sábado

Ricky, el perro callejero #11

Saúl le cuenta a Ricky lo del chantaje de don Fermín, el director de la escuela, y el perro callejero le da una lección que nunca olvidará. Tremenda paliza al viejo pervertido.


Al día siguiente de la mamada al director, Saúl estaba con los nervios destrozados. Quería contarle a Ricky lo que había sucedido, pero le daba miedo si el perro se enfadaba con él. A lo mejor le decía que era un idiota por haber caído en la trampa de don Fermín, que se espabilara él solo con sus problemas, o peor aún, que no quería volver a tocarle ni usar ninguno de sus agujeros porque había sido mancillado por las manos y la polla irrisoria de ese viejo pervertido.

La mañana pasó tranquila en la escuela, pero media hora antes de la cita con el director, Saúl no lo pudo soportar más y fue a buscar a Ricky para explicárselo todo. Prefería soportar su mala leche antes que dejar que don Fermín volviera a ponerle una mano encima. Así que el menor bajó a la clase de gimnasia, donde sabía que estarían el perro callejero y su hermano Luis, y entró en el vestuario. Había varios alumnos medio desnudos, algunos ya vistiéndose, y otros en las duchas. A Ricky lo encontró completamente en pelotas recién duchado, Luis estaba cerca de él, pero sin hablarse. Si Ricky no le dirigía la palabra, el hermano mayor de Saúl no se atrevía a hacerlo, y menos en público. Pero Saúl tenía otras cosas de las que preocuparse en ese momento.

“Necesito hablar contigo… a solas” le susurró el menor de pelo rubio.

Los demás alumnos del curso superior miraban extrañados al chico que se había colado en los vestuarios. Ricky notó en seguida el nerviosismo de Saúl, y lo cogió del brazo, arrastrándolo hasta la zona de los baños. Se metió en uno de los pequeños receptáculos de los wc con él. El resto de chicos empezaron a cotillear en voz baja, pues era muy raro que un chico de curso superior se metiera desnudo en el wáter con un crío. Daba qué pensar. Luis estaba preocupado, él quería saber qué le pasaba a su hermano pequeño, pero Ricky lo había excluido de esa conversación, y no iría a ver qué pasaba.

“¿Qué cojones te pasa a ti, mocoso?” le preguntó el perro callejero.

“Es don Fermín… él… tiene un vídeo…” y así Saúl empezó a relatarle a Ricky todo lo que había ocurrido la tarde de la mamada, y el chantaje posterior.

Ricky empezó a cabrearse mucho, más que con el niñato con el director. No podía soportar que nadie más que él pusiera las manos sobre sus putas, a no ser que fuese él mismo quien le invitase a hacerlo, cosa que no había sucedido. Así que don Fermín iba a pagar cara su osadía.

“Espérame dentro de 20 minutos en el pasillo de los despachos de los profesores. Yo me encargaré de esto.” Fue lo que le dijo Ricky.

“¿De verdad? ¡Muchas gracias!” exclamó el menor, increíblemente agradecido con su Semental, que tan bien cuidaba de él.

“Pero todo tiene un precio…” añadió acto seguido el perro callejero.

Saúl no sabía a qué se refería Ricky diciéndole eso, pero estaba dispuesto a cualquier cosa con tal que el moreno solucionase el tremendo problema que tenía con ese viejo pervertido.

“Haré lo que quieras ¡Cualquier cosa!” respondió sin pensarlo.

“Bien. Bájate los pantalones y ofréceme tu culo. Voy a follarte.” Le dijo el mayor, mientras empezaba a masturbarse con una mano, y no dejaba de sonreír.

“¿Aquí…? ¿¿Ahora?? ¡Pero van a oírnos!” se quejó el joven de pelo rubio, y es que el vestuario estaba a rebosar de estudiantes en ese momento.

“Pues no alces la voz y nadie sabrá que te estoy follando. ¿O prefieres que deje que ese anciano repulsivo te folle? A lo mejor te acaba gustando y te conviertes en su puta particular”

Cuando Saúl oyó esas palabras saliendo de la boca de su Macho supo que no tenía opción más que a obedecer. Casi se alegraba de ello. Ricky era joven, guapo, musculado, tenía un rabo de toro y era un Dios Semental. Podía soportar su follada sin gritar demasiado… o eso esperaba. El joven de pelo trigueño se bajó los pantalones y la ropa interior, le dio la espalda a Ricky y se apoyó en la pared del fondo, abriendo las piernas para ponerse encima de la taza. No había espacio para mucho más.

“Sabia decisión, cerda” le dijo Ricky.

Acto seguido le escupió al chico en su agujero posterior y puso la enorme y palpitante punta de su polla en ese estrecho orificio. El culo de Saúl era una delicia. Tenía la piel tan elástica, que podía follarle duro sin miedo a rajarle, pero al terminar la follada volvía a su estado inicial como si nada hubiera pasado, así cada vez que Ricky lo enculaba, el Macho sentía como si fuese la primera vez que se lo hacía, de lo estrecho que lo encontraba, y eso tendría que ser toda una tortura para su esclavo sumiso, ya que sentía como si le desvirgaran una y otra vez.

No hubo una palabra de aviso ni nada parecido. Sencillamente Ricky pegó un fortísimo empujón hacia delante, agarrando con todas sus fuerzas las caderas del crío, y le metió de un solo golpe toda la enorme extensión de su polla dentro. No podía creérselo, era la primera vez que conseguía pegar sus pelotas al culo del niño en la primera embestida. Saúl sintió un dolor tan agudo que pensó que el perro callejero le había roto en dos el culo.

“¡¡¡¡HHHHHHHHHHHHHHHHHHHMMMMMMMMMMM!!!!” gritó mordiéndose el brazo para no alarmar al resto de alumnos que había fuera.

El perro callejero sodomizó salvajemente al chico rubio, sin importarle que los golpetazos que daba con sus huevos en el trasero de él se oyeran por todo el vestuario. Luis, que sabía perfectamente lo que debía estar ocurriendo dentro del lavabo se excitó al pensarlo. Le habría encantado ser él quien estuviese siendo follado por el Amo Ricky. El moreno no se detuvo hasta haber descargado su abundante corrida dentro de las entrañas de su esclavo. Incluso Saúl terminó corriéndose de gusto por la tremenda follada del perro. Y 20 minutos más tarde Ricky se encontró con Saúl en el pasillo de los despachos de los profesores.

Don Fermín había pasado toda la noche casi sin dormir, imaginando una y otra vez qué le haría a Saúl cuando lo tuviera de nuevo en sus manos. Imaginaba que lo tumbaba boca abajo sobre su mesa, completamente desnudo. Le lamería el culo. Pensaba meterle la lengua bien adentro, para lubricarle y darle placer. Y luego lo montaría como un potro salvaje, y le estaría enculando durante horas. Lo tenía todo planeado. A su edad, podía dar gracias si el pito se le ponía duro una vez al día, y eso porque era un puto viejo pervertido. Pero ese estudiante le ponía tan cachondo que sabía que no duraría demasiado si se lo follaba, y él quería más que unos minutos de placer. Así que se levantaría pronto e iría a la farmacia a comprar esas pastillitas azules milagrosas. Saúl terminaría suplicándole que le dejara marchar, pero ese día don Fermín pensaba abusar de crío hasta  que le saliera sangre y no esperma del puto rabo. A su edad tenía que aprovechar esas oportunidades al máximo.

Ahora el anciano director se hallaba sentado tranquilamente en su sillón de cuero marrón. Se acababa de tomar dos pastillas de esas, y empezaba a notar los efectos. Preparó el video que iba a enseñarle a Saúl, que era el de la mamada que le había hecho a él mismo el día anterior. Cuando oyó que llamaban a la puerta, le dio al play, dejando el sonido suficientemente alto pero sin exagerar, y fue a abrir.

“Pasa, jovencito” le dijo a modo de saludo, y le acompañó empujándole por el firme culo “Ya puedes ir quitándote la ropa, tenemos mucho que hacer hoy”

Pero en el momento en que el director se disponía a cerrar la puerta del despacho, se oyó un fuerte golpetazo, que era el pie de Ricky pateando la puerta con todas sus ganas. Don Fermín dio un par de pasos atrás, asustado por la aparición del muchacho. Era mucho más joven que él, pero su mera presencia imponía respeto.

“¿Qué haces tú aquí? No deberías…” empezó a decirle el director.

Pero Ricky le ignoró por completo. Cerró el mismo la puerta del despacho y se guardó la llave en el bolsillo. Pasando completamente al anciano pervertido, se acercó a ver lo que Saúl estaba mirando como hipnotizado en la pantalla del pc. La imagen del joven rubio completamente desnudo, chupándosela a ese desgraciado le hizo sentir mucha más rabia todavía.

“¡Tú, cerdo asqueroso, quítate toda la ropa! ¡YA MISMO!” le dijo de manera imperativa el perro callejero

“¿Qué…? ¡No! Yo no voy a…” pero el director no pudo terminar su frase, porque el matón de Ricky había empezado a molerle a palos.

El perro callejero soltó primero unos cuantos puñetazos en la cara y estómago del viejo, y luego, cuando estuvo doblado sobre sí mismo del dolor, añadió unas patadas de regalo.

“¡Quítate la puta ropa o te mato, viejo de mierda!” volvió a ordenarle el moreno.

A don Fermín no le quedó más remedio que obedecer. Eso le pasaba por viejo pervertido y por chantajear a uno de sus alumnos. Además las dos pastillas que se había tomado estaban haciendo su efecto, y sentía el pito demasiado duro, le dolía con solo rozarlo con la ropa. Debería haberse tomado solo una.

“Yo… borraré los vídeos ¡Lo juro! Pero no me hagas daño, por favor” suplicó el anciano.

“¡Que te jodan, viejo! ¡Tú usaste la boca de mi puta sin permiso, y eso tiene un castigo!” Ricky no pensaba perdonar a don Fermín.

El anciano, lleno de magulladuras por todo el cuerpo, terminó cediendo y se quitó la ropa. La visión de su cuerpo desnudo era escalofriante. Lo menos parecido a la visión de un cuerpo hermoso y sensual que se pueda tener.

“Ahora arrodíllate en el suelo” Ricky seguía hablándole con tono imperativo. Sacó su propio móvil del bolsillo y empezó a grabar al director. “Repite conmigo; Me llamo don Fermín García, soy el director de la escuela pública del distrito doce, y me divierto violando a mis alumnos menores de edad. Soy un viejo pervertido y asqueroso.”

“Nno puedo decirlo…” parecía que el viejo estaba a punto de echarse a llorar. Ricky le soltó una patada en la entrepierna que le hizo chillar como un cerdo.

“¡¡WAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!!”

“¡¡REPITE MIS PALABRAS, JODER!!” gritó el moreno con muy mala hostia

Don Fermín no lo dudó y empezó a recitar “Me llamo don Fermín García, soy el director de la escuela pública del distrito doce, y me divierto violando a mis alumnos menores de edad. Soy un viejo pervertido y asqueroso.” daba verdadera lástima verlo ahí arrodillado en el suelo, temblando de miedo, con el pito de viejo tieso y diciendo aquellas cosas.

“Bien. Ahora ponte boca abajo, a cuatro sobre el piso.” Fue la siguiente orden que le dio Ricky “Y tú graba mientras yo le doy su castigo” le dijo al joven rubio, que cogió el móvil y permaneció atento a lo que pasaba.

Ricky entonces se acercó a la puerta y cogió del suelo algo que se había traído del gimnasio, era una maza de malabares que ni Saúl ni el director habían visto al entrar. Era una pieza de plástico completamente blanca, mucho más ancha en su extremo con forma de rombo que del otro, que solo era un palo. Debía tener unos 50 centímetros de largo, y en su parte más gruesa unos 35 o 40 centímetros, llegando a los 10 de diámetro en su parte más estrecha.

“Por favor… ¡No me hagas daño! ¡No lo haré más, lo juro!” suplicó el anciano, que estaba puesto ya a cuatro sobre el suelo y no quería ni imaginarse lo que ese muchacho salvaje quería hacerle con ese objeto.

“¡Que te calles cerdo de mierda! ¡A ver si aprendes a respetar lo que no es tuyo!” le respondió de muy mala manera Ricky.

Acto seguido, alzó la mano con la que tenía sujeta la maza de malabares, y empezó a azotar el arrugado culo del anciano con la parte más fina. El perro le golpeaba con toda su mala leche, así que cada vez que el artefacto chocaba con las nalgas fofas del director de la escuela, se oía un fuerte ¡¡CHASSS!! Y le quedaba impresa una línea roja en su vieja piel de pervertido.

“¡AAAAH! ¡¡AAAAAHH!! ¡¡AAAAAAAHH!! ¡¡BASTAAA POR FAVOOR!!” suplicaba don Fermín entre gritos de intenso dolor.

Pero Ricky solo había hecho que comenzar con el castigo, y no pensaba dejar que las súplicas del viejo pervertido le ablandaran su frío corazón. Estuvo pegándole fuertes golpes con la maza por un buen rato, hasta que toda la piel que cubría su culo y los muslos quedó completamente cubierta de cardenales. Todo quedó grabado en el teléfono  móvil del perro callejero.

Lo siguiente que Ricky quería hacer era meterle esa maza por el culo, por su parte más ancha. Pero sería imposible que cupiera en ese asqueroso culo de vieja, así que decidió empezar penetrándole con la zona más estrecha, y así luego le resultaría más sencillo meterle dentro el resto. Deseaba darle una lección tan dolorosa al anciano decrépito, que jamás volviera a pensar si quiera en abusar de ninguna de sus putas. Y si tenía que hacer uso de la fuerza bruta ¡Lo haría!

“¡Abre bien tu culo de cerdo, porque voy a meterte esta maza hasta la puta garganta!” le dijo en tono imperativo a su víctima.

“Nno puedo… mme dolerá… yyo nnunca…” intentó decirle el viejo, pero Ricky le interrumpió, gritándole de nuevo.

“¡¡O abres tú mismo tus nalgas o le envío ahora mismo tu declaración a la puta poli!! ¡¡¿¿Te ha quedado claro imbécil??!!”

Don Fermín casi se muere al oírle decir eso. No podía permitir que el vídeo llegara a las autoridades, porque aunque no tuvieran pruebas de ello, todo el mundo, amigos, familiares y padres de alumnos, terminarían enterándose de que estaba siendo investigado por abuso a alumnos de la escuela, y ése sería su final como director. Tendría que terminar sus días viviendo alejado de todos, marginado y marcado de por vida. Al anciano le aterrorizaba que ese chico de pelo oscuro le metiera la maza por detrás, porque jamás se había metido nada por ahí. A él le gusta abusar de los pequeños, obligarles a chuparle el pito o violarles esos ricos culitos que tenían. ¡¡Pero jamás le habían follado por el culo!! Y por la forma en que gritaban y lloraban los niños a los que él se lo había hecho ¡¡Seguro que tenía que doler muchísimo!!

Aun así, terminó cediendo por el bien de su reputación social. El viejo apoyó su cabeza en el suelo, se agarró cada nalga pellejosa y marcada al rojo por los golpes con cada una de sus manos y las abrió, dejando ver a Ricky y a Saúl, que no dejaba de grabarle, una asquerosa raja blanquecina y arrugada, con un diminuto agujero en el centro, tan pequeño que parecía que no se podría meter ni una aguja por allí, y estaba salpicado de pelos canos ásperos y rizados alrededor de la entrada.

“Ya está, ya lo he hecho…” le dijo al fin don Fermín.

“Muy bien cerdo asqueroso” le respondió Ricky, ya cercándose donde estaba él, pegó el extremo más delgado de la maza en su estrecho culo y pegó un empujón con toda su mala leche.

Don Fermín tenía el culo completamente seco y virgen, así que la brusca entrada de ese objeto duro y grueso como un dedo gordo, le provocó varias heridas en el recto.

“¡¡WAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!!” gritó el viejo, empezando a llorar.

“¡¡Que te calles de una puta vez, vieja marica de mierda!!” gritó el moreno, y empujó con mucha más fuerza.

El palo de la maza penetraba despacio ese estrecho culo viejo y virgen. La sangre empezó a manar en finos hilos de sangre, y eso proporcionó la lubricación necesaria para poder seguir introduciéndole la  maza dentro del culo. Ricky usaba las dos manos para empujar el objeto dentro del culo del anciano director de la escuela, y Saúl hacía primeros planos del rostro desencajado del dolor de don Fermín y de su culo violado por ese palo enorme. Pero cuando ya le había metido dentro la mitad del palo, y la maza empezaba a ensancharse hasta cuadruplicar su tamaño en la parte más ancha, Ricky empezó a tener problemas para seguir metiéndosela dentro. Era como si el largo palo de plástico hubiese topado con una especie de barrera infranqueable en el interior de las entrañas del viejo pervertido, y no había manera de hacerlo avanzar más. Con cada empujón que le daba, sin resultado alguno, don Fermín gritaba y sollozaba desconsoladamente. Saúl pensó que el perro finalizaría allí su castigo, pero para a Ricky no había nada imposible. “Con sangre y fuerza bruta todo entra” era su lema personal.

Así que se situó justo detrás del anciano, que temblaba de miedo por lo que fuera lo siguiente que ese chico salvaje estaba pensando en hacerle, y sin previo aviso alzó su pierna derecha y dejó caer con todas sus ganas su pie sobre el extremo de la maza que permanecía fuera del culo del anciano.

“¡¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAGHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!!!!”  aulló el viejo con los ojos abiertos como platos, debieron haberlo oído desde la otra punta de la ciudad.

La patada que le dio el Semental fue tan potente, que el ano viejo de ese cerdo asqueroso se rompió, rajándose por varios puntos a la vez. Ahora sí que manaba una fuente de sangre de su feo culo arrugado. El pesado objeto terminó de meterse casi por completo dentro de las entrañas de don Fermín, que ahora tenía los ojos en blanco, sacaba espuma por el costado de la boca y ya había dejado de gritar porque estaba afónico y medio desmayado, sufriendo leves espasmos. Pero por su desgracia no había llegado a perder del todo la consciencia. Si Ricky hubiese sacado en ese momento la maza podría haber metido allí dentro su mano, la de Saúl y el teléfono móvil todo junto. Así de grande le había dejado el agujero del culo con aquella maza insertada hasta lo más profundo de su estómago de puta vieja.

Para rematar la faena, Ricky ordenó a su esclavo rubio que se meara sobre la cara y el cuerpo del director de la escuela, y él hizo lo mismo. Le obligó a decirle cuantas copias tenía de los vídeos de Saúl, y los borró todos al momento. Luego le amenazó con enviar su video con la confesión a la policía si resultaba que le había mentido y llegaba a descubrir que guardaba alguna copia más de su joven sumiso, o si se atrevía a meterle la mano encima de nuevo. Es que no tenía permitido ni mirarle. ¡Y le estaría vigilando! A ver si así ese vejestorio apestoso aprendía a no tocar a las putas de los demás. Ricky y Saúl se marcharon de ese lugar sin preocuparse por si el director seguiría con vida al día siguiente. Seguramente el pobre hombre tendría que ir de urgencias para que le curasen las feas heridas en su culo, pero a ver qué explicación daba allí de cómo se las había hecho. Eso era asunto suyo. Ricky ya había cumplido como Amo, defendiendo como el buen perro callejero que era una de sus posesiones más preciadas, a Saúl.

viernes

Ricky, el perro callejero #10

Don Fermín, el director de la escuela, chantajea a Saúl y le obliga a chuparle la polla.


Al día siguiente de la doble mamada, martes, Luis y Saúl acudieron a la escuela como siempre. La tarde anterior habían estado buscando los objetos que el perro callejero les había mandado meter en la maleta para próximo viaje ese fin de semana, todas cosas de Martha, su madre. Habían localizado ya lo que querían coger de su cuarto, pero de momento no lo cogerían. Después de discutirlo un rato, Luis y Saúl decidieron que le robarían esas cosas a su madre el mismo viernes antes de marcharse, y así evitarían que les echase la bronca, al menos antes de irse. Ya se preocuparían a la vuelta por el castigo.

Aquel día Ricky no había asistido a clase. Los hermanos de pelo color trigo lo echaron mucho en falta, sobretodo Luis, que estaba acostumbrado a tenerlo en la misma clase. El día se hizo de lo más largo y aburrido para ambos. Justo antes de la hora del patio, al curso de Saúl le tocaba clase de prácticas de ciencias, así que tenían que acudir al laboratorio. El menor cogió su libreta y el estuche con los bolígrafos y salió de clase para marchar con el resto de alumnos al aula que les tocaba. Pero fue interceptado. Una mano rechoncha, arrugada, y con retorcidos pelos blancos en los nudillos se plantó en su pecho y le hizo parar en seco. Al levantar la mirada, se encontró con los chispeantes ojos de don Fermín, el director.

“Tú te vienes conmigo a mi despacho, jovencito” le dijo el viejo.

Saúl tragó saliva y se quedó un poco pálido. La tarde anterior había estado tan seguro de que el director no les diría nada, que no le había comentado a Ricky que lo había pillando espiándoles. Pero ahora, por la seriedad que reflejaba el rostro del mayor, parecía que les iba a caer una buena bronca. Por lo menos a su hermano Luis y a él, que eran quienes se encontraban en el recinto en ese momento. Ricky no podía haber escogido un mejor día para faltar a la escuela.

“Si, don Fermín” le respondió Saúl, y empezó a seguirle por los pasillos.

El director de la escuela era un hombre muy mayor, rondando los 60, si no los había pasado ya. No se estaba quedando calvo, tenía una espesa melena completamente blanca, que peinaba religiosamente con una raya al lado. Para ser un hombre no era demasiado alto, aunque sí pasaba una cabeza a Saúl, que todavía no había dado el estirón de la adolescencia. El hombre tenía la piel completamente arrugada y llena de las manchas propias de la vejez. Y le sobresalía una prominente barriga. Siempre lucía trajes grises, camisa blanca, corbatas aburridas, y zapatos de vestir. El joven de pelo rubio, que caminaba un par de pasos por detrás del viejo, no pudo evitar darse cuenta de que el mayor cojeaba un poco mientras andaba.

No tardaron demasiado en llegar al despacho de don Fermín, que se encontraba al final de un largo pasillo donde estaban a lado y lado los despachos de los profesores, vacíos en ese momento, ya que estaban todos dando clase. El anciano abrió la puerta de su oficina y hizo un además con la mano para que el menor de ojos color azul cielo entrara en él.

Saúl entró en la estancia y dio un par de pasos antes de detenerse. Echó un vistazo a su alrededor. Nunca había estado allí, era un despacho de lo más normal y corriente. Con paredes pintadas en color verde apagado. Había algunos diplomas colgados en un rincón, un par de estanterías llenas de libros que eran más de decoración que de consulta, una mesa mediana de madera oscura, con un ordenador tan viejo como su dueño sobre ella, la butaca de cuero marrón del director, y un par de incómodas sillas de hierro para las visitas. Don Fermín cerró silenciosamente con llave la puerta de entrada a su despacho, y mientras el menor revisaba todo a su alrededor, se acercó a la única ventana que había en la oficina y bajó la persiana. No quería que los viera nadie. 

Lo primero que sorprendió a Saúl fue que Luis no estuviese en ese lugar. Como suponía que el director lo había mandado llamar para echarle bronca por lo que habían hecho él y su hermano con Ricky en el patio, suponía que el imbécil de su hermano mayor ya estaría allí. Pero estaban solos él y don Fermín, y no parecía que el viejo tuviese intención de salir en busca de Luis, ya que había cerrado la puerta tras de él. Saúl respiró hondo. Seguramente el director les echaría bronca por separado para darles más miedo, si los llamaba en grupo se podían respaldar unos en otros, y el efecto de la bronca sería menor. Sí, seguro que tenía que ser eso lo que pasaba.

Don Fermín rodeó el escritorio y se sentó en su ajado butacón de cuero.

“Siéntate ahí Saúl, por favor.” Le dijo al crío, señalándole una de las incómodas sillas.

“Voy” respondió el joven de pelo rubio.

De normal Saúl era un respondón y no le gustaba cumplir órdenes, pero sabía que en esa ocasión tenía las de perder. No quería enfadar más a don Fermín y que terminara expulsándole de la escuela. Entonces sí que estaría bien jodido, asistiendo a un instituto distinto a los de Ricky y Luis. No, soportaría el chaparrón como pudiera. Pero el viejo no lo había llamado para reprocharle lo que había hecho en el patio la tarde anterior, sino con intenciones mucho más libidinosas.

El viejo tecleó algo en su ordenador, en completo silencio. Saúl tenía sus hermosos ojos verdes fijos en las arrugadas manos del director de la escuela, a la espera de que empezara la regañina. Sentía un poco de vergüenza, aunque también estaba enfadado con él, porque don Fermín se había masturbado mirándoles chuparle la polla a Ricky, y no le parecía nada justo que ahora fuese a echarle la bronca por eso.

“Presta atención, por favor. No quiero que pierdas detalle de esto.” Le dijo el viejo, con la misma buena educación de la que siempre hacía gala.

Don Fermín giró la pantalla del pc de manera que tanto Saúl como él mismo pudieran verla, abrió un archivo de su escritorio clicando encima con el ratón. La pantalla permaneció oscura un par de segundos antes de mostrar la primera imagen.

El menor de pelo color trigo abrió los ojos y se quedó sin habla al verse a sí mismo en aquel video, que a todas luces el viejo pervertido había grabado con su teléfono móvil la tarde anterior, sin que él se diera cuenta. Ricky estaba de espaldas, y al imbécil de Luis no se le veía la cara porque lo tapaba el cuerpo del perro callejero. El único reconocible en esa grabación casera era a él, Saúl. Se le veía arrodillado frente al chico de cuerpo musculado y piel de ébano, mamándole con complacencia y desesperación su enorme rabo.

El despacho se había quedado en absoluto silencio. Don Fermín se secaba el sudor de la frente con un pañuelito de tela, que seguro llevaba sus iniciales grabadas. Saúl estaba mudo de la impresión. El viejo le dio al control del volumen, y la estancia empezó a llenarse con los guturales gemidos de placer de Ricky. De fondo incluso podía oírse el sonido que hacía la mano del director masturbándose mientras les grababa. Por suerte la grabación se detenía antes de que el semental se corriera sobre sus caras, el menor no sabía si habría podido soportar verlo con el director sentado justo delante de él.

La imagen de la pantalla del ordenador quedó de nuevo completamente oscura. El pobre Saúl no se atrevía ni a mirar a don Fermín a la cara. No entendía qué mierdas pretendía el viejo asqueroso enseñándole aquello.

“Me resultaría de lo más sencillo enviar una copia del vídeo a todos los alumnos y profesores de la escuela. Estoy seguro que en cuanto la recibieran ellos mismos la reenviarían a sus amigos, así que en dos o tres días como mucho te verías obligado a dejar la escuela y marcharte a vivir a otra ciudad.” Empezó a decirle don Fermín, sin levantar la voz. Sus palabras eran lo suficientemente amenazantes por sí mismas, no necesitaba gritarle al crío para que entendiera que lo tenía completamente en sus garras.

“¡¡No puede hacerme eso!! ¡¡¡Le mataré!!!” exclamó el menor, levantándose de la silla y dando un fuerte golpe sobre la mesa.

El director no se amedrentó con aquella demostración iracunda. Con mucha calma, y sin perder su buen carácter, el viejo pervertido procedió a cerrar la ventana del vídeo y a enseñarle a Saúl que tenía abierto el correo electrónico, con destinatario envío masivo a alumnos y profesores, y con el archivo de vídeo adjunto al mismo. Don Fermín puso el puntero del ratón sobre el botón de enviar, pero no lo presionó. Saúl sintió que se mareaba y le dio vértigo al verle. Se mostraba muy valiente, pero en realidad estaba muerto de miedo.

“Tendrás que matarme antes de que yo le dé al botón, ¿Te crees capaz, jovencito?”

Saúl apretó fuerte los dientes y cerró los puños. Se sentía muy cabreado, y sobretodo humillado. Ese viejo le tenía pillado por las pelotas, y no podía hacer más que cumplir con lo que quisiera hacer, o su vida junto a Ricky, su vida en general, estaría terminada. Solo pensar que ese anciano asqueroso de pellejos colgantes y piel áspera y rugosa le pondría un solo dedo encima le entraban ganas de vomitar, y también de darle a don Fermín una buena paliza.

“¿Qué quiere que haga?” preguntó el menor, dándose por vencido.

Aun así no apartaba su mirada de los ojos del contrario. Podría chantajearle, pero que le quedara claro que él solo se sometía de verdad ante su Amo Ricky, y no ante nadie más que él.

“Desnúdate” fue la primera orden que le dio el viejo pervertido.

El menor tenía bastante claro que don Fermín iba a propasarse con él, aprovechándose del chantaje para obligarle a hacerle alguna cerdada, o para hacérsela a él. No sabía qué era peor. Pero por mucho que lo odiase, no podía hacer otra cosa que complacer al viejo asqueroso, al menos mientras tuviera en su poder aquel vídeo incriminatorio. Si Saúl hubiese sabido que don Fermín lo estaba grabando también en ese momento, con la webcam del pc puesta en un sitio estratégico del despacho, quizás no hubiera actuado como lo hizo.

Sin responderle nada al anciano, el chico empezó a quitarse la ropa. Ahora sí que evitaba mirarle a la cara. No quería ser testigo de cómo se iba excitando con aquello el cerdo del director. Seguro que tenía un rabo arrugado y áspero, como el resto de su piel, y con lo viejo que era dudaba de que llegara a levantársele, aunque lo había visto pajeándose a su salud, así que para su desgracia sí que debía funcionarle bien el pito.

Saúl se quitó de mala gana la camisa y los pantalones, dejándolos amontonados sobre el piso. Tampoco se demoró demasiado en despojarse de sus calzoncillos. Cuanto antes terminara con todo aquello mucho mejor. Pero el viejo estaba deleitándose con las vistas, y no parecía tener prisa alguna. Estuvo repasando visualmente al menor una y otra vez. Los ojos de don Fermín, que eran de un azul tan claro que parecían casi transparentes, se quedaron prendado del cuerpo de ese niño. Saúl todavía no se había desarrollado, su anatomía era delgada y pequeña. Tenía la piel suave y muy blanca. Y su rostro poseía una belleza encantadora, típica solo de los chicos de su edad. El director hacía rato que notaba la polla bien dura dentro de sus pantalones.

“Acércate. Ven aquí, no seas tímido jovencito.” Fue lo siguiente que le dijo el viejo, señalando con el dedo justo en frente de dónde él mismo estaba sentado.

El menor empezó a acercarse a donde estaba sentado don Fermín, no sin ciertas reticencias. Daba pasos cortos y muy despacio, pero inevitablemente terminó llegando a su destino. El viejo estaba sentado en su sillón de cuero, de lado a la mesa. Su mano derecha permanecía sobre el ratón, amenazando al menor con enviar el archivo con el vídeo a todos los contactos de la escuela.

Lo primero que hizo el anciano degenerado fue poner su mano izquierda sobre el estómago liso del chico. Estaba fascinado con la juventud de ese cuerpo. Acarició con su áspera mano la fina piel del menor, que se aguantaba como podía las ganas que tenía de partirle la cara al viejo. Si encima el tipo le daba al botón su vida en esa ciudad habría terminado para siempre. Don Fermín empezó a bajar su mano por el firme estómago del muchacho, y terminó dirigiéndola directa a su entrepierna, donde lucía un pito flojo y caído, pues la situación en la que se encontraba Saúl era de lo más desagradable para él, no tremendamente excitante como lo era para el director.

Cuando don Fermín pasó sus dedos por debajo de la polla del alumno, como para pesarla, sus yemas tropezaron con un pequeño objeto metálico. Lleno de curiosidad, alzó el tronco rechoncho y se inclinó un poco, para poder leer lo que decía la chapa dorada que colgaba del piercing que tenía en la base de su polla.

“Puta de Ricky” leyó en voz alta, para mayor bochorno del muchacho, y empezó a reírse

“Ahora serás la puta de don Fermín. Tendré que ponerte una marca como esa yo también, porque a partir de ahora serás completamente mío, y me tendrás que obedecer en todo.” A Saúl se le erizó todo el vello del cuerpo al oírle decir eso.

“De momento arrodíllate entre mis piernas y ocúpate de esto. Sé que tienes mucha práctica, espero que me lo hagas igual de bien que se lo hiciste a tu amiguito ayer.” El viejo señaló su abultado paquete, por si el muchacho de pelo rubio tenía alguna duda acerca de lo que le estaba ordenando que hiciera.

Saúl intentaba encontrar una escapatoria, pero todos los planes que se le ocurrían tenían el peligro de que el viejo le diese al botón de envío. Así que hizo lo que don Fermín le había ordenado. Se arrodilló entre sus piernas abiertas y empezó a desabrochar el pantalón de traje que llevaba puesto. Cuanto más cerca estaba del hombre, mayor era el olor a decrepitud que le llenaba las fosas nasales. Saúl tuvo que esforzarse por abrir los botones porque la prominente barriga del viejo le hacía muy difícil el trabajo.

Tras un par de minutos el muchacho consiguió sacar a la luz la polla de don Fermín. Como había imaginado era corta y rechoncha, gorda, aunque no tanto como la de Ricky, y la mitad de gruesa o menos. Además esa polla de viejo pervertido estaba completamente surcada de arrugas, llena de pliegues y muchas venas azules, y olía realmente mal. Como si llevara siglos sin lavarse ahí abajo.

“¿A qué estás esperando, jovencito? Métetela en la boca, que no muerde” le dijo don Fermín a Saúl, incitándole a que empezara ya con la mamada.

Pero Saúl era incapaz de moverse. Se había quedado clavado, arrodillado en el suelo entre las piernas del director de la escuela. Le sujetaba esa polla sucia y rechoncha entre sus manos, pero la peste que emanaba de ella era demasiado asquerosa. ¡¡Además era la polla de un puto viejo!! No podía hacerlo ¡No podía meterse ese repugnante pito en la boca! ¡¡No podía hacerlo y ya está!!

Al ver que el menor no se decidía a empezar, el director de la escuela echó un poco atrás su sillón y se giró en dirección al teclado de su ordenador.

“Si no quieres hacerlo, no lo hagas. Ya sabes cuáles serán las consecuencias. Ahora vístete y márchate de aquí.” Le dijo el hombre de pelo cano, muy serio.

Saúl respondió casi sin pensarlo:

“¡No, don Fermín! ¡No envíe el video a nadie! ¡Ya lo hago!”

Y sin ninguna esperanza de poder salir indemne de aquel asunto, el joven rubio se abalanzó sobre el regazo del viejo. La polla del anciano era tan rechoncha que el muchacho solo podía sujetarla poniéndole dos dedos en la base de la misma, porque poco pedazo de carne más quedaba. Aun así acercar su boca a esa asquerosidad y metérsela entre los labios fue la cosa más repulsiva que había hecho nunca. Ese pellejo gordo sabía mucho peor de lo que olía. Habría preferido mil veces tener que comerse una mierda de caballo entera.

Pero ya que había empezado con aquello, lo terminaría cuanto antes mejor. Saúl se propuso hacer correr al viejo rápido para poderse marchar del despacho en seguida. Así que apretó sus finos labios contra la polla del anciano y empezó a mamársela con todas sus ganas, incluso usaba la lengua y sus dedos para darle más placer, como su Semental Ricky le había enseñado que debía comerse una polla.

Don Fermín empezó a jadear en cuanto notó la boquita del joven Saúl alrededor de su polla. La cavidad bucal del joven estudiante era estrecha, cálida y muy húmeda. Era una delicia sentir como sus labios presionaban el glande, y notar como se la metía entera dentro de la boca.

“Pues sí que eres una buena puta” susurró, entrecerrando los ojos.

El viejo quería aprovecharse un poco más de la situación, y por ello, cuando llevaban cosa de 15 o 20 minutos, y su polla empezaba a palpitar y hincharse más, en previsión de una próxima corrida, le puso la mano en el hombro a Saúl y lo hizo apartarse de él. Así conseguiría aguantar un poco más, y disfrutaría más rato de aquella estupenda mamada.

“Mejor ponte aquí, a mi lado, con el culo en alto” le dijo el director de la escuela, señalando el lado contrario del escritorio.

“Si, don Fermín” le respondió sumiso Saúl, odiándole por haberle hecho parar cuando ya empezaba a notar el líquido preseminal en su boca. ¡Eso era trampa!

Saúl se puso como el viejo le había ordenado, ahora estaba de pie, con las piernas estiradas y abiertas, el torso y parte del estómago apoyados sobre el reposabrazos del sillón, y la polla y la enorme tripón de don Fermín justo delante de su boca.

“Puedes continuar, lo estabas haciendo muy bien jovencito” le animó el anciano degenerado.

Saúl deseó que se muriera fulminado en ese momento por un rayo, y al ver que su deseo no se cumplía, se inclinó y empezó a mamarle la asquerosa polla al viejo de nuevo. Don Fermín aprovechó que su mano libre estaba justo a la altura del culo del chico y empezó a tocárselo de manera descarada. Al principio se conformaba con masajear las nalgas del rubio, pero luego se chupó dos dedos y se los metió de golpe en el ano, sin contemplaciones. El viejo empezó a meter y sacar sus dedos muy rápido del culo de Saúl, y al chico cada vez le resultaba más difícil concentrarse en la mamada que le estaba haciendo, no porque aquello le excitara, su polla seguía sin reaccionar, sino porque le dolía y molestaba notar los dedos del anciano follándole sin permiso el culo de aquella manera tan bruta.

Pero en vez de darse por vencido, el menor se sintió lleno de rabia y odio por ese anciano decrépito y pervertido, y redobló sus esfuerzos por darle el máximo placer y que llegara a correrse rápido. Saúl empezó a succionar fuerte, pasando su lengua de manera constante por el glande hinchado y apestoso. El estudiante chupaba, lamía, mamaba, como si le fuera la vida en ello. Pasó otra media hora en la que el director insistió en dedearle el culo, pero al fin los esfuerzos del joven rubio se vieron recompensados, pues empezó a sentir como ese anciano estúpido le llenaba la boca con su espesa y ácida corrida de viejo asqueroso. En el mismo instante en que don Fermín empezó a soltar su esperma en la boca de Saúl, el chico se apartó e intentó escupir todo lo que había tragado sin querer.

“¡Ya he hecho lo que me ha ordenado! ¡Ahora me marcho!” le dijo el alumno, muy enfadado con el director, y vistiéndose todo lo rápido que podía.

“Si, puedes irte.” Le respondió el viejo, guardándose el rechoncho pito dentro de los pantalones.

Don Fermín se acercó a la puerta y la abrió para que el chico saliese. Cuando Saúl pasó por delante suyo, con el rostro lleno de ira, le palmeó el trasero fuerte.

“Mañana ven a la misma hora” le dijo, y cerró la puerta con llave en sus narices.

Saúl se sentía destrozado. Pensaba que con haberle mamado la polla al viejo se quedaría satisfecho, pero no, lo quería de vuelta al día siguiente. Y seguro que la cosa iría a mayores, los viejos pervertidos no suelen conformarse con catar el pastel sin darle un buen mordisco para terminar comiéndoselo entero.

Dentro del despacho, el anciano volvió a sentarse  en su sillón y empezó a revisar la nueva grabación que había hecho aquel día. Saúl estaba magnífico. Y no parecía que don Fermín le estuviese obligando a hacer nada, viendo ese vídeo daba la sensación de que Saúl actuaba por voluntad propia. Ahora sí que le tenía cogido por las pelotas. Y mañana mismo iba a ponerse en serio con él. Don Fermín se había excitado tanto viendo como Saúl y su hermano le chupaban la polla a Ricky, que había querido tener su ración de mamada. Pero lo que de verdad ansiaba por encima de todo era follarse el apetecible culo de su alumno. Quería penetrarlo hasta el fondo, notar su esfínter apretado contra su oronda polla y llenarle las entrañas con su ardiente corrida. Solo tendría que esperar un día más para poder conseguirlo, y a partir de mañana mismo, Saúl pasaría a convertirse en su puta particular, y podría correrse dentro de su aniñada boquita o su hermoso trasero siempre que le viniera en gana. El viejo pervertido no podía sentirse más feliz.

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