miércoles

Almudena, una brutal violación II (1/4)

Lo que sucede tras la brutal violación de Almudena, en la que le destrozan todos sus orificios dos pollas descomunales, y ella termina disfrutando de una de ellas. Ella quiere repetir con él, pero las cosas no salen como la hermosa chica lo espera, porque el viejo asqueroso de Vicente aparece junto a José, con un malvado plan para drogarla y abusarla de nuevo. Y no permitirá que pierda a su hijo, fruto de su primera violación.


Almudena era una joven de 23 años, de físico espectacular. Pelo largo y castaño claro, por la cintura. Ojos miel. No muy alta, ni baja. Figura perfecta, pechos tirando a grandes, pero firmes. Estómago plano, cintura estrecha y caderas generosas. Culo, redondo y mullido.

Vivía con su novio, pero a raíz de lo acontecido, aquella brutal violación por parte de Vicente, el viejo frutero, y José, su callado ayudante, de la que ella terminó disfrutando al final, solamente en los momentos en que José le devoró el coño, y luego la sodomizó mientras la masturbaba con ganas, cuando ya estaban solo ellos dos, y que terminó arrastrándola a un orgasmo tremendo. El mejor de su vida. Desde ese día la vida la preciosa Almudena cambió completamente. Su novio y ella discutían mucho, y al final él le confesó que tenía una amante en la oficina y se fue a vivir con ella, dejando a la preciosa hembra de pelo castaño sola en su piso.

Además, la pobre muchacha de orbes color miel no tenía ni idea de quienes habían sido los agresores, pues ella estuvo con los ojos vendados todo el rato, excepto al final cuando solo quedó José con ella, y los abusadores vestían chándal negro y pasamontañas ocultando sus rostros, y encima Vicente utilizó un distorsionador de voz. Y se aseguraron de limpiar sus orificios con espermicida. Habían sido muy listos.

Los primeros días, la hembra recién violada no se atrevía a salir a la calle. Permaneció encerrada en su piso, alegando en el trabajo que estaba enferma. Aquellas dos pollas, una gruesa y larga como el demonio, y la otra gorda como la muñeca de un hombre fornido, la destrozaron, literalmente. Necesitó días para reponerse del brutal ataque sufrido en su portería. Pero poco a poco, el placer que llegó a sentir con el segundo agresor, el que le comió el coño de aquella manera deliciosa, el que se quedó con ella al final a solas y le folló el culo de aquella manera tan paciente, asegurándose de que ella lo terminaba disfrutando… recordar aquellos momentos la ponía extremadamente cachonda, y tenía que terminar masturbándose para saciar su ansia de buena verga de semental que ardía en sus entrañas de zorra ávida de buena polla que había resultado ser.

Esos primeros días en que la chica no salió de su casa tenía muy preocupados a Vicente, el dueño de la frutería y quien ideó el plan de violarle, y José su ayudante, quienes al trabajar justo delante del edificio de su víctima, y conocer perfectamente sus horarios, sabían que ella por ahora permanecía recluida ahí dentro y no salía. A quien si vieron salir un día fue al novio de Almudena, cargando un montón de cajas en una furgoneta, y ya no volvieron a verlo más, así que supusieron que habían roto.

Una semana más tarde, Almudena decidió que no podía seguir encerrada en casa, así que volvió a su rutina habitual. Aunque algo sí había cambiado en ella. Porque si bien antes era una mujer que le gustaba vestir femenina, pero discreta, por ejemplo, con poco maquillaje. Ahora se le antojaba lucir bastante más provocativa. Ni ella misma podía comprenderlo. Pero pensar que quien fuera su segundo violador, quien le dijo que atara un pañuelo negro de su ventana si quería volver a verle y que esa noche dejara la puerta abierta y le esperara en la habitación, desnuda y con los ojos vendados para recibir más buena polla de macho, pensar que seguramente era del barrio, y que la estaría mirando sin ella poder saber quién era, eso le resultaba tan excitante que sentía su coño mojarse.

Así que la muchacha de melena castaña bajó un día, y retomó la rutina. Tomó un café en el bar de debajo de su casa. En el momento en que salió de la portería, el viejo asqueroso de Vicente y su ayudante José intercambiaron unas miradas silenciosas, y siguieron trabajando sin apartar la mirada de ella. Estaban seguros de que Almudena no sabía quiénes habían sido sus agresores, porque no había aparecido la policía por allí, el plan salió como ellos esperaban.

Luego de tomar su café, la joven pasó por el banco y de ahí a comprar un par de cosas que necesitaba. Finalmente, y sin tener ni idea que se metía en la puta boca del temible lobo feroz, bueno lobos, Almudena entró en la frutería. Ese día vestía con uno de esos shorts tejanos que iban a ras de glúteo, y una blusa de blonda blanca sin hombros, con escote recto y suelta por su tripita, que le quedaba de maravilla. Unas sandalias romanas blancas con tiras entrecruzadas y un pequeño bolso de paja. Muy a la moda, y muy provocativa. Además, su maquillaje era más intenso que antes, con colores más vivos.

“Hola, buenos días” dijo ella al entrar.

“Hola, querida. Cuanto tiempo sin verte por aquí. ¿Estabas de vacaciones?” le dijo el viejo Vicente, que era quien solía hablar, mientras José siempre permanecía callado y al acecho.

Ella lo miró y sonrió “No que va, qué más querría. Estuve enferma, pero ya me siento bien. De maravilla en realidad.”

La fémina entró a la pequeña frutería y comenzó a seleccionar lo que quería comprar. José no podía apartar sus ojos del tremendo cuerpo de esa hembra que lo traía loco, ni el viejo Vicente. Es más, a ambos se les puso la puta polla dura como una piedra al verla. El viejo se puso tan cardíaco y era tan sumamente cerdo, que tuvo que meterse en la trastienda a machacársela, mientras espiaba a aquella muchacha por las rendijas de la madera de la puerta, y rememoraba cómo abusó y se corrió en cada uno de sus orificios, llegando a eyacular en un tiempo récord.

Así fueron pasando los días, Almudena no sabía si había quedado embarazada, así que habló con una buena amiga suya del colegio y le explicó una pequeña mentira sobre un condón roto, y consiguió que ella, que ahora era médico, le consiguiera pastillas abortivas. Dos pastillas en realidad venían como recortadas de un blíster, sin caja ni nada, ya que la doctora se las sacó del hospital en que trabajaba. Almudena las dejó en su piso, junto a un tríptico que explicaba el funcionamiento, y decidió tomarlas después de haber follado con ese semental tremendo por segunda vez. Entonces, cuando le viniera la regla, y estuviera segura de que no estaba embarazada, se pondría un DIU. No podía tomar pastillas anticonceptivas porque era alérgica, y así podría follar tranquila sin miedo a quedar preñada.

José al ver que Almudena había colgado ese pañuelo negro de la ventana, se excitó al momento, porque esa misma noche tendría el gran placer y honor de follarse todos sus orificios de nuevo. Pero no tuvo en cuenta algo… que el asqueroso viejo Vicente también vio el pañuelo negro anudado en la ventana y supo en seguida que algo extraño estaba pasando.

Así que esa noche, al cerrar la frutería, no se marchó a casa. Se quedó escondido tras la parada de autobús cercana a la puerta de entrada al edificio de la que él consideraba SU hembra. Joder todo aquel plan de violarla había sido idea suya, él estuvo meses preparándolo todo, y solo porque el entrometido de José, su ayudante, había encontrado por casualidad la libreta donde anotaba los movimientos de Almudena, tuvo que compartirla con él. Pero Almudena era SUYA. De nadie más, y no pensaba dejar que ese mindudi de tres al cuarto se la robara. Y menos sin saber si ella estaba embaraza. Porque Vicente fue el primero en eyacular en su coño de puta.

Y Vicente tenía razón en sus suspicaces sospechas. José apareció por la calle y se acercó al portal de Almudena. Justo cuando lo abría, porque la cerradura seguía sin funcionar, Vicente le abordó por la espalda y le empujó dentro.

“¡Eh! ¿Qué coño haces?” se quejó el ayudante, muy sorprendido al encontrarse ahí a Vicente “Sé perfectamente dónde vas. Ibas a volver a follártela sin mí, ¿cierto?” le recriminó el sádico cincuentón.

“Mira tío, cuando te fuiste a destruir las pruebas, me la volví a follar y ella tuvo un orgasmo… ¡Lo disfrutó de verdad! Así que le dije que si quería volver a tener sexo conmigo colgara el pañuelo negro en su ventana y me esperara desnuda y con los ojos vendados en su cama” le explicó José al viejo, para que le dejara en paz.

“Ya… pues lo siento, pero no pienso marcharme. Si no fuera por mí, no te la habrías follado jamás a una hembra como esta y lo sabes. Yo te dejé participar en mi plan para violarla, así que ahora tú vas a devolverme el favor” el malvado Vicente buscó en su riñonera y sacó una bolsa donde había unos supositorios. Le dio uno a su ayudante.

José cogió la pastilla alargada y miró a Vicente sin entender nada “¿Qué cojones tengo que hacer con esto?”

El viejo frutero asqueroso sonrió malvado “Tu entras y os ponéis a hacer un 69. Mientras le comes el coño le metes eso por el culo. Ni lo notará. Sigue a lo tuyo, y en un rato se habrá dormido. Entonces entraré yo y me la follaré, porque es mi derecho. Luego, en un par de horas, ella despertará. Tú te pones en la postura que estuvierais y sigue como si nada, ni se dará cuenta” vamos que había usado ese tipo de drogas en chicas más de una vez y sabía perfectamente cómo funcionaban. Evidentemente las solía llevar siempre encima porque nunca se sabía cuándo aparecería una oportunidad de oro para utilizarlas.

José sabía que no tenía más remedio que dejar al puto viejo follarse a Almudena inconsciente. Bueno al menos él podría disfrutar de ella luego, cuando se despertara, y además ella no recordaría nada.

“Está bien joder” murmuró cabreado.

Al escucharle acceder a su petición, Vicente sintió un gran alivio.

Subieron ambos juntos por el ascensor hacia el séptimo piso. La puerta estaba abierta. José se puso el pasamontaña. Aunque le había pedido a ella que se pusiera una venda en los ojos, por si aun caso. Entró primero el ayudante, y se dirigió hacia la única estancia con luz, el dormitorio. Y allí estaba la espectacular Almudena, totalmente desnuda y con los ojos vendados, sentada en la cama. Estaba nerviosa por lo que iba a suceder, aunque ella misma se lo había buscado, así que se había tomado casi una botella de vino ella sola.

“Hola preciosa” le dijo José, acercándose con una dura erección dentro de sus pantalones.

La muchacha sonrió al escuchar su masculina voz de semental “Hola cielo, te estaba esperando.”

José llegó donde estaba ella y comenzó a besarla con deseo ardiente. Ambos estaban realmente cachondos perdidos. José era un joven de 20 años, ni guapo ni feo. Era alto y delgado y poseía unas facciones bastante del montón. Pelo castaño oscuro y ojos marrones.

Siguiendo las indicaciones del puto viejo, tumbó a la deliciosa hembra caliente como una perra sobre la cama y comenzó a comerle el coño con ganas, mientras ella le bajaba la bragueta e intentaba meterse dentro de la boca aquel pollón de tamaño descomunal por lo grueso que era. Almudena no podía ni con la mitad, pero aun así el joven disfrutaba enormemente de los morbosos intentos por parte de ella de abarcar el máximo posible de su carne dura en el interior de su boquita dulce de caramelo.

El chico había estado sujetando el supositorio con su mano diestra. Se lamió un dedo y se lo metió a la preciosa niña por su culito de guarra.

“AaaaAaaahh… siiii que bien cariño…” gimió ella complacida.

José le metió profundo la lengua por el coño a Almudena, apretó un segundo dedo en su culo y comenzó a sodomizarla con ellos. Se los sacó y se los volvió a meter, y repitió el proceso una tercera vez, pero ahora con la pastillita entre sus dedos, que incrustó en lo más hondo de sus ardientes entrañas de puta.

“Sii… AaaAahhh… así bien duro como me gustaaa” la hembra, sin notar nada, continuó mamando su vergote descomunal, dejándose comer el coño y follar su culo con esos dedos firmes y que la volvían loca.

El joven ayudante amorró su boca a la vagina de Almudena y comenzó a lamerle el coño con todas sus ganas. Tiraba de su clítoris y lo succionaba, mientras sodomizaba su apretado culito con sus dedos para darle mayor placer a la preciosa castaña, mientras ella devoraba con pasión su duro miembro viril.

Vicente entró en el piso cuando comenzó a escuchar que la pareja gemía. Mientras ellos se daban placer, estuvo husmeando por todos lados. Y encontró las píldoras abortivas “Maldita puta del demonio” dijo el viejo cabreado, pues no quería que ella abortara al que seguramente sería su hijo.

Entonces cogió las píldoras y fue hasta el lavabo y miró dentro de los armarios. Allí solía guardar la mayoría de la gente los medicamentos. Bingo, encontró el que utilizaba SU hembra como botiquín. Estuvo comparando las pastillas, hasta que encontró unas cuyo blíster y forma del medicamento eran bastante similares. Unas de vitaminas. Lo recortó y guardó las abortivas, y el resto de blíster que sobró de haberlo recortado, dentro de su riñonera. Dejó las falsas pastillas abortivas donde había encontrado las de verdad.

En la habitación, José y Almudena estaban llegando juntos al clímax. Los dos se corrieron en la boca del otro, y luego el varón se tumbó encima de la hembra y comenzó a besarla, a tocarle los pechos, frotándose su erección contra su rajita bien húmeda, preparándose para follarla bien follada por el coño ahora. Pero ella de pronto relajó todo su cuerpo y dejó su cabeza tumbada de lado sobre la almohada.

“¿Almudena…?” preguntó el chico, sorprendido por la efectividad de ese medicamento que le dio el viejo frutero. La sacudió un poco “¡Eh, Almu despierta!” y luego un poco más fuerte. Pero nada. La chica estaba totalmente dormida y no se enteraba de nada.

José salió de la cama y se dirigió al comedor “Ya la tienes dormida” informó a Vicente, que sonrió de manera muy malvada.

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