplia gama de grises. Todo era igual, el camino, los árboles,...

Mientras avanzaba por aquel sendero pensaba que tal vez fuese a parar a algún pueblo o lugar habitado, pero me equivocaba. El camino se interrumpía bruscamente, perdiéndose bajo las raíces de un viejo y enorme Sicómoro, árbol en el que, según la antigua mitología egipcia, se sientas las almas de los muertos en forma de pájaro. Dice la leyenda que gracias a los poderes místicos de dicho árbol, las almas pueden regresar a su hogar de vida eterna en el mundo divino. 

Incrustado en su tronco, había un espejo enorme en el que me podía ver reflejada de los pies a la cabeza. Pero curiosamente no era mi yo actual la que  me devolvió la mirada desde dentro del cristal, sino una yo mucho más juvenil. Una niña de no más de 12 años de edad, a la que hacía mucho tiempo que no miraba a la cara. Ambas llevábamos el largo pelo negro suelto en ondas irregulares por la espalda. Su pijama era exactamente igual que el mío. Pero ella llevaba unas lustrosas zapatillas rojas, de las que yo no disponía. 

La niña me miraba muy seria, sin modificar ni un ápice el gesto frío de su rostro. Alcé mi mano derecha, y ella hizo exactamente lo mismo que yo. Fui a apoyar la yema de mis dedos sobre la fría superficie, pero el espejo, tomando en ese momento la textura de una especie de agua que no mojaba, dejó que mis dedos lo atravesasen. Los retiré algo asustada. Yo miraba a la niña, y esa niña que había sido yo me miraba sin sonreír. 

Bueno, si había llegado hasta allí, siendo todo un sueño, no iba a detenerme en ese lugar. Sinceramente, mi curiosidad pudo con mi precaución, y terminé cruzando el espejo de un solo paso.

Cuando llegué al otro lado las cosas se volvieron mucho más disparatadas. La aburrida y monótona tonalidad de grises que me rodeaban en el bosque había sido sustituída por un alegre arcoíris de colores. Ya no estaba en un bosque. Estaba en un enorme claro cubierto de césped. Ahora ya podía ver la luna llena brillando por encima de mi cabeza, iluminándolo todo a mi alrededor con su mortecina luz. 

Allá hacia donde mirase, por todo el horizonte, veía grandes juguetes rotos tirados por todas partes. Había cajas con figuras, payasos, cajas de música… Una interminable colección de cachivaches estropeados que me sacaban dos o tres cuerpos de altura, como si fuesen pequeño edificios, y no los juguetes maltratados de un niño. 

Aquello hacía que los vivos colores no resultaran alegres, sino extraños y muy inquietantes. En ese momento me di cuenta que ya no iba descalza. Llevaba unos lustrosos zapatos rojos puestos. Alcé la mirada y la fijé en el espejo. La niña no estaba. El reflejo era exacto a mi figura. Con la única diferencia que ya no iba descalza, unos mechones de pelo rojo oscuro salpicaban mi morena melena, y que llevaba puesta una curiosa máscara negra semi-transparente, como si fueran filigranas de lencería fina, pegada a mi piel. Rocé con la punta de mis dedos aquella fina tela, que resultó ser delicadamente suave al tacto.

El camino de piedras y hojarasca había sido suplantado por un camino de baldosas amarillas, muy desgastadas por el uso. Al final del mismo, pude ver el brillo sinuoso de lo que me pareció debía ser una gran fogata, y afinando el oído podía escuchar el rumor de unas voces lejanas. “Ya solo me falta encontrarme con el Mago de Oz y pedirle mi deseo” pensé en aquel momento.

Y riéndome de mi propia tontería, empecé a avanzar por el sendero, caminando a paso más rápido que antes. No sabía muy bien porqué, pero necesitaba… NECESITABA… llegar a mi destino con URGENCIA. Mi intuición me decía que no podía demorarme más. Terminé corriendo, sin motivo, pero con un malestar creciendo en mi interior a pasos agigantados. 

Como iba corriendo por el camino con los ojos cerrados, no me di cuenta que las baldosas empezaban a separarse unas de otras, habiendo crecido el césped entre ellas. Tropecé y terminé dándome de bruces al suelo. Suerte que se trataba de un sueño. Podría haberme hecho mucho daño si me hubiese pasado eso mismo en la vida real.

Frente a mí, como había imaginado, había una enorme pira. Alrededor de la misma, entre los juguetes caídos, estaban unas personas, en los que parecía ser una fiesta de disfraces. Todos, hombres y mujeres, lucían elegantes trajes como de época, y llevaban la cara tapada con distintos tipos de máscara, ninguna igual a la mía. Algunos tenían narices ganchudas enormes, otras eran de estilo veneciano, muy elaboradas… 

A pesar de mi espectacular entrada, nadie me prestó atención. Bailaban alrededor del fuego al son de una música inaudible para mí. Me puse en pie y sacudí las briznas de hierba de mi pijama blanco. No me importaba ser la única que destacara, en cuanto a indumentaria. A pesar de no conocer a nadie en esa fiesta, y haber aparecido sin ser invitada, me sentía cómoda con ellos. Como si mi destino hubiese sido siempre haber terminado en ese lugar.

Cuando empecé a acercarme a los bailarines, me di cuenta que frente a la hoguera había una mesa larga de madera, y justo encima, un ataúd, con la portezuela abierta. Fruncí el ceño. No lo podía entender. ¿Por qué estaban todos tan alegres, bailando, si aquello era un funeral?

Fui hasta la mesa, sin necesidad de esquivar a los bailarines, pues parecía que ellos lo hacían por mí, danzando tan cerca de mi persona que sus vestidos al vuelo me rozaban, pero sin llegar a colisionar en ningún momento. Me detuve a escasos pasos del ataúd. Había empezado a sentir mucho miedo. Respiré hondo e intenté calmarme. No debía ser tan malo, si aquellos seres estaban de celebración. No podía marcharme sin ver qué era lo que había dentro del féretro. Volví a respirar hondo. Apreté los puños y di los pasos que me faltaban. 

Dentro del ataúd vi a una chica joven, completamente desnuda. Tenía un cuerpo perfecto, me resultó hermoso como ningún otro. Delicado, femenino, y fuerte a la vez. El rostro de la chica estaba tapado, de su nariz hacia arriba, por una gran máscara como de cobre con forma de cabeza de león, decorada con multitud de plumas de la misma tonalidad. Todo su cuerpo estaba pintado con manchas como si fuese ropa de camuflaje. La chica llevaba puesto un delgado collar de cuero negro alrededor del cuello, del que colgaba una finísima cadena de oro viejo, cuyo extremo suelto tenía sujeto en su puño firmemente cerrado. 

No pude evitar acariciar un pedazo de la fina cadena que salía de sus dedos. Recordaba haberla visto tiempo atrás. Por aquel entonces aquella muchacha estaba viva, llena de vida. Y su cadena de oro brillaba con luz propia, como si fuese su propio sol. Sabía que debía sentirme triste por ella. Lo normal habría sido ponerme a llorar. Pero no conseguía sentir nada. Era como si mi corazón estuviese muerto. 

De repente empecé a notar decenas de manos puestas sobre mí, toqueteándome. Separé mi mirada de la chica con máscara de león para fijarla en las manos que me sobaban… ¿En qué momento me había quedado desnuda? ¡Ni los zapatos me quedaban! Solo la máscara negra sobre mi cara. Los bailarines se habían detenido, estaban medio desnudos, mostrando algunos su moreno torso, y otras sus enaguas… 

Cerré los ojos. Alguien puso un objeto en mi mano. Al abrir los ojos de nuevo vi que se trataba de una copa de plata con la silueta de un unicornio grabada en ella. La luna, redonda y hermosa, quedaba reflejada en el oscuro líquido que había en el interior de la misma. Dejándome llevar por la situación, bebí de aquella copa. La bebida parecía una mezcla de alguna fruta tropical extraña con algo de licor fermentado. Deliciosa. 

Acto seguido, las manos que acariciaban mi cuerpo me tumbaron sobre el suelo y empezaron a concentrarse en las zonas más erógenas del mismo. No sabría decir cuántos hombres y mujeres había en aquella orgía onírica improvisada, pero las sensaciones que estaba recibiendo mi anatomía eran muchas y muy excitantes. Había manos tocando mis piernas, brazos, espalda, pecho, barriga, entrepierna y mis labios, y mis manos pasaban de un cuerpo a otro sin distinción. Todo era muy erótico y reconfortante.

Pero antes de que la cosa pudiese ir a más, el ambiente se volvió tétricamente helado. Aparté un poco el amasijo de cuerpos que me cubrían, y vi a cuatro figuras negras, cubiertas por largas capas con capuchas, que habían alzado en féretro, ahora cerrado, sobre sus hombros, y se dirigían a paso lento hacia las llamas. Algo me dijo que aquello no estaba bien. Me puse en pie y empujé a los bailarines, para salir corriendo hacia la hoguera. Llegué justo cuando estaban inclinando el féretro para tirarlo dentro de las llamas. Intenté agarrar a uno de los encapuchados de negro, pero mis manos atravesaron su brazo como si fuese de humo. Mi corazón empezó a latirme desbocado en el pecho, Ahora sí que sentía las lágrimas rodándome por la cara. “¡NOOOOOOOOOOOOOOOOO!” grité espantada.

En ese momento el ataúd terminó de caer, al chocar contra el suelo en el centro de la pira la madera de los costados se partió, dejándome ver su interior ¡Estaba vacío! Una mano se puso sobre mi hombro. Al girarme quedé cara a cara con la chica disfrazada de león, que antes había ocupado el ataúd, y que pensaba que estaba muerta. Un enorme alivio me invadió por dentro. Me sentí feliz por ella. La muchacha puso con suavidad su mano sobre mi nuca y acercó su rostro al mío hasta que nuestros labios se pegaron, y empezamos a besarnos. Cerré los ojos.

Al abrirlos, frente a mí, estaba el conocido techo de mi habitación. Miré el despertador digital sobre la mesilla. Eran pasadas las 3 de la mañana. Me puse en pie, me fui al baño y me lavé la cara. Al mirarme al espejo acaricié mis labios. Había sido todo tan real… La luna llena asomaba llena al otro lado de la ventana, reflejándose en el espejo. Alcé una mano y la avancé. Mis dedos chocaron con el frío cristal. Sonreí por mi tontería… Por un momento… Por unos escasos segundos… Había imaginado qué sucedería si el espejo, como en mi sueño, tuviese la consistencia del agua y pudiera atravesarlo… ¿Me atrevería a cruzarlo en la vida real? Aunque eso era una tontería de pregunta, ya que cosas como esa era completa y absolutamente imposible que sucedieran fuera del mundo de fantasía de los sueños nocturnos.

En vez de volver a la cama, encendí el ordenador y escribí esta historia, tan distinta a las que os tengo acostumbrados. Pero necesitaba hacerlo, como necesité mirar dentro del ataúd en mi visión.

Felices sueños…

La Doncella Audaz.

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