sábado

Ricky, el perro callejero #25

EL VIAJE. DIA 3 (parte 5). Lionardo viola a Saúl. Aparece la policía en la mansión de Don Cornelio Romannetti.

Los Machos estaban reunidos frente a la chimenea, en el salón de aquella elegante mansión. Cada uno en su propio gran sofá blanco. Todos los sumisos estaban desnudos. Los Sementales cubrían sus cuerpos con batas de marca. A cada Macho le chupaba la polla uno o dos sumisos. A Ricky se la mamaban sus hermanos sumisos rubios Luis y Saúl, al Don sus pequeños sumisos favoritos, Thian y Phuo, y a Lio le estaba atendiendo Miele, su propio hermano mayor travestido y hormonado.

Pero entonces vino la tremendísima discusión entre Ricky y Saúl, cuando el primero ordenó al segundo dejarse follar por el perro Drake, y éste se negó de manera tan tajante y explosiva que Ricky le dijo que ya no lo consideraba su esclavo.

Entonces Miele fue a asistir a Luis, el hermano mayor de Saúl, mientras era duramente follado por Drake el perro, Lionardo quedó libre, y no pudo evitar, tras lo sucedido, salir discretamente y caminando despacio del enorme y lujoso salón, mientras todos los ojos estaban puestos sobre el espectáculo de zoofilia que se les ofrecía.

Lio no podía dejar escapar a Saúl. No podía. Imaginarse los siguientes meses… AÑOS… su vida entera… sin tener a ese niñato malcarado de sangre hirviente cerca suyo, y con la posibilidad de abusarlo por todos sus agujeros. Es que era superior a él. No podía. Así que cuando Lio desapareció de la mirada del resto de asistentes a la pervertida y sádica reunión, comenzó a aligerar el paso en dirección al sótano. Saul iba desnudo y no tenía acceso al resto de la casa. Difícil que se hubiera marchado así de la mansión. Necesitaría vestirse primero, pensó. Por eso Lionardo se dirigió a ese lugar.

El italiano descendió por las empinadas escaleras y cuando llegó al sótano y se encontró a Saul frente a él, el corazón le dio un vuelco.

—Saúl —era la primera vez que no lo llamaba por algún apelativo despectivo, sino por su auténtico nombre.

Saúl estaba con los ojos llorosos, inflamado de rabia y odio y tristeza y ofuscación por dentro, arrodillado junto a la maleta que trajo al venir, donde Ricky le ordenó guardar la ropa que traía. Ni si quiera sabía dónde cojones estaba, pero no pensaba quedarse ahí ni medio segundo más. Se asfixiaba. Sentía que mataría a alguien si no se larga ya mismo de ese apestoso lugar de perdición.

—Qué cojones quieres tú ahora…

No. Claro que no quería a Lio ahí. A quien hubiese querido era a Ricky. Pero conociendo a quien había sido su Amo los últimos meses, después de Saúl haberle mandado a la mierda como lo hizo, Ricky lo último que haría sería bajar a buscarle. Claro que era Lio. No iba a ser alguien que le perturbara menos que ese imbécil.

Lio dio un paso hacia Saul y le dijo — No te vayas. Quédate conmigo.

Por un momento Saúl pensó que estaba alucinando. ¿Qué demonios le estaba diciendo Lionardo?

—¿Te has drogado o me tomas por imbécil? —le respondió el rubio, sacando una camisa verde oscura sin mangas de la maleta y comenzando a ponérsela. Joder que raro e incómodo resultaba ponerse ropa, tras tantos días yendo desnudo en su papel de esclavo de Ricky.

Pero Lionardo no bromeaba, ni tampoco se había drogado. Se puso junto a Saúl y lo hizo incorporarse, atrayéndolo hacia si para hablarle con sus cuerpos pegados.

—Sabes perfectamente que nuestros cuerpos se acoplan a la perfección como dos piezas de un puzle. Sabes que cuando te follo soy capaz de elevarte al paraíso. Esto no tiene que terminar aquí porque hayas acabado tu relación con Ricky. Quédate conmigo y sé mi esclavo. Mi único esclavo, sin otros imbéciles que distraigan mi atención de ti. Vivirás en la mansión junto a mí. Y si todo va bien, podemos llegase formalizar nuestra relación y te incluiría en mi testamento vital —uno que se hace en vida del interesado. Vamos, que Lio estaba intentando hasta comprar la fidelidad de Saúl para que éste no se marchara. Lo miró a los ojos y lo cogió de las muñecas— Quédate conmigo, Saúl.

Pero el joven rubio no estaba interesado. Su corazón indudablemente le pertenecía ya a Ricky, así como su lealtad, lo quisiera Saúl o no. Por muy bien que conectara su cuerpo con el de Lionardo, no pensaba quedarse, a pesar de aquella oferta casi millonaria -en cuanto tomara el lugar de su padre el Don sería millonario- más que generosa.

—De verdad que lo siento, Lio. Pero no pienso quedarme —si no puedo estar con Ricky, no quiero estar con nadie.

Saúl apartó sus brazos para soltarse de Lionardo. Solo quería vestirse y largarse de ahí cuanto antes. Pero el italiano no estaba dispuesto a dejarle marchar tan fácil. Si ese cabezota de Saúl no quería entrar en razón y quedarse con él por las buenas… Lio le obligaría por las malas.

En el momento en que el joven rubio de facciones hermosas se giró y se puso de rodillas para volver a buscar en su maleta lo que le quedaba de ropa, Lio le saltó encima cual feroz depredador salvaje de caza en plena selva.

La cara de Saúl dio de bruces contra el colchón sobre el que dormían en el piso los esclavos todos juntos ahí abajo en el frío sótano.

—¡¡AH!! ¡¡PERO QUE MIERDA HACES IMBÉCIL!!

Saúl ya no era un esclavo, ya no tenía por qué obedecer a nadie y menos a ese cabrón desalmado sádico y prepotente que era el hijo del dueño de la mansión en la que estaban. Lionardo se le había tumbado encima de su espalda. Saúl estaba totalmente desnudo de cintura para abajo. Lio solo cubría su cuerpo de Semental con una bata abierta que todo lo dejaba a la vista.

Dada su superioridad en fuerza, su dieta mucho más equilibrada, y que no se pasaba el día recibiendo duros castigos, como los esclavos, Lio pronto pudo reducir a lo bruto a Saúl, sujetándole ambas muñecas por encima de su cabeza.

—¡¡Serás mío lo quieras o no… puta del demonio!!

El jovencito rubio venga a removerse, pero no podía quitarse a Lionardo de encima. Notaba como este se escupió en la mano, se humedeció la dura y gruesa polla y pronto tuvo su palpitante glande pegado a su orto.

—¡No… no lo hagas Lio. No quiero esto…! ¡¡No quiero que me folles más!! ¡YA NO TIENES DERECHO!

Eso era una pura violación.

Dentro del juego de rol de Amos y esclavos que se traían hasta pocos minutos antes todos los presentes en esa casa, a Saul podía gustarle más o menos el chico -u hombre- al que Ricky le ordenara complacer sexualmente, o dejarse martirizar por su egoísta excitación sádica. Pero ya no estaban dentro de esos roles. Saúl tenía derecho a negarse a dejarse follar por Lionardo. Pero éste igualmente decidió hacerlo, cosa que convertía aquel encuentro en una pura violación de Lio a Saúl.

Teniendo en cuenta que las paredes, los suelos y el techo habían sido insonorizados, que no había vecinos en kilómetros a la redonda, y que nadie esperaba que Saúl estuviera ya de vuelta nunca… Pues lo tenía realmente crudo para que alguien viniera a rescatarle.

Joder… es que no importaba si había follado antes con Lio, o si le mamó la polla cuántas veces… ¡¡Ahora había decidido que NO QUERIA!! ¡¡Y eso Lionardo se lo pasó por el forro de los santos cojones!! ¿¿Y luego de eso qué?? ¿¿Lo secuestraría?? ¿¿Lo mantendría incomunicado en contra de su voluntad en esa mansión?? ¡¡Que no le salía de los putos huevos!!

Con el mayor sadismo del mundo, Lio empujó con saña, con brutalidad, con esa gran polla dura como una piedra que había humedecido lo justo para poder metérsela a Saúl. Lo justo. Quería que le doliera, como castigo por haberle rechazado. Por haber escogido a Ricky antes que a él, incluso pagándole. Saúl gritaba, se removía furioso y daba cabezazos, mordía, insultaba apretando su esfínter para no dejarse penetrar por ese malnacido de ascendencia italiana. Lionardo encastó su glande en el orto cerrado de Saúl. Pero por mucho que empujaba, no había cojones de que consiguiera penetrarlo con nada más que eso.

—¡¡NOOOO!! ¡¡DÉJAME LIONARDOOOOO!! ¡¡AAAAAAHH!! —gritaba el rubio.

—¡¡MIO!! ¡¡Vas a ser mío!! ¡¡DEJA DE RESISTIRTE, PUTA!! —le respondió Lionardo.

El italiano le soltó un cabezazo tremendo a Saúl, tan certero que el pobre chico rubio perdió momentáneamente la consciencia. Todo su cuerpo se relajó mientras se le nublaba la vista y le quedaba todo oscuro. Al notar como su polla dejaba de sentir resistencia al avance, Lionardo aprovechó esos segundos en que Saúl perdió el conocimiento para embestir contra él con toda su maldita mala hostia, enterrándole su pollón hasta los santos cojones de un solo movimiento.

—¡¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhh Que bieeeeeeeeeeeeeeeeen!!v —gimió Lio, lleno de gusto por empalar a Saúl.

En ese preciso instante el rubio que estaba siendo duramente violado recuperó la consciencia y gritó por el tremendo dolor que le causó la bestial penetración anal de aquel imbécil.

—¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHH!! ¡¡BASTA LIOOOO NO SIGAAAAAAS!!

Pero Lionardo ignoró las quejas de Saúl. Como si oyera llover. Le mordió entre el hombro y el cuello, causándole sangre y comenzó a sodomizarlo con una brutalidad inaudita. Jamás antes Saúl se había sentido así con Lio. Jamás lo folló tan salvaje. Ni cuando más cabreado estaba con él. Jamás. La forma que lo penetraba brusca áspera sin un más mínimo de preparación y Saul sin poder hacer nada por no ser follado, era todo demasiado intenso.

Pero el rubio no era alguien que se fuera a rendir tan fácil, así que no dejaba de buscar pelea contra su sádico violador, y Lionardo a modo de respuesta le golpeaba muy fuerte y con saña, le mordía y daba codazos o con las piernas golpes muy certeros.

—Aaaah… sii… te quedarás conmigo para siempre, puta endemoniada… Aaaaahhh… te convertiré en mi saco de semen. En un objeto al que maltratar a mi gusto —como Saúl rechazó a Lio, éste retiró su propuesta de tenerlo como esclavo en exclusiva, colmarlo de regalos y dinero y casi hacerlo un igual. Casi. Ahora las cosas serían muchísimo peores para Saúl. Por cabezota. Por dañar su ego italiano rechazando aquella proposición más que aceptable por su parte.

—¡¡JAMÁAAAAAAS!! ¡ANTES MUERTO! ¡AAAaaAAAaaAAAHH!

Era tan poca la lubricación usada, y fue tan brusco en sus arremetidas, que pronto comenzó a manar un buen reguero de sangre del ano de Saúl, que tiñó la polla de su violador de carmesí. Lionardo penetraba a Saúl con saña, de manera animal, salvaje, despótica.

—Bastaaaaa…. ¡¡BASTA YAAAA!! —sollozaba el joven rubio violado.

Pero nada de lo que hacía o decía enternecía el sádico corazón de su brutal abusador. El colchón bajo ellos estaba manchándose de sangre de ambos, pero mucho más era la sangre de Saúl. La maleta abierta quedó caída de lado y su contenido esparcido por el piso, incluidos sus pantalones de camuflaje. Tan brutal empotraba Lionardo a Saúl que terminó moviendo de su sitio todos los colchones del suelo, esparciéndolos por aquí y por allá.

Por su lado, el de pelo oscuro sodomizaba furioso a Saúl. Las embestidas que le daba se transformaban en salvajes penetraciones de su polla hacia su culo dolorido y lastimado. Lo empujaba tan firme con su cadera que parecía que quería hacerle atravesar el puto suelo. El joven rubio notaba su esfínter arder. Le dolía en cantidad cada penetración, como si la polla de Lionardo estuviera hecha de ardiente y lacerante magma volcánico, y no de dura carne italiana. Su cuerpo quedaba aplastado contra el fino colchón, medio ahí, medio sobre el suelo. La cadera de Lio rebotaba a una velocidad brutal sobre el culo de Saúl, golpeándolo a cada empalada con una fuerza bruta.

—¡¡AAAAaaaaaaAAAaAAaaAAAAAAHH QUE CACHONDO ME PONES PUTAAAAAAA!! —exclamó Lio, llegando al clímax y comenzando a inundar el ano salvajemente violado de Saúl de una interminable corrida.

—CABROOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOON TE ODIOOOOOOOO —fue la respuesta de Saúl, arañando el suelo y el colchón, mientras aquel puto malnacido se le corría dentro. ¡¡QUE PUTAS GANAS TENÍA DE MATARLO EN SERIO!!

La cosa habría seguido de manera distinta si no hubiese pasado lo que sucedió a continuación.

De golpe y porrazo se escucharon unos ruidos en el piso de arriba.

—¿Disparos…? —se preguntó a sí mismo Lionardo, pues a eso le había sonado. ¿Y esas voces altas? ¿¿Qué estaba pasando en la mansión??

Lionardo se apartó de Saúl y cogió su teléfono móvil, conectándolo a las cámaras de seguridad de la mansión. Ante los ojos del enfurecido Saúl y el sonriente Lionardo, vieron lo que sin duda era…

—¡La policía! ¡No puede ser!

Cuando Lionardo apartó su polla del culo de Saúl, comenzó a rezumar de éste una grandiosa cantidad de semen italiano mezclado con bastante sangre rubí de Saúl. El rubio cogió una sábana y se limpió su ano ardiente y dolorido, vistiéndose a la velocidad del rayo con el pantalón de camuflaje.

A Saúl poco le importaba la feroz discusión con Ricky que tuvo, y la violación de la que acababa de ser víctima, o los tremendos pinchazos que sentía en todo su orto y piernas y nalgas… Solo le importaba ayudar a Ricky y que a este no se lo llevara preso la policía. Por mucho que se hubiera cabreado con él y lo mandó a la mierda… Saúl siempre guardó en su corazón la posibilidad de poder volver a ser el esclavo de Ricky en un futuro. Pero eso no sucedería si encarcelaban al perro callejero. Y bueno… aunque no lo reconocería ni muerto… algo preocupado también estaba por el imbécil de Luis, su hermano mayor.

Lionardo en cambio no pensaba en nadie más que en sí mismo. Ni si quiera que su padre, o hermano mayor hormonado estuvieran en el piso de arriba, le hizo plantearse ni por un momento el quedarse a ayudarlos y plantar cara por ellos. Que va. El italiano egoísta le dijo a Saúl, a quien acababa de violar salvajemente:

—La mansión tiene varios pasadizos y puertas secretas. En el sótano donde estamos también, evidentemente. Yo sé dónde están todos y tengo acceso a ello.

Saúl alucinaba con Lio. ALUCINABA con ese imbécil. Se le había caído a los pies. Lionardo intentó una última vez que ese idiota que le tenía robada el alma se viniera con él:

—Vente conmigo. Huyamos juntos. No Soy rico como mi padre, pero tengo el suficiente dinero como para poder mantenernos a los dos. Lejos de toda esta mierda.

—¿Estás mal de la cabeza o que cojones te pasa? ¡Hay tiros ahí arriba! ¡¡Tu familia o la mía podrían estar muriendo!! ¡Ricky podría estar en peligro! ¡No me pienso marchar de aquí! —rugió Saúl, cabreado por el comportamiento egoístas de Lio.

—Tsk… ¡Por mi mejor si mi padre y mi hermano mueren! Así heredaré antes el imperio que creó mi progenitor, el Don. Además, ese imbécil me tiene harto tratándome como a su puta particular… ¡¡Se merece que le peguen un buen tiro en la cabeza por tanto obligarme a dejarme follar por él!! —Lionardo abusar de quien fuera, eso era correcto. Pero dejar a su padre que le metiera la polla… eso no lo soportaba.

—Olvídame Lio. No quiero saber nada más de ti. Lárgate lejos. Yo me quedo. Aunque me vaya la vida —dijo el rubio muy serio.

—Mira que eres idiota, Saúl —fue lo último que dijo Lionardo antes de salir por un pasillo que apareció tras una puerta oculta que pudo abrir con su huella dactilar en el lugar adecuado. Tanta prisa tenía por largarse de ahí, que ni se vistió. Con bata y desnudo huía Lio.

Saúl quedó solo ante el peligro. Pero no era alguien cobarde.

El chico rubio intentaba recordar si había visto armas de fuego por la casa. No iba a presentar pelea sin ir armado. Pero no le sonaba. Lo que si había repartido por toda la maldita mansión era un arsenal de objetos BDSM. Quizás podría utilizar algo de eso para ayudarse a pelear contra la asquerosa policía, ya que por lo visto tenía que hacerlo solo y sin la ayuda del cobarde de Lionardo. Pero no iba a ser fácil. Primero tenía que conseguir salir de ahí. Ver cuántos eran. Donde estaban. Si localizaba a los habitantes de la casa. Respiró hondo. No podía estresarse antes de comenzar, o la cagaría y eso podía representar la muerte de Ricky, de Luis, Don Romannetti, Thian, Phuo, o Miele.

Recordó el día que el imbécil de Lionardo lo sodomizó, torrándolo mientras cabalgaba. Recordaba la caballeriza. Látigos de cuero. Fustas. Era un buen primer lugar donde intentar conseguir un arma cualquiera.

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