“Serpiente
negra”, el vil hermano mayor del líder del clan, irrumpe en el poblado
acompañado de su sádico hijo Yaotl, ejecutando una cruel venganza sobre la
familia de “Águila blanca”. Violación a la cuñada y empalamiento del líder.
La escena que estaba viviendo en el
poblado era dantesca.
Jatziri, la hermosa rubia mujer del jefe,
estaba abrazada a “Águila blanca”, su marido, que permanecía colgado de la rama
de un árbol, con los brazos completamente abiertos y clavados al tronco con
varios puñales que atravesaban su carne y su piel por siete puntos distintos,
con la capa de plumas blancas que llevaba puesta, totalmente bañada en su
propia sangre.
“Serpiente negra”, el hermano del jefe de
la tribu a la que estaban masacrando en ese mismo instante, con la maldita
polla durísima desde que estuvo manoseándole los turgentes pechos a su cuñada
en contra de su voluntad, se preparaba para violarla sin piedad.
Itzcoatl agarró la preciosa falda esmeralda
que llevaba puesto Jatziri y se lo rasgó con toda su mala hostia, dejándola
desnuda de cintura para abajo, con los restos de la prenda destrozados
colgándole por la parte delantera de su cuerpo.
-Por
todos los Dioses… Menuda hembra – el
malvado agresor elogió la excelente figura femenina que estaba a punto de
mancillar.
Agarró ambas nalgas y se las amasó,
abriéndolas y cerrándoselas con saña, queriendo causarle daño y humillación
hasta el máximo extremo posible. “Serpiente negra” sentía profundas palpitaciones
de puro gozo en su miembro, iba a disfrutar de aquello como nunca. El malvado
ser lamió con deseo el pequeño tatuaje de la silueta de dos pájaros que su
cuñada lucía en el omoplato derecho, símbolo habitual con el que las mujeres de
ese clan marcaban esa parte de su cuerpo cuando parían un hijo sano. Dos bellas
hijas, dos tatuajes.
Las jóvenes hermanas sollozaban. Todavía
no podían creerse lo que le estaba pasando a su familia. No lo entendían en
absoluto. ¿¿Por qué su tío y su primo se habían vuelto así de locos?? ¿¿Y por
qué sentían tanto odio hacia ellos precisamente?? Pero las respuestas a
aquellas incógnitas todavía tardarían en llegarles.
-¡Deja
a mamá en paz! – exigió Eleuia, la
mayor de las hermanas.
Mientras Mazatzin, la más joven, se
tapaba los ojos para no tener que enfrentarse a los terribles hechos que
estaban sucediendo, y los que todavía les quedaban por vivir.
Itzcoatl de pronto soltó los cachetes
deliciosos de su cuñada, se acercó a paso rápido y firme, con el ceño fruncido,
a Eleuia y le soltó un tremendo bofetón con la mano girada que no la tiró al
suelo porque la sujetaban dos hombres para que no escapara.
¡¡¡PLASSSSSS!!!
-¡AAH! – se quejó “Deseo”, quedándose muda por la impresión.
-¡Como
vuelva a oír un solo grito haré que te arrepientas! ¡¿¿Me has entendido,
zorra??! -
La mayor de las hermanas asintió llorando
copiosamente en silencio. Se sentía completamente aterrorizada. Jamás la habían
preparado para algo así. Ella estaba destinada a formar una familia, a
engendrar al siguiente líder del clan. A una vida de tranquilidad dentro de lo
que cabe. Ahora… ahora todo su mundo se había desmoronado. Todas sus creencias.
No podía tener ni idea de lo que pretendían hacerles esos desalmados a sus
padres… y menos podía comprender hasta qué punto iba a cambiar su vida y la de
su hermana menor a partir de ese instante. Solo tenía claro que aquello no estaba
del nada bien y que todos en su familia iban a sufrir muchísimo.
Acto seguido, “Serpiente negra” se giró
hacia Mazatzin y le tiró muy fuerte de su pelo rubio oscuro, separándole sus
manitas de la cara.
-Y
tú más te vale que miras y aprendas lo que un hombre espera de su mujer – le dijo Itzcoatl, fijando sus orbes azabache en los
azules de la niña.
-¡¡ME
DAS ASCO!! – gritó la pequeña.
-Como
si eso me importada demasiado… ¡jajajajaja! – le respondió de manera sarcástica el hombre que casi le triplicaba
la edad, y luego soltó una potente risotada.
Sin previo aviso, “Serpiente negra”
apretó sus labios contra la jugosa boca de su pequeña presa y comenzó a
morrearla con verdadero deseo ardiente creciéndole en las entrañas. La joven “Venadito”
le mordió y escupió a su tío en la cara. Escupitajo que Itzcoatl le devolvió
dentro de su boquita de niña y que le hizo sentir arcadas. Pero no llegó a
vomitar.
-Vosotros
aseguraos que no vuelvan a hablar y que vean todo lo que le haga a su madre – les ordenó a sus hombres.
Éstos se afanaron a cumplir con ese
mandato. No querían ser ellos los receptores de la famosa ira de Itzcoatl. Así
que, mientras unos sujetaban a cada niña tapándoles las bocas, otros mantenían
sus cabezas rectas y los ojos bien abiertos. Eleuia y Mazatzin quedaron así
incapacitadas para quejarse por nada que pasara, y obligadas a ser testigos
indefensos de la tragedia que les ocurriría a sus progenitores.
El malvado semental se acercó a su cuñada
y la hizo atar cara a cara abrazada al cuerpo ensangrentado de su marido “Águila
blanca” con una cuerda robusta. El hombre que había sido un poderoso líder,
ahora se debatía entre la vida y la muerte por la pérdida constante de aquel
líquido vital carmesí que iba derramándose sobre el suelo del bosque. Los enamorados
se besaron suave en los labios una última vez.
Jatziri intentaba mantenerse firme y no
llorar, por su marido moribundo, y sobre todo por sus pequeñas hijitas, que
estaban siendo obligadas a mirarlo todo. Debía mantenerse valiente por ellas.
-No
puedes llegar a imaginar la de veces que he soñado con poseerte – le dijo “Serpiente negra” junto a su oído,
acariciándole al mismo tiempo el cuerpo desde atrás, sus pechos y su estómago,
las caderas y los glúteos.
-Haz
lo que tengas que hacer maldito cobarde
– le replicó rabiosa la mujer a su cuñado.
-Oh,
no hace falta que me des permiso, mi querida Jatziri jajajaja – respondió aquel cabrón de ego inflado hasta las
nubes.
El salvaje ser se apartó la túnica a un
lado, sacó su durísimo pollón elefantino de su taparrabos y la agarró con
fuerza apretándoselo. Joder estaba excitadísimo. La polla de Itzcoatl era descomunal.
Gruesa como una lata de refresco, y larguísima. Debía llegarle hasta las
rodillas. Muy oscura, como el resto de su piel. Inflada hasta el extremo y
surcada por multitud de venas hinchadas. El capullo era mucho más grueso que el
resto del tronco, como una pera invertida. Sus enormes cojones negros
colgándole en la base le hacían juego a aquella cosa imposible, todo ello
rodeado por una abundante mata de pelos retorcidos y ásperos.
Además, el tatuaje piel de serpiente que
llevaba el violador por todo cuerpo, cara, brazos y piernas, también lo tenía
en su polla y huevos. Realmente verla erecta y en la espléndida de su figura
aterrorizaría a la más puta de las mujeres. Las jóvenes Eleuia y Mazatzin se
sorprendieron muchísimo al ver eso. Habían visto la de su padre, “Águila
blanca”, que era de un tamaño generoso, y aquello era un aparato descomunal y
monstruoso en comparación. Estaban alucinadas con el tremendo pollón de su tío,
como lo habría estado su madre si hubiera podido girarse para ver lo que estaba
a punto de caerle encima.
“Serpiente negra” se acercó a su víctima.
No se molestó ni en escupirle a la hembra en su coño reseco de puta. Quería que
le doliese hasta el alma con cada embestida. Sencillamente la agarró de su
cadera y empujó contra ella con toda la mala hostia que llevaba reservándole
dentro de su oscura alma durante años, incrustándole su firme miembro viril
espantoso, quedando dos terceras partes fuera de su raja.
-¡¡¡AAAAAAAaaaaAAAAAAaaaaaaAAAAAAHH!!! – la mujer rubia soltó un alarido ensordecedor cuando
sintió aquella enorme anaconda de puro hierro ardiente atravesándola y
desgarrándole su zona más sensible.
-¡CALLA
MALDITA PUTA ESCANDALOSA! – exclamó
su cuñado el violador.
Mostrando que no tenía piedad, “Serpiente
negra” se retiró de su interior y embistió de nuevo contra su vagina dolorida
con todavía más saña.
-¡¡¡¡AAaAAaaAAaAAaAAHH!!!
¡¡¡NOOOOOOOOOOOO!!! – aunque Jatziri
se había prometido no armar un bochornoso espectáculo a su esposo y sus hijas,
no pudo contenerse.
Acto seguido, Itzcoatl inició un folleteo
brusco, rudo, animal, con el que pretendía destruir no solo el cuerpo, sino al
mismo tiempo también la cándida alma de la zorra de su cuñada. Con cada dura
empotrada pretendía ser capaz de profundizar más y más en el rico coño de
aquella cerda que tan cachondo le ponía.
Ante semejante espectáculo, el moribundo
“Águila blanca” no apartaba sus orbes de los de su amada esposa, intentando
mantenerse él firme por los dos. Lo cual era bastante difícil, pues cada vez
que el desalmado de su hermano mayor empotraba a Jatziri contra él, podía notar
los enormes cojones llenos de leche de “Serpiente negra” golpeándole a él su
entrepierna. Toda aquella situación era demasiado… Cualquiera que viviese algo
parecido tenía que acabar loco. Y sus hijas allí viéndolo todo… sus queridas
“Venadito” y “Deseo”, tan jóvenes, moldeables, indefensas.
Itzcuauhtli se odió a si mismo por
saberse el causante del origen del profundo odio y oscuro deseo de venganza de
su hermano mayor Itzcoatl. Pero aquel sería un secreto que pensaba llevarse a
la maldita tumba. No había mantenido silencio por tantos años para terminar
rindiéndose ahora que estaba llegando su fin. Ya rendiría cuentas con quien
tuviera que hacerlo en la otra vida.
-¡¡SIIIIIII!!
¡¡QUE COÑO TIENES CUÑADA!! ¡¡ME ENCANTA FOLLARTE!! – “Serpiente negra” elogiaba así a la hembra que
mancillaba. Realmente estaba disfrutando de lo lindo violándola.
-¡¡AAAAaAAAAaAAAAaAAAAaaAAHHH!! – la pobre Jatziri no hacía más que aullar como una
perra.
Al tener su vagina completamente seca, cada
vez que su cuñado arremetía contra ella, insertándole su duro y enorme pollón
negro ya casi hasta los putos huevos, la desafortunada hembra notaba como el
interior de su zona más íntima y sensible se rajaba, se desgarraba a cada
embiste de aquel hijo de la gran puta, que la martirizaba con su descomunal rabote,
causándole un grandísimo dolor punzante.
-¡¡¡NNGGGGHHHAAAAAAGGGHH!!! – la mujer del moribundo jefe comenzó a soltar
potentes quejidos guturales.
Y cuanto más se quejaba ella, más lo
disfrutaba él.
-¡¡APRENDE
LO QUE ES FOLLADA POR EL RABO DE UN VERDADERO SEMENTAL Y NO POR ESE RIDÍCULO
GUSANO QUE LE CUELGA A TU MARIDO ENTRE LAS PIERNAS!! – le dijo Itzcoatl.
-¡¡AAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHH!! – más gritos desgarradores como respuesta.
Sus embestidas eran bestiales y
tremendamente dolorosas para Jatziri, que deseaba morir en ese preciso
instante, para no tener que soportar ni una sola penetración más. “Serpiente negra”
violentaba su orificio con sadismo, sintiéndose tan caliente que creía que
perdía la cabeza. Agarró a su víctima por el cuello, ahogándola con una mano y
la otra la puso en su cachete, aprisionándolo con saña entre sus firmes dedos.
La sangre que manaba del coño de su
cuñada comenzó a actuar como lubricante, lo que permitió por un lado que las
brutales penetraciones no resultasen tan increíblemente dolorosas para la mujer
de pelo castaño claro, pero en contra su violador ahora podía meterle más
profundo aquella gigantesca anaconda negra que tenía por rabo.
-¡¿¿TE
GUSTA MI REGALO PUTA DE MIERDA??! ¡JODER COMO VOY A DISFRUTAR PREÑANDOTE
QUERIDA CUÑADA!! – espetó el negro.
-¡¡¡¡¡NOOOOOOOOOOOOO!!!!!
¡¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAHHH!!!! ¡¡¡¡ITZCOATL NO POR FAVOOOOOR!!!! – Jatziri sacó fuerzas de donde no las tenía para
lograr responderle a aquel animal salvaje que la violaba.
“Serpiente negra” empotraba a su cuñada
con una violencia descomunal. El sonido de sus enormes y colgantes cojones
oscuros golpeando contra el cuerpo de ella y de su hermano menor era constante,
cada vez más rápido e intenso. El bastardo agarró a la mujer de su coleta castaña
clara y tiró con fuerza hacia atrás, para que levantara la cabeza.
-¡¡¡MIRA
A TU MARIDO CERDA!! ¡¡¡QUIERO QUE LO MIRES MIENTRAS TE PREÑO!!! – dijo el malnacido, aumentando cada vez más y más la
velocidad a la que se follaba a la esposa de su odiado hermanito.
Jatziri fijó sus pupilas marrones en los
orbes negros de “Águila blanca” y lloró en silencio. Se había rendido. Itzcuauhtli
también lloraba mirando a su esposa siendo mancillada y torturada de aquella
cruel manera por ese hombre que era sangre de su propia sangre, y sabiéndose
culpable de todo. La vida escapaba de él con cada chorro de sangre que caía al
suelo de su multitud de heridas abiertas. Susurró un:
-Perdóname… - sin apartar la mirada de su amada Jatziri.
-¡¡¡NO
ES ELLA QUIEN TE TIENE QUE PERDONAR HIJO DE LA GRANDISIMA PUTA!!! – rugió “Serpiente negra”, y acto seguido añadió – ¡¡YAOTL, AHORA!! – avisando a su hijo
de algo que tenían planeado de antemano.
El joven sádico de orbes bicolor, que había permanecido
atento a la espalda del jefe del clan “Águila Blanca”, arrancó el taparrabos a
su tío, y apartó su larga capa ensangrentada. Así pudo situar la larga lanza
blanca con plumas que le ha quitado a aquel bastardo, bien firme con ambas
manos, y con el extremo más afilado de la flecha contra su culo. Estaba claro
lo que pensaba hacer.
-¡¡¡¡ITZCOATL NOOOOOOOOOOOOOOO!!!!
¡¡TE LO RUEGOOOOOOOOOO!! – suplicó Jatziri, que podía ver claramente las sádicas intenciones de
su cuñado y su sobrino, por cómo estaba amarrada.
-¡¡QUE TE CALLES PUTA
DE MIERDA!! – le
replicó su violador.
Entonces, en un acto de extrema maldad, “Serpiente negra”
sacó su gigantesca anaconda negra dura como una maldita piedra, la extrajo del
todo del coño ardiente de su cuñada. Vio lo hinchado, enrojecido, ensangrentado
y dilatado hasta lo máximo posible que lo tenía y se alegró.
-¡VOY A FOLLARTE TAN DURO
CERDA QUE JAMAS VOLVERAS A SENTIR NADA SI NO SOY YO QUIEN TE PENETRA CON MI
DURA POLLA DE SEMENTAL! – amenazó él.
Tras aquello, Itzcoatl agarró las caderas de su hermosa
cuñada rubia de orbes celestes, y embistió contra ella con la misma saña de
antes, pero ahora al estar más dilatada y lubricada, consiguió ensartarle su
elefantino trabuco hasta las putas pelotas de un solo embiste.
-¡¡¡AAAAAaaaaaaaaAAAAAAAAAAaaaaaaaaAAAAAAAAAAAHH!!! – ella comenzó a aullar de nuevo,
adolorida hasta el infinito una vez más.
-¡¡ASI CERDA DEL
DEMONIO!! ¡¡¡GRITA MAS ALTO!!! ¡¡ME PONES A MIL!! – fue la respuesta que recibió de su
cuñado de piel oscura y orbes azabache.
-¡¡¡AAAAaAAAAaAAAaaAAAAaAAAAaAAAaAAA!!! – gritos y más gritos de Jatziri.
“Serpiente negra” inició entonces una follada intensa,
profundísima, tenía que estar destrozándole el puto estómago a esa zorra. La
empotraba con tal rabia que parecía que quisiera sacarle el jodido capullo por
la boca. La velocidad de sus penetraciones era vertiginosa. El semental furioso
rugía como un animal salvaje. El dolor que sentía Jatziri al ser violada con
esa monstruosidad de rabo era inhumano. Insoportable. Le ardía todo por dentro,
sufría punzadas incesantes en su útero y su vagina, y sentía su conducto tan
lleno y expandido por la imposible cantidad que estaba cobijando dentro y a lo
bruto, que le daba la sensación de que, en cualquier momento, ese malnacido la
rajaría partiéndola en dos por la violencia salvaje de sus acciones.
Yaotl tenía que esperar a que su padre se corriera para
empalar al cerdo de su tío, pero no pudo estarse quieto. Sin pensárselo dos veces, de golpe penetró el
estrecho ano de “Águila blanca” con el extremo afilado de la flecha de su propia
lanza, sodomizándole y torturándole con ese afilado objeto que le destroza las
entrañas. El jefe no quiere morir de manera indigna, así que se aguantó las
tremendas ganas de gritar que sintió. Solo esperaba que ese cabronazo terminase
pronto con todo aquello, y rezó a los Dioses que tuvieran la bondad de llevarse
pronto con ellos también a su esposa Jatziri, y a sus hijas Eleuia y Mazatzin,
para que no tuvieran que sufrir terribles tormentos a manos de esos psicópatas
de su propia familia. Pero esa última petición no fue atendida.
Cuando llegó el momento que “Serpiente negra” ya no pudo
soportarlo más y notó que le venía el clímax. Empotró una última y bestial vez
a su cuñada, clavándole su pollón enorme larguísimo hasta lo más hondo de su
raja de puta y comenzó a correrse con el gustazo más enorme de su vida directo
a su útero.
-¡¡AAAAAAAAAHHH!!
¡¡SIIIIIIIIIIII!! ¡¡¡JODEEEEEEEEEEER!!! – exclamó el violador en éxtasis. Tras tantos años esperando
y planeando su venganza, por fin la estaba llevando a cabo, y las sensaciones
que recibía a cambio eran increíblemente intensas y retorcidamente placenteras.
-¡¡¡NONONOOOOOOOOOOO!!!
¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!!! – la de pelo castaño claro se hundió en la impotencia cuando
notó como aquella polla monstruosa comenzaba a soltar literalmente lo que
parecían ser litros infinitos de leche.
Itzcoatl, inundó el coño de su hermosa cuñada con
potentísimos chorretones de lefa. Tanto se corrió en su interior, que la
barriga de Jatziri había quedado visiblemente abultada.
Al ver que su padre se corría, el sádico con peinado
mohicano, empujó con toda su maldita fuerza la lanza dentro del culo de su tío,
apoyó el extremo inferior contra una roca y agarrando el cuerpo del jefe de la
tribu “Águila blanca” para tirar de él hacia abajo y atrás, consiguió empalarlo
en tiempo récord.
-¡AAaAAAaaAAGHHhhHHhhHH…! – fue todo lo que pudo decir el jefe
empalado.
El de orbes bicolor era tan sumamente sádico, que al ver lo
que había hecho casi se corre del puto gusto él también. Pero prefería reservarse
para lo que vendría a continuación, que sería de largo muchísimo más placentero
que eso.
Cuando Jatziri se dio cuenta que a su marido le salía el
extremo afilado de su propia lanza por la boca, y entendió que él había muerto
a manos de su sobrino, mientras el indeseable de su hermano mayor se corría dentro
de ella con intención de preñarla, se quedó completamente en shock. Pálida y
muda, sin poder apartar la mirada de su amado “Águila blanca”, a quien seguía
forzosamente abrazada por las ataduras.
“Serpiente negra” se apartó medio paso y dejó que su anaconda
se fuera retirando del cálido interior del coño de la puta de su cuñada poco a
poco. A medida que su larguísimo pollón de negro se iba desinflando, de la raja
temblorosa y maltratada de Jatziri manaba como una jodida fuente de espesa
leche de semental que el bárbaro había dejado en su interior. Cuando finalmente
se la sacó del todo, su coño palpitante continuó chorreando esperma un rato
más, hasta que su barriguita quedó desinflada y ella vacía y destrozada, tanto
física como emocionalmente.
-A ELLA NI TOCARLA. LA
QUIERO VIVA - ordenó
el violador a sus hombres.
Su intención inicial había sido matar a la cerda de su cuñada
tras violarla. Pero había gozado tanto torturándola con su polla, que decidió
conservarla para futuros placeres violentos y lascivos.
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